Lo dice casi todo la viñeta de esta semana en New Yorker:
Es cierto que la “creatividad” (artística, profesional, etc.) es algo que de ordinario se promueve y se mide y valora, pero que nunca se gestiona ni se dictamina. El problema no está en reconocr esta realidad.
El problema comienza cuando Hollywood está en manos de gestores, de managers, a los que el cine, y contar historias, les interesa sólo en la medida en que proporciona dinero. Hollywood, un tiempo meca de los sueños, es hoy una sucursal más de Wall Street.
La "creatividad" comienza a ser, también, algo que se echa de menos, cuando las "franquicias" ocupan el territorio.
En estos días que dan paso a la temporada de verano, nueve secuelas se van a estrenar en las próximos doce fines de semana (destaca el New York Magazine: The New Summer Blockbuster Economy: Reboots, Prequels, and the End of the Superstar Cash Grab): el segundo Hangover ya lo ha hecho, con éxito tan clamoroso como aterrador. Luego vendrán el tercer Transformers, el cuarto Pirates of the Caribbean, un octavo Harry Potter, etc.
De todos modos, después de visto El árbol de la vida de Terrence Malick, aún queda El niño de la bicicleta, de los hermanos Dardenne. Y alguna que otra sorpresa.
Cosas que el marketing de las secuelas y de los film remakers ni entiende ni puede ofrecer.