Artículo de opinión. Javier Madrazo Lavín
El Premio Nobel de Literatura, José Saramago, con quien tuve la ocasión de compartir largas conversaciones, solía repetir un pensamiento, que siempre me ha hecho reflexionar. “He aprendido -decía- a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro”. Me vienen a la memoria estas palabras cuando caigo en la tentación, posiblemente tan bienintencionada como inútil, de pretender puntualizar informaciones publicadas sobre un acercamiento de mi persona a Podemos. Fiel a las enseñanzas de José Saramago, quiero aclarar desde un inicio que en mi ánimo no está convencer a nadie. Me limitaré a explicar mi posición y después que cada quien interprete lo que considere.
En 2009, concluida mi etapa como Consejero del Gobierno vasco y Coordinador general de Ezker Batua, me reincorporé a mi plaza como profesor de Filosofía en Bilbao. Han transcurrido, desde entonces, cinco años en los que he estado alejado de la actividad pública, centrado en mi trabajo y en el aprendizaje del euskera. Anuncié que cerraba un ciclo y así ha sido. Siempre he pensado que la dedicación a la política, como cargo remunerado, debe tener fecha de caducidad y lo he cumplido. Otra cosa distinta son las convicciones y el compromiso. Mantengo los mismos principios y valores, que me motivaron hace casi 40 años a participar en movimientos sociales, particularmente en el antimilitarista, o a formar parte de lo que más tarde fue Gesto por la Paz.
Mi militancia en el Partido Comunista de Euskadi e Izquierda Unida en 1986 respondió a estos mismos planteamientos. Me afilié a unas siglas que jamás hubieran sido las elegidas por nadie que tuviera ambición de hacer carrera política. Euskadiko Ezkerra y Batasuna aglutinaban en aquel tiempo el voto de izquierda, y Ezker Batua era una fuerza testimonial. En 1994 entró en la Cámara de Gasteiz y en 2001 en el Gobierno vasco. Esta última no fue una decisión fácil. Éramos conscientes de los riesgos que implicaba, entre ellos la pérdida de perfil propio como consecuencia del pacto suscrito con PNV y EA. Esta última formación está integrada hoy en Bildu, junto a personas que fueron cargos públicos de Ezker Batua y ahora lo son de la izquierda abertzale.
Nuestra presencia en el Gobierno vasco, con sólo tres escaños en el Parlamento de Gasteiz, nos obligó a llegar a acuerdos, que como es obvio conllevan renuncias. Hubo quienes no entendieron este paso, y con seguridad tuvieron sus razones para ello. Sin embargo, echando la vista hacia atrás, creo que la contribución de Ezker Batua al Gobierno vasco fue positiva. Se aprobaron leyes importantes como fueron la de parejas de hecho, suelo, servicios sociales, infancia, cooperación al desarrollo… Se desarrollaron medidas activas de reconocimiento a las víctimas de la dictadura, se crearon las primeras Direcciones de Participación Ciudadana e Inmigración, se impulsaron servicios en favor de la integración como Heldu, espacios pioneros destinados a personas drogodependientes,…
Se dio un gran impulso a la vivienda protegida de precio asequible (50.000 pisos en ocho años), se potenció el parque de alquiler social, prácticamente inexistente, se pusieron en marcha mecanismos y normativa contra el fraude,… Incluso dejamos redactada una ley que incluía el reconocimiento del derecho a la vivienda como derecho subjetivo y un canon para penalizar la vivienda vacía, que hoy proponen otros grupos. No es mi intención reivindicar la acción de Gobierno de Ezker Batua, entre otras cosas porque cada quien ya tiene su opinión formada. Se nos demonizó por defender el derecho a decidir, acusándonos de entreguismo al nacionalismo, pero en realidad sentamos la base de un debate que se ha materializado en Escocia y ha sido considerado un modelo de democracia.
Muchas de las personas que nos acusaron de buscar el poder por el poder, hoy continúan en él, haciendo de la política su profesión, pero éste no es mi caso. Soy militante de base de Ezkerra-Berdeak, del mismo modo que he acudido a encuentros de Podemos, con anterioridad a las elecciones europeas y también con posterioridad. En todos los casos lo hago a título individual y sin más aspiración que contribuir al avance de la izquierda, la justicia social, la igualdad de oportunidades y la democracia real. Vivimos un momento esperanzador, en el que la ciudadanía exige poner fin al régimen del 78 para abrir un nuevo proceso constituyente, que ponga punto final a la dictadura impuesta por la Troika y los mercados, y que suponga un cambio radical de modelo económico, político y social.
Es necesario crear un nuevo escenario que supere los consensos alcanzados tras el régimen franquista, que no tuvieron más objetivo que perpetuar en el poder a la banca y a la derecha, buscando la legitimidad en una monarquía impuesta y en una supuesta pluralidad política asentada en una ley electoral profundamente antidemocrática. Soy de la opinión de que las mismas fuerzas que cerraron la primera transición harán ahora todo lo posible para preservar sus privilegios. Voces autorizadas del PP y PSOE claman ya por un pacto de Estado entre las dos formaciones. No sé hasta dónde llegará Podemos, pero si sé que representa una amenaza para este sistema, y sólo por ello su existencia está más que justificada. Ojalá las Candidaturas Ciudadanas de unidad popular que se preparan en innumerables ciudades y municipios obtengan el respaldo que las encuestas atribuyen a Podemos.
Ganará la democracia.