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Simeone y el dulce recuerdo del Atleti del ‘Doblete’

Publicado el 25 diciembre 2011 por Futbolgol

Simeone y el dulce recuerdo del Atleti del ‘Doblete’Gil y Cerezo se echan a los brazos del ‘Cholo’ Simeone para ver si suena la flauta y a base de trabajo e identificación colchonera, el Atleti empieza a funcionar. Un Atleti que, herencias y urgencias históricas aparte, empezó muy mal la temporada desde su planificación, demasiado acomplejada por la poca credibilidad de sus gestores (también los deportivos), demasiado timorata en el manejo del ‘affaire’ Agüero y demasiado populista a la hora de la confección de la plantilla.

A tal suma de despropósitos se unía la contratación de un entrenador que venía desacreditado por un discreto paso por Sevilla con todo lo que eso suponía. Nadie duda del buen hacer de Manzano como entrenador. Sobre todo como exprimidor de plantillas justitas. Pero su pobre bagaje en Nervión, un club con menores exigencias que el atlético, ni hacían presagiar un liderazgo férreo por parte del jienense ni parecía que se adivinase la figura de un entrenador sólido y perfectamente respetado por la directiva, los propios jugadores y la siempre exigente hinchada rojiblanca.

Llegados los turrones y consumado el descalabro del Atlético de Madrid en Copa, aterriza un prometedor entrenador, de nuevo cuño, con atractivas credenciales presentadas, sobre todo, en el competitivo e igualado campeonato argentino. El muchacho es Simeone, leyenda viva del club. Habrá que ver qué cambios tácticos introduce, por qué once apuesta y cómo gestiona la moral de una tropa vencida. Los bemoles se le dan por hecho. Como la valentía al soldado. Y la perfecta sintonía con la grada, también.

Y ahora, para los más jóvenes, una breve mención al último gran Atlético de Madrid (con permiso del bicampeón europeo reciente), el Atleti del ‘Doblete’, que, aprovechando la pérdida de inercia ganadora del Madrid de Valdano y la descomposición final del Barça de Cruyff, campeonó en Liga y Copa para mayor gozo de sus aficionados y de su peculiar presidente, Jesús Gil, que por aquel entonces todavía cabalgaba por las Españas como un dios romano a lomos de “Imperioso”, su sufrido equino.

Aquel Atleti estuvo entrenado por la mejor versión de Radomir Antic, un técnico de perfil alto, a veces demasiado, pero que conocía bien también el llamado “otro fútbol”. De férreo carácter, sí, pues había que tenerlo para lidiar con los delirios de grandeza de Gil y para reconocerse defensor del genocida yugoslavo Milosevic, allá por 1995, con los silbidos de las balas de guerra por todas las esquinas de la antigua Yugoslavia.

Molina era quien ejercía de portero. También recién fichado ese verano, era portero pero él siempre aspiró a algo más. Por eso jugaba tan adelantado y por eso tuvo la valentía de debutar con España como interior o de hacerse luego entrenador.

En la defensa actuaba por la derecha el aguerrido catalán Geli. El central duro era López, Súper López, largirucho él, encarnando a un prototipo de central propio de otra época: Alto, huesudo, melena al viento e instinto de broncas de taberna. A su lado solían actuar Santi, una de las revelaciones del torneo ese año y/o Solozábal,  siempre recordado por ser el capitán del ‘Doblete’ y por formar parte de la generación de oro de Barcelona 92. En la izquierda, una apuesta segura, Toni.

En el centro del campo brillaba con luz propia Caminero, que antes de meterse en líos con la Justicia y de ser director deportivo atlético, valga la casi redundancia, fue un interior de muchísimos quilates. El Mundial de Usa ’94 y aquellos tiempos de vino y rosas atléticos fueron lo mejor de su carrera. Cerca de él, el mariscal Pantic, una petición expresa de su compatriota Antic y uno de los mejores especialistas a balón parado que han pasado por nuestro fútbol. Cerca también, el citado Simeone. El corazón de la grada en el césped, el batallador ídolo convertido a centrocampista y uno de los principales artífices del espíritu competitivo y ganador que impregnó todos los rincones del Vicente Calderón aquel glorioso año. Andaba por allí también Vizcaíno, de perfil más táctico, frío y defensivo. También jugó muchos minutos el polivalente Roberto, del que siempre se esperó algo más tras fichar por el deslumbrante Espanyol de Camacho.

El ataque era cosa de dos, como casi todo lo importante en la vida. El artista que jugaba de espaldas, asistía y abría bocas a orillas del Manzanares era gaditano. Kiko. Si me permiten el simil, el Kluivert español. El típico genio sureño que siempre deja la sensación de haber tenido más talento que efectividad, de habernos dejado a medias. A su lado, un finalizador búlgaro con instinto depredador, Lubo Penev, que marcó goles allá donde jugó. Un prototipo bien considerado y cotizado en el fútbol de los 90: llegaba, marcaba, cobraba y se iba. Eran otros tiempos.

Eran otros tiempos pero bien podrían reverdecer. De Simeone depende. Nuestro fútbol necesita como el comer que haya alternativas fuertes a los dos colosos. Suerte y al toro, ‘Cholo’.


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