Revista Cultura y Ocio
En la música, como en la vida, lo que a simple vista creemos muy diferente tiene, si profundizamos, muchísimo en común. Si propusiera en un programa de concierto el primer movimiento de la Op. 27 de Beethoven (es decir, la sonata Claro de luna), seguida de Because de los Beatles e Hijo de la luna de Mecano… sería «expulsada» inmediatamente del sacrosanto circuito del piano clásico por frívola, irreverente y … algunos calificativos más. Tranquilos, no lo voy a hacer. Pero sí lo voy a imaginar. Y es que, al ver estas tres obras en detalle, resulta que no son tan distintas… o, mejor dicho, que son muy, muy parecidas, hasta el punto de que si toco fragmentos escogidos de cada una de ellas podría confundir al oyente. Vamos por partes. El Claro de luna de Beethoven nunca tuvo nada que ver, al menos en la mente del compositor, con la luna. Este es el primer error en el que no hay que caer. La única luna que habrá en el juego de espejos de este post es la de Mecano, ligeramente lorquiana, iluminando un universo de pieles aceitunadas o albinas, de honor y muerte y otros temas típicos del Romancero gitano. En Because el texto habla del viento y del cielo pero tampoco hay ambientes nocturnos con o sin luna. No es la letra de las canciones o el título lo que nos dará las pistas de las coincidencias. El parecido que primero salta a la vista es el del acompañamiento de la canción de John Lennon, casi idéntico al de la sonata de Beethoven. Los que conocen la historia recordarán que él escuchó a Yoko Ono la sonata y le pidió que tocara los arpegios al revés. De ahí salió la base de la canción e incluso se ha discutido cuál fue la intervención de ella tanto en la letra como en esta idea de partida. Lennon no se limitó, en mi opinión, a tomar prestado un acompañamiento sino que integró en su canción el modelo que planteaba Beethoven: el color de Do# menor, los arpegios, el tempo y sobre todo el ambiente armónico: tónicas, subdominantes alteradas, dominantes poco resolutivas o que se acercan y alejan ambiguamente de la tonalidad principal… dando, en definitiva, un sentimiento de estatismo acuático. La instrumentación de Because acrecienta la sensación que Beethoven ya daba no moviéndose prácticamente de la tesitura media del piano. Pero en Lennon yo escucho alguna referencia más, por ejemplo el John Cage de In a landscape cuya influencia oriental no es menos importante que la del componente de los Beatles: en ambos casos una escritura para piano muy sencilla que parece girar sobre sí misma.
Hijo de la luna se mantiene en la misma tonalidad y el acompañamiento juega con los grados básicos de la tonalidad (tónica en los cc. 1-5, dominante-subdominante-dominante para los cc. 6-8). Hasta aquí estamos en un terreno familiar, pero el ritmo es de vals capricho fin de siècle. En ello veo también una herencia no solo de Lorca sino de las piezas de juventud de Manuel de Falla, ese piano romántico español, no tan brillante como el europeo, más pudoroso y nostálgico. Los riesgos armónicos son aquí menores, pero la idea de un fondo estático es idéntica. En las tres piezas el cromatismo es básico para avanzar: un progreso lento de difícil percepción. Parece que no está pasando nada, pero, por dentro, si miramos a fondo la escritura —más la instrumentación y matices en el caso de las dos canciones— escuchamos una intensa y contenida evolución. Ninguna de las tres apresura los acontecimientos: cada arpegio o acorde se instala, se repite, vuelven para atrás, dudan, respiran… las veces que sea necesario… de manera que las modulaciones se producen con tanta suavidad que parezcan inevitables.Las tres obras exigen del intérprete una facultad que es muy difícil conseguir cuando se toca en público: no tener prisa. No hay que pensar en avanzar, sino estar completamente concentrado en cada compás, aceptando que no vamos a tener una sensación de desenlace, de resolución por ahora. No se puede ceder a la preocupación de «esto no avanza», hay que adaptarse al tempo, deleitarse en la lentitud con la que la pieza progresa, centrarse en que cada gesto y sonido sea de la máxima belleza y dejarse llevar. Como no es real que no avance, aunque lo haga con lentitud y sutileza, si conseguimos un estado de escucha atenta, sentiremos la inmensidad de cada detalle y no solo nos producirá un placer auditivo intenso sino que llegaremos a estar cómodos. En ese instante escucharemos toda la riqueza armónica, las mil cosas que realmente están pasando, la conexión física con el instrumento o la voz y seremos amos de la progresión tonal y narrativa: la historia de cada obra se pronunciará al ritmo que nosotros decidamos. Nos interesará más la perfección que la evolución, que cada nota lleve a la siguiente y que todas se conecten entre sí como las estrellas de una constelación. Amos del relato, amos del tiempo. Y entonces comprobaremos que el tempo es el adecuado.***
Hace ya muchos años que Nicholas Cook, entre otros, plasmó el final de las diferencias entre música clásica y otras músicas en su De Madonna al canto gregoriano. Algunos hemos citado tantas veces este libro que debemos de resultar insoportablemente aburridos. Y, sin embargo, cada día compruebo cómo muchas personas consideran que las orillas de los estilos musicales no se pueden cruzar y son irreconciliables. De estas tres piezas, me quedo hoy con la tercera estrofa de Because, donde hay un guiño de ojo, una cita textual, del Preludio nº 1 del Clave Bien Temperado de J. S. Bach. Esta es para mí la otra gran fuente de inspiración de este tema que, no por casualidad, se instrumentó con un sonido de clavecín. Este instante musical, en el que se siente no solo la primera sino la verdadera resolución clara a nivel auditivo responde lógicamente a la letra:
«Love is old, love is new / love is all, love is you».
Music is all y la genialidad musical, como el amor de Because, no entiende de castas. No hay inferior y superior. A ver si nos lo vamos metiendo poco a poco en la cabeza, aunque sea al lento pero expresivo ritmo del Claro de luna…