Sin condiciones

Te amo a ti porque me abrazas frente al ascensor y eres dulce y menuda, intensa y suave, transparente. Y a ti, porque eres risa que estalla, razón y mesura, amazona envuelta en ojos de tigre. A ti, delicada y fuerte, tierna madre de dos soles, corazón enamorado. También a ti, que me explicas historias bellísimas desde la ciudad que nunca duerme, y mereces tanto esa casa cálida, el tiempo para escribir, las tardes con Paul Auster y Siri Hustvedt. Amo a mis chicas de la planta número trece porque son la alegría sincera de todos mis desayunos. A ti, que viniste en tren para darme calma, y que sin proponértelo logras que te eche tanto de menos. Te amo a ti, porque tenemos telepatía y comentamos películas por WhatsApp y organizas picnics a ritmo de jazz y a la que me descuido me has montado un pollo ASÍ de grande. A ti, porque sigues intentándolo y lloras de emoción cuando lo logras. Te amo a ti, Señor de los Gatos, Leñador de la Katana, Aquél que Todo lo Sabe, mi amigo bienamado, mi hermano. A ti, que luchas con la tesis y soportas estoicamente al Señor de los Péptidos, y a ti, Lord Chechu, Señor del Despiste, Durmiente Máximo, Fénix de los Ingenios. Te amo a ti, mi encantador Señor de las Llaves, Revelador de las Hojas de Otoño y del saxo que suena al final de una calle, alrededor de la medianoche. Y a ti, Señora del Miércoles, Dadora de Mimosas, Faro que nos Guía en la trama procelosa. Amo a todos los que no están pero a los que sigo llevando conmigo, todos los sábados por la mañana. Hay tantas formas de amar. Y todas ellas, sin condiciones.