He tenido la oportunidad de visitar Washington, la capital estadounidense, en varias ocasiones. Me llamó la atención la disposición de las calles, con sus trazos geométricos y perfectos que, según los expertos, obedecen al dictado de la numerología y simbología masónicas impuesta por sus proyectistas y diseñadores, que, por cierto, también existen esos signos en el escudo de esta nación.
Aparte del trazado y de su belleza, la ciudad atrae por la cantidad de lugares de interés que tiene: museos, galerías de arte, centros de investigación, monumentos, zoos, etc. Con la ventaja, además, de que la mayoría son gratuitos.
Uno de los primeros proyectistas a los que los Padres de la Patria encargaron los planos de la futura capital federal fue Pierre Charles L,Enfant, que era un arquitecto y urbanista francés que acompañó al Marqués de Lafayette, un aristócrata, militar y revolucionario nacido en Auvernia que ayudó a los colonos norteamericanos a liberarse del yugo de la corona británica.
L,Enfant era masón, como la mayoría de los que participaron en la revolución americana. De las cincuenta y seis personas que firmaron la Declaración de Independencia de Estados Unidos, en 1776, casi la mitad pertenecían a esa Orden, así como algunos de los que establecieron la Constitución o firmaron los artículos de la Confederación. Entre esos nombres figuran George Washington, que fue "Venerable Maestre" de la Logia de Alexandria y el polifacético Benjamin Franklin.
Después de estos primeros años de la constitución de una de las mayores potencias mundiales, continuó el hábito de encomendar la responsabilidad de dirigir este estado federal a personas relacionadas con la Masonería, así como a colaboradores, que también eran masones. Entre los presidentes norteamericanos que obtuvieron un alto grado dentro de la misma figuran George Washington, James Monroe, Andrew Jackson, James K. Polk, James A. Buchanan, Andrew Johnson, James A. Garfield, , William McKinley, Theodore Roosevelt William H. Taft, Warren G. Harding, Franklin D. Roosevelt ,Harry S. Truman y Gerald Ford. Parece ser que también Lincoln intentó entrar en la orden pero al final desistió. Ronald Reagan fue miembro honorario del Consejo Imperial de los Shriners. Varios presidentes más eran masones pero no alcanzaron las categorías máximas.
En cuanto a L,Enfant, el diseñador original de Washington, no tuvo muy buena suerte ya que su primitivo proyecto fue tomado por otros. Además, exigía a las autoridades municipales que se le pagaran sus emolumentos por su trabajo, pero nadie atendía sus demandas. En definitiva, cayó en desgracia y murió en la pobreza. Fue enterrado en una granja en el mayor de los olvidos. Sin embargo, se reconoció que había sido "un genio" muchos años después de su muerte. Así que recuperaron sus restos y los enterraron con todos los honores en el Cementerio Nacional de Arlington, donde además le dedicaron un monumento.
Se le recuerda hoy en la ciudad que él ideó, Washington, con nombres de calles, de plazas, etc. L,Enfant Plaza es un gran centro comercial y de las estaciones subterráneas del Metro de Washington. También hay un hotel con ese mismo nombre. Entre los museos que pueden visitar en esta zona se encuentran los Smithonianos, el de Historia, el de Historia Natural, la Galeria Nacional de Arte, el del Aire y el Espacio, etc. así como el Jardín Botánico y otros muchos lugares de interés. Por cierto, en una de las visitas coincidí con una exposición de setenta cuadros del Greco que se habían llevado desde España, y se mostraban en la Galería Nacional de Arte. Eran impresionantes las colas que se formaban en los alrededores para poder acceder a la Galería.
En la Avenida de Pennsylvania, 1600, encontramos la Casa Blanca, residencia de los presidentes de Estados Unidos. Por supuesto, hay que visitar también el Capitolio, situado en Capitol Hill. Ese ejemplar edificio, de corte neoclásico, contiene el Senado y la Cámara de Representantes y dispone de sus propios restaurantes, su estación de metro e innumerables pasadizos subterráneos, algunos de ellos bastante secretos, a los que, por supuesto, no se puede acceder. Es el lugar donde se toman decisiones que nos afectan a todos en mayor o menor medida. Después de los atentados del 11-S contra Estados Unidos la visitas están muy controladas.
Uno de los puntos neurálgicos de Washington es el llamado National Mall. Al final del mismo, en su extremo oeste, se halla el Obelisco a George Washington construído, no sin continuas polémicas e indecisiones, con mármol, granito y piedra arenisca, alcanzando los ciento setenta metros de altura. Es obra del arquitecto Robert Mills. Fue terminado de construir en 1.888. Desde su parte más elevada hay un mirador desde el cual se divisa una magnífica panorámica del río Potomac y sus parques y monumentos de los alrededores. El monumento ha tenido varias amenazas de destrucción. En una de ellas, en 1982, un individuo llamado Norman Mayer, como protesta a la guerra nuclear, retuvo como rehenes a varios visitantes y aseguró que llevaba explosivos para volar el obelisco. Al final, fue abatido por la policía.
Para acceder a la cúpula se utiliza un ascensor, pero hay una escalera que tiene 893 escalones. Más de 800.000 personas visitan cada año este monumento. En unos espacios cubiertos de césped, cercanos a este monumento, pudimos contemplar mi hijo y yo los fuegos artificiales que iluminan el cielo de Washington la noche del 4 de julio, día de la fiesta nacional USA.
Es una ciudad idónea para las personas curiosas e interesadas por la historia, la investigación, las ciencias, las artes... que tendrán aquí un auténtico filón de conocimientos, aunque, claro está, deberán dedicar varios días a esa tarea.. Aparte de los lugares ya citados, se encuentra otros de gran relevancia como el Zoo, el Arboreto, el Memorial de la Segunda Guerra Mundial, el Memorial Thomas Jefferson, el Centro John F. Kennedy de las Artes Escénicas, el Centro de Visitantes del Capìtolio, el Memorial Franklin Delano Roosevelt, el Museo Hirshhom, el New Museum, el Museo Nacional del Crimen, el National Building Museum, la Galería Freer, el Museo Nacional de Arte Africano, el Edificio de las Artes e Industrias, el Archivo Nacional, el Zoo, los parques Este y Oeste del Potomac, el Centro de Convenciones, etc. En resumen, de las ciudades estadounidenses que vi una de las que más me gustó fue Washington. Es como un compendio de lo que es y significa esta nación, con sus luces y sus sombras.
Fuera ya de la capital, otros lugares de interés cercanos son el Cementerio Nacional de Arlington, en el estado de Virginia. Aunque es un cementerio militar, construido después de la Guerra de Secesión, se encuentran, no sólo las tumbas de las víctimas de las guerras internas y externas de los Estados Unidos a lo largo de su historia, sino también las de otros personajes relevantes de la nación. Dentro de este enorme camposanto se ubica una profusión de estatuas conmemorativas y memoriales, entre ellos el Monumento al Soldado Desconocido. Pudimos contemplar la emotiva ceremonia del cambio de guardia. Descubrimos la tumba de John F. Kennedy, en la que siempre hay una llama encendida. Al lado, se halla enterrado un hijo pequeño del presidente y el senador Robert Kennedy, también asesinado.
En el condado de Arlington se ubica también el Pentágono, construido entre 1941 y 1945, es la sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, donde trabajan más de 23.000 personas, entre civiles y militares, más. 3.000 miembros del personal de apoyo. Como dato curioso se señala que contiene un gran número de baños porque en el momento de su construcción se exigía que hubiese baños separados, unos para blancos y otros para negros. Este edificio de cinco plantas recibió uno de los ataques de Al-Qaeda el 11 de septiembre de 2001, al estrellar contra una de las fachadas del edificio un avión de American Airlines, que volaba desde el Aeropuerto Dulles de Washington a Los Ángeles. Fallecieron 125 personas que trabajaban en el Pentágono y las 64 que viajaban en el aparato.
Fuente: http://www.sanborondon.info/content/view/68738/34/