Revista Espiritualidad
Dedicado a los auténticos samurai de todos los dojos. Que los hay. Y muchos.
Fudo Myo, el inamovible, divinidad armada con el sable de “compasión airada”, es el defensor de la pureza, de la belleza y de la inocencia; en Japón, junto a Jizo Bosatsu, es el ángel guardián de los niños, a cuyos pies depositan ropas infantiles, juguetes y dulces, y también lo es de quienes sirven y arriesgan su vida por los demás. Fudo es también el equivalente al temible “Guardián del Umbral” de la Tradición esotérica occidental, la propia consciencia pura que impide el paso a la mente no purificada.
En el simbolismo metafísico de la espada japonesa, la empuñadura (tsuka) representa a la inteligencia consciente, la facultad discriminadora, el control de la mente, la razón pura y por tanto la libre elección, el “libre albedrío”.
La guarda (tsuba) simboliza el límite, la frontera y también un muro entre “ambos mundos; entre la mente subconsciente y la mente consciente, entre el espíritu-alma y la forma-materia.
La funda (saya) representa al mundo de lo femenino, al umbrío maternal, al delphos griego, matriz, templo virginal y útero cósmico. Evoca así lo pre-formal, el estado adamantino, la Unidad aún no destruida, aún no dualizada, a la profundidad de la mente subconsciente. Es también símbolo de la “materia prima” en la Gran Obra alquímica, y por tanto, representa a su vez al cuerpo físico del forjador, del alquimista y del esgrimidor, instrumento privilegiado de experiencia en la forma.
La apertura de la funda (koiguchi) llamada la “boca de la carpa” simboliza la entrada al mundo interno, la unidad reencontrada, o la salida, la ruptura, la expulsión del “paraíso perdido” de Milton, y por tanto la “dualización” del ser, del yo, hacia el espejismo de la “Gran Ilusión Cósmica” (maya).
El cordón (sageo) es símbolo de la conexión con el “Mundo Intermedio”, límbico, arquetípico, simbólico, y
expresa la idea de vinculación con el reino de los dioses, de lo Divino, con el universo de lo mágico, de lo sobrenatural y de lo metafísico; el vínculo con el alma, con el Yo, con el Ser. Es a su vez el equivalente del “cordón de plata”, el sutratma, contraparte etérica del cordón umbilical, que suministra el oxígeno y los nutrientes al feto, es decir, la vida y la “consciencia de ser”. Nexo que une el alma-mente, que “encarna” el alma al cuerpo denso en la materia. Es en el simbolismo iniciático emblema del “Hilo de Aridana”, del hilo conductor que evita el extravío, y nos lleva por el “camino de retorno a casa“, hasta la salida de la gruta o del laberinto de la existencia en el mito platónico de la Caverna y del Minotauro.
El filo (shinogi) representa al alma, el Ser Inmortal, el Yo profundo, puro, brillante, que debe volver absolutamente limpio y purificado de cualquier escoria kármica al interior de su funda, al seno de la Unidad. Y del filo, lo mas importante es la acerada punta (kisaki), que en el sable japonés adopta la forma de un afilado triángulo, y que simboliza la conexión directa, el contacto, el toque celestial, la ayuda divina o la Gracia necesaria para completar la Obra, la realización del Yo que es la esencia última del ser, aquello que por fin reúne (vuelve a la unidad) “el Cielo y la Tierra”.
El sable, el arma del guerrero (Carmelo H. Ríos)