Directores: Robert Rodríguez & Frank Miller
La otra vez, no hace mucho tiempo a decir verdad, me puse a leer el cómic de Sin City, escrito y dibujado por Frank Miller, que comparte con el poco confiable Robert Rodríguez crédito como director en esta adaptación cinematográfica hecha hace ya once años. Sentía que era hora de leer el original comiquero, y mientras me adentraba en sus violentas y memorables páginas, me dieron ganas de volver a ver la película, y no sólo la primera sino que también la segunda, aunque aquella ya está comentada por estos lares. Se me hacía necesario, no podía resistir a la tentación, debía volver a disfrutar con estas historias de grueso calibre rociadas con bencina.
Es buena película "Sin City", pero pienso que habría sido aún mejor si Rodríguez no hubiese sido el director, pues si bien sabemos que el texano tiene una loable actitud en cuanto a eso de no seguir reglas ni limitarse por convenciones y similares (no lo llamaría transgresor, pero la palabra podría ilustrar en algo mi punto), también es cierto que lo que le sobra en actitud le falta en, digamos, contenido o concentración o habilidad narrativa (o todas las anteriores), en enfocarse plenamente en las características de la película en cuestión y no tanto en sus gustos personales, que por lo general conducen a desmadres bien exagerados. Como digo, la película es buena y está resuelta sin concesiones, pero hay veces en que claramente Rodríguez decide o hacerse el gracioso o jugar a los muñecos de acción, contraviniendo la oscura crudeza y rudeza del material original, ese noir despiadado con todo cuanto ose caminar por sus pecaminosas calles que no se toma la violencia con ligereza ni puerilidad. Los mejores momentos de "Sin City" son justamente los menos explosivos, y no porque los explosivos estén demás (el cómic tiene un montón de tiroteos y batallas campales), sino porque en los primeros, Rodríguez está más contenido que de costumbre (permitiéndose potenciar la atmósfera y la actuación), y en los segundos, éste los ejecuta como un juguete para su propia recreación y no como elementos narrativos coherentes para con el cínico, desencantado y adulto hard-boiled del cómic de Miller, que sí obtiene una puesta en escena apropiada cuando la cosa es menos bum-bum y bang-bang, si bien no son exclusivamente éstas las que sufren del síndrome Rodríguez (de hecho, Bruce Willis rescatando a la niña, disparos mediante, es de lo mejor de la película).
La primera historia ("El cliente siempre tiene la razón") es la perfecta introducción para la primera parte de "Ese bastardo amarillo", en donde un genial Bruce Willis, en su último día de trabajo como policía, está decidido a salvar a una niña de las manos de un asesino en serie que no es precisamente un gusano insignificante (gusano sí, insignificante no), lo que le traerá graves problemas a futuro, aunque de momento demos paso a "El duro adiós", en donde un superlativo Mickey Rourke da vida a Marv, un sujeto que no descansará hasta vengar a Goldie, una prostituta caída del cielo que lo enamoró por completo pero que no pudo huir de los demonios que la perseguían, probablemente los mismos que, en "La gran matanza", comienzan a hacerle la vida imposible a Clive Owen (otra fenomenal interpretación) y sus peligrosas amigas del Barrio Viejo, que no verán con buenos ojos la intrusión del desagradable desgraciado encarnado magistralmente por Benicio del Toro, que, debo admitirlo, me llegó a causar un poco de lástima con esa noche de perros que él mismo provocó, en todo caso, aunque quien más merecido se tiene el castigo es el bastardo amarillo que quiere terminar lo que comenzó con la niña (ahora adulta) Nancy Callahan, si bien tendrá como rival a Bruce Willis, determinado a no dejar cabos sueltos esta vez.
Un ejemplo de lo dicho más arriba se ve en "La gran matanza": todo el tramo inicial, particularmente hasta que Clive Owen descubre la bomba atómica, es magistral (incluyamos también cuando conduce con un copiloto nada prendido, por decirlo de alguna forma); sin embargo, al comenzar la acción desenfrenada, Rodríguez pierde el control de sí mismo (además a veces la cosa luce un poco cutre). En fin, tampoco me quiero alargar. El punto es que "Sin City" es una muy disfrutable película y una afortunada adaptación del material original, pero dado que no hubo limitaciones por parte de productores ni nada (la cinta iba dirigida a un público adulto), hubiera sido bueno que Rodríguez no hubiese pretendido también contentar y estimular a los espectadores adolescentes. Con todo, no se la pierdan: quedarán personajes y momentos (como del Toro con la pistola clavada en la frente) incrustrados en la retina, y la turbia y tórrida atmósfera es imposible de ignorar. Gocen, depravados.