La historia comienza así:
“Me dirigí al despacho, después de unos días de reflexión y análisis interno. Teníamos un gran proyecto entre manos pero desconfiaba de si seguiría en él, después de darle la noticia. Hacía un año que ya me había hecho una gran faena pero, mutuamente, de modo obligado, nos dimos una oportunidad. Entré para decirle que estaba embarazada de mi segundo retoño y su respuesta fue alentadora. Me tranquilizó, sacó a relucir mis virtudes y me dijo que estuviese tranquila, que el trabajo no me iba a faltar. Llevaba tres meses en la empresa y me enteré de mi embarazo estando de dos meses y medio. Era octubre y el tiempo era perfecto para sentir como una semillita germinaba dentro de mi. En diciembre, me dijo que me cogiera mis vacaciones pendientes por lo que sumaban 15 + 15. Maravilloso! Así podría estar con el enano mayor y tendría tiempo para descansar la mente y organizar de nuevo todo lo acontecido. A mi regreso de vacaciones, tenía sobre la mesa mi carta de despido. ¿Cómo podía ser? No hubo forma humana de razonar lo razonable. Me daba opciones ilegales y malos modos. Sabía que podía pasar pero, ingenua de mi, pensaba que no se repetiría. Malas palabras, segundo despido improcedente, insultos y un sinfín de despropósitos hacia mi persona. Ya había pasado por ello un año antes, pero ahora, estaba embarazada. Mi cuerpo reaccionaba a todo de un modo diferente. Llamé a mi abogada y lo denuncié. Dos años de guerra durante un postparto. Cuesta llevarlo bien, el tema laboral. Y mucho. Pero como no tengo miedo a nada. Al dejar el trabajo, embarazada de 5 meses, mi mente no volvió a pararse nunca más. Una nueva puerta se abrió hacia la formación y el coaching aunque realmente, llevaba más de 3 años abierta. Tan solo que lo hacía de un modo altruista, desinteresado y en mi tiempo libre. Ahora, mi pasión se convertiría en mi profesión. Y mi mente no volvió a pararse nunca más. Formación certificada en el embarazo, formación después de dar a luz llevando a Asier conmigo. Y seguimos con formaciones certificadas para seguir creciendo. Y mi mente no volvió a pararse nunca más. Y así estos últimos 3 años. ..”
Error fatal.
Y, ¿por qué te cuento esto? Hace unos meses, decidí decir basta. El cansancio se estaba apoderando de mi mente y no sabía como pararla. Juzgaba a mi emociones. Juzgaba a mis pensamientos. Por necesidad, tenía/sentía que mi proyecto debía salir adelante, costase lo que costase, fuese cual fuese el precio a pagar. Pero no era un precio en euros sino en agotamiento mental y en cansancio emocional.
Era consciente de que algo estaba haciendo mal. Leí al respecto, hice un par de consultas sobre “mindfullnes” y logré introducir en mis rutinas unas maravillosas meditaciones guiadas, logrando así desviar mis pensamientos de todo lo que tenía entre manos. Y claro! con dos niños, a quién le restaba tiempo era al sueño. No quería perderme lo mejor de ellos aunque debo reconocer que, Asier dormía bastante e Igor ya iba al cole. Por las mañanas aprovechaba con Asier, y de aquella las siestas de los dos, pero las noches era muuuuy cortas. Y el problema ya no estaba en si necesitaba o no esas eras de sueño sino en que ya no sabía parar.
También empecé a organizar mi tiempo y mis proyectos de mejor forma, leyendo, con un par de cursos y pidiendo consejo a expertos en el tema. Estaba aprovechando al máximo mi tiempo, pero a mi mente ya no había quién la parase. Y el miedo me entró. Porque si un coche explota porque le hemos dado mucha caña, tiene repuestos pero si mi mente dice ¡basta!, no creo que haya repuestos posibles para ella. Y el miedo se apoderó de mi.
No era un miedo de esos que paralizan sino un miedo del tipo vergonzoso: Y yo, ¿cómo voy a pedir ayuda? ¿Yo? Semejante tontería! Dejé pasar un días libreta en mano… y releyendo, me decidí. Sí. Necesitaba a alguien neutral, objetiva, que no me juzgara como lo estaba haciendo yo conmigo misma. Necesitaba a alguien que me liberase de tanta inquietud y del estrés por quererlo todo ya. Muy organizada sí pero totalmente desbocada cuál caballo en una carrera.
Por momentos creía que era capaz de parar, pero solo era mi cuerpo el que lo hacía. Mi mente, no era capaz de pararse ya.
Y así fue como, por recomendación de una compi de la carrera, dí con una persona maravillosa. De esas que tienen su despacho lleno de colores, de pinturas y de mesas para niños y mayores. De esas personas que te regalan una libreta para convertir en cuaderno de bitácora. Una persona que te invita a leer libros que ya has leído, de un modo diferente. Una persona con la que compartes un montón de afinidades y te cala a la primera.
Y así fue como empecé un nuevo camino que ya conocía pero que no me atrevía a reconocer para mi y no sabía cómo hacerlo mío de corazón. El mundo del que venía, a nivel laboral, me había convertido en una persona demasiado exigente para conmigo misma. Desde hace más de 15 años, dándolo todo sin descanso, de un modo perfecto, olvidando mi interior más puro, más creativo, más sentido.
.- Me había dejado llevar, así sin más.
.- Y descubrí otro mundo: el las personas multipotenciales (esto da para otro post).