Revista Cultura y Ocio

Sin pedir nada a cambio – @hipst_eria

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

《- ¿Dónde estoy?

– Oh cariño, has despertado. Tranquila, todo está bien. Estoy aquí, contigo.

– Pablo… ¿Qué ha pasado, dónde estoy? Recuerdo la lluvia, una luz enorme…

– Sí, el lunes, cuando volvías de la consulta, sufriste un accidente. El coche hizo aquaplaning y te saliste de la carretera. Afortunadamente no venía ningún otro vehículo, y estás aquí, conmigo, sana y salva. Sólo tienes un golpe en la cabeza sin importancia, algunas contusiones y un par de costillas rotas.》

Casi sin darse cuenta, volvía a sentir esa sensación tan familiar de protección, de cariño y de bienestar que siempre le proporcionaba Pablo, su queridísimo amigo.

Pero a diferencia de otras veces, no sabía si por las circunstancias, por el mareo producido por su recién recuperada consciencia o por qué, sus manos entrelazadas a las suyas, sentían un calor especial. Una energía que nunca antes había percibido, y que le proporcionaba algo más que tranquilidad.

Pablo, su amigo del alma, el testigo perenne de su vida, su principal apoyo, una vez más estaba junto a ella en una situación difícil.

Aún recordaba nítidamente cuando lo conoció aquella tarde de Septiembre, cuando, soprendidos por la lluvia, ambos se refugiaron en el Café del Arte, dónde pasaron toda la tarde entre risas, un par de coca colas y una enorme palmera de chocolate que decidieron compartir.

Ambos habían comenzado la carrera de Psicología ese año, y estaban en la misma clase, pero ni se habían visto. Menos mal la inesperada tormenta de esa tarde. Siempre decían que el destino se había empeñado en unirlos, sólo era cuestión de tiempo que se conocieran. Pero no hubiera sido igual, nada como empezar una amistad con la música de fondo de la lluvia y compartiendo una palmera de chocolate, y más estando tan rica. Eso une para siempre (Y eso que ella se llevó la mejor parte).

18 años recién cumplidos, muchas ilusiones y toda la vida por delante. Y él siempre con ella. Era el que siempre la animaba cuando la vida se le ponía cuesta arriba, quien le sacaba la sonrisa, quien la acompañaba en sus interminables noches de estudio. Fue quien la consoló cuando rompió con sus novios, cuando su madre enfermó y quien siempre la ayudó a tomar las decisiones más difíciles e importantes.

Sin pedir nada a cambio. Siempre le había dibujado la sonrisa a pesar de las dificultades, la había cuidado y la había mantenido en un eterno abrazo, cálido, fuerte y con olor a cariño del bueno.

– Y cómo huele…

El mismo aroma que invadía esa fría habitación azul de hospital, que por momentos le parecía más cálida y hermosa. El mismo calor que despedían sus manos, enlazadas a las de ella. Unas manos fuertes, de hombre, bellas, que hoy le transmitían unas sensaciones algo más que agradables. Por qué no se habría fijado nunca.

Y la sonrisa, la de siempre, pero que hoy sin saber por qué, la estremecía.

El corazón le latía fuerte y de pronto lo comprendía todo o no entendía nada. ¿Sería amor, más allá del fraternal, el que su querido amigo le profesaba? ¿Y ella, qué sentía?

No sabía si eso estaba pasando realmente o era fruto del golpe recibido en la cabeza, pero todo había cambiado. Cómo era posible que con tanto humo se pudiera ver tan claro.

《 – Ah, como no te gustan las flores cortadas en los hospitales, te he traído unas palmeras de chocolate. ¿Te acuerdas?

– Cómo no hacerlo, me la comí yo casi toda.

– ¿La compartimos?

– Esta vez a partes iguales.》

Se miran, sonríen y el tiempo se para dulce, suave y a punto de romperse, como el hojaldre.

《- Pablo, ¿Se puede querer sin pedir nada a cambio?

– Sí, me consta.

– Discrepo. Bésame.》

[Unos encuentran a su media naranja y otros a la mitad de una palmera de chocolate]

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