Cuando un atisbo de sentimiento nos hace permanentes, y la sospecha, lo ocurrente, nos vuelve infantes jugando a la buena suerte. Allí es donde imagino que la vida baila sus mejores valses.
La mueblería sobre la quinta calle de la Alameda, se deleitó de lo mismo que yo hace dos soles atrás. Unos versos bien verseados, fueron emitidos por tus finos labios. La incertidumbre se transformó en certeza, para abrirle paso a las dudas nuevas.
Caminas con pasos acelerados, como escapando de algo.
No, no se acaban nunca…ni las dudas, ni los versos, ni tus pasos. Y de acabarse, sería extraño. Al fin y al cabo la inseguridad fue lo que nos hizo cercanos.
No supe, y hasta el día de hoy, no sé que responderte. Supuse que esa sería la mejor respuesta.
Para un corazón sediento abriendose por la Alameda. Que no precisa relatos, sino abrazos que lo sostengan. Para tu mente cansada, una sonrisa cómplice. Para tus ojos pesados, una mueca sostenida.
No pude darte mas, que lo que tenía.
Y fue suficiente para vos.
Con la promesa siempre vigente, de volver a verte, en otro contexto. Aunque nunca sucede.
Una promesa…que no puede.
Un contexto imaginario.
Un amor extraordinario.
Andando por la Alameda.
(Sin álamos)