Abatir la pobreza es un mandato esencial de la justicia social, por eso es importante prestar atención a las políticas sociales que sean más eficaces en lograr este meritorio objetivo.
Comencemos por considerar el mapa de nuestra pobreza
según las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística y
Censos (Indec), correspondientes al segundo semestre del año
pasado, que cubre 31 aglomerados urbanos con una población 27,6 millones.
El 25,7% de la población de estos 31 aglomerados urbanos
es pobre, es decir, nada menos que 7,1 millones de personas.
El 4,8% de la población de estos 31 aglomerados urbanos es
indigente, esta situación muy extrema de la pobreza comprende a
1,4 millones de personas. La desigualdad regional es muy grande; de este lado de la General
Paz, es decir, en la CABA, es pobre el 9% de la población, mientras
que al otro lado de la General Paz la pobreza es más del triple
(29,5%). En Resistencia (Chaco) casi 40% de la gente es pobre. Si prestamos atención a la edad de los pobres, debe concitar
nuestra preocupación el hecho de que la pobreza se
concentre entre los niños menores de 14 años de edad. La
pobreza afecta principalmente a los niños, ya que cada tres niños
uno es pobre. Además, de cada 100 pobres nada menos que 40
son niños. Esta es la doble tenaza de la marginalidad social, que
compromete nuestro futuro. Las últimas Pruebas Aprender nos indican además que el nivel de
conocimientos de estos niños pobres es muy inferior al de los
niños de familias con mayor nivel socioeconómico. La manera
más eficaz de lograr que estos numerosos niños, que hoy son
pobres, dejen de serlo cuando sean adultos es dejar de negarles
hoy una escuela de calidad. Para construir un nuevo futuro con
pobreza e indigencia erradicada, es necesario ofrecerles a los niños
una buena educación, comenzando por lo más simple y elemental,
por ejemplo, que las escuelas estén más días abiertas que cerradas.
Hay que reponer los días de clase que se pierden, cualquiera sea el
motivo. Cada vez que se cierra una escuela les negamos a los niños
pobres el derecho a adquirir los conocimientos indispensables
para tener un empleo digno, en este difícil mundo globalizado con
expansión únicamente de los empleos que requieren una alta
preparación educativa. Estamos consolidando aceleradamente la
pobreza y, lo que aun es peor, aumentando todavía más la exclusión
social. Los indicadores del Indec son preocupantes y deberían motivar la
decisión de todas las fuerzas políticas que apunten a consolidar una
sociedad con igualdad de oportunidades, que es el fundamento de la
justicia social. Fuente: infobae.com