En 303, imperando Diocleciano, se emitió otro edicto de persecución contra los cristianos. En Abitinia padecieron muchos mártires, entre ellos los que hoy traigo.
Un domingo de 304, estando el sacerdote Saturnino, sus cuatro hijos y otros muchos cristianos en la celebración de la Eucaristía en casa de un fiel llamado Octavio Félix, los soldados imperiales irrumpieron en la casa y se los llevaron presos. Los dos hijos mayores del sacerdote, Saturnino y Félix, eran lectores, su hija María había consagrado su virginidad a Dios, e Hilarión era todavía un infante. Entre los otros prisioneros estaban Dativo, quien era un noble senador, Ampelio, Rogaciano, Januario, Casiano, Victoriano. En total eran 30 hombres y 19 mujeres. Dativo era quien más defendía al presbítero Saturnino y en todo momento estaba junto a él, como sus hijos.
Cuando fueron llevados ante los magistrados, confesaron a Cristo tan firmemente, que los jueces aplaudieron su coraje. Pero aún así, todos fueron encadenados y enviados a Cartago, ante el procónsul Anulino. Durante el trayecto no cesaban de cantar himnos y cánticos al Señor, alabando a Dios por permitirles ser mártires. Llegados ante el magistrado, este se dirigió a Dativo, por ser un noble. Le inquirió si había participado en "la Colecta" (el modo antiguo de referirse a la reunión de los cristianos) y quien la presidía. Dativo respondió que asistía cada domingo y que en su casa se celebraba la Eucaristía, pero calló sobre quién era el presbítero, por lo cual fue sometido al potro y al desgarramiento de los costados con garfios de hierro. Tras él, todos fueron interrogados y sometido a iguales tormentos, pero ninguno dejó ni renegó de Cristo.
Luego preguntó Anulino a Félix si había estado en "la asamblea". Félix respondió: - "Soy cristiano". "Yo no pregunté eso" – dijo el magistrado – "sino si has estado en la colecta". "¡Oh, juez ignorante!" – gritó Félix – "¿sería yo cristiano y no estaría presente? Como si la reunión del día del Señor fuera sin el cristiano, y el cristiano sin la reunión del día del Señor. ¿No sabes que uno fue hecho para el otro, y que no puede ser sin el otro?" por encararse así con el procónsul, fue salvajemente golpeado y enviado a prisión.
Entre los presos estaba Victoria, una virgen consagrada que desde niña había prometido castidad a Cristo. Aunque sus padres paganos la habían ofrecido a un noble, ella escapó de su casa, se refugió en una iglesia, donde consagró su virginidad a Dios según se acostumbraba ya en las iglesias orientales. El procónsul le preguntó cuál era su religión y la respuesta de Victoria fue "soy cristiana". Estaba allí un hermano de Victoria, llamado Fortunaciano, quien intentó declarar que la chica era loca y no sabía lo que decía, pero Victoria respondió cabalmente a las preguntas y clamó bien fuerte que nadie la había obligado a ser cristiana. Le fue preguntado si quería volver a casa con su hermano y dijo - "siendo cristiana, no reconozco a nadie como hermanos sino a los que guardan la ley de Dios". Fue enviada a un juez, que intentó convencerla con diferentes argumentos, pero ella rechazó uno tras otro.
También esta Emérito, quien al serle preguntado el por qué se reunían para la asamblea, estando prohibido, respondió: "Sin el Domingo no podemos vivir".
Anulino entonces se centró en el pequeño Hilarión, pensando que al ser un niño tan tierno, sería fácil reducirle. Pero el niño despreció las amenazas como un hombre y dijo: "soy cristiano, he estado en la colecta, y fue de mi propia elección, sin ninguna coacción". Le dijo Anulino: - "Te cortaré la nariz y las orejas". "Podrías hacerlo, pero yo aún sería cristiano". Entonces el procónsul mandó fuera llevado a la cárcel e Hilarión gritó: - "¡Gracias a Dios!"
Y así se cortan las Actas, sin que sepamos el tipo de martirio que padecieron. Una mano con más piedad que respeto por la historia añadió siglos después muchos nombres y terminó las Actas con estas palabras: "Estos benditos mártires, desprovistos de todo alimento para sus cuerpos, uno por uno y gradualmente, emigraron al reino celestial con la palma de la victoria, sosteniéndolos nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre reina a través de los siglos. Amén."
En 404 estas Actas fueron un documento esencial para combatir a los donatistas, pues ellas dejan claro que ni por la persecución los cristianos dejaban de asistir a los Oficios Divinos. En 406, en su obra "Contra Cresconio" San Agustín (28 de agosto; 24 de abril, bautismo; 29 de febrero, traslación de las reliquias a Pavía; 5 de mayo, conversión; 15 de junio, en la Iglesia oriental) da testimonio de su culto en las iglesias de África, señalando su día de memoria a 12 de febrero. De él lo toma Usuardo para introducirlos en el Martirologio Romano.
Ocasionalmente son mencionados entre los llamados "Mártires de la Eucaristía". por ello, el 29 de mayo de 2005, en la Clausura del Congreso Eucarístico de Bari, el papa Benedicto XVI se refirió a estos santos mártires, tan antiguos y tan actuales:
"Sobre la experiencia de los mártires de Abitina debemos reflexionar también nosotros, cristianos del siglo XXI. Ni siquiera para nosotros es fácil vivir como cristianos, aunque no existan esas prohibiciones del emperador. Pero, desde un punto de vista espiritual, el mundo en el que vivimos, marcado a menudo por el consumismo desenfrenado, por la indiferencia religiosa y por un secularismo cerrado a la trascendencia, puede parecer un desierto no menos inhóspito que aquel 'inmenso y terrible' (Dt 8, 15) del que nos ha hablado la primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio".
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo II. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
A 12 de febrero además se celebra a
San Melecio de Antioquía, obispo.