Uno.- En estos cuatro meses sin gobierno en ejercicio de todos sus poderes hubo uno en funciones que mantuvo sus actividades más importantes con presupuestos aprobados, lo que evitó desgobiernos como los sufridos en circunstancias similares en otras etapas de la historia, como tras todas las elecciones en la II República.
Dos.- En este plazo los españoles han podido conocer mejor las intenciones de los distintos partidos a los que habían apoyado o rechazado el 20 de diciembre. Y han podido analizar mejor el carácter y la conducta de los líderes con posibilidades de gobernar.
El sigiloso y tenaz Rajoy, el tozudo y ambicioso Sánchez, el equilibrista mediador Rivera, y el ultra y duro Iglesias están mejor definidos que antes del 20D: las urnas recibirán en junio papeletas más informadas y con su intuición depurada.
Tres.- La estabilidad del Estado estuvo garantizada por la tarea de un poder neutral aceptado en cada una de sus decisiones por todos los partidos políticos, incluidos los republicanos que se declaran contrarios a su existencia: la Corona.
El Rey mantuvo un diálogo permanente y fluido con constitucionalistas y anticonstitucionalistas, incluso con los independentistas que quieren romper España, sin que ninguno de sus dirigentes hubiera presentado denuncias de favoritismo hacia alguna de las partes.
La Corona quedó reforzada también internacionalmente, pues la situación española se sigue con atención entre sus socios económicos y aliados de la UE y la OTAN, donde se atribuye la estabilidad actual a ese poder neutral que se ha ganado el respeto de todos.
Cuatro.- Una España sin gobierno en ejercicio no soporta daño irreparable alguno, al menos hasta ahora al no haber sufrido crisis graves inesperadas, especialmente de violencia interior o exterior.
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SALAS