"Nada que hacer ni a dónde ir: nunca más con prisas". Así acaba una bella canción que cantamos en O Couso, en pleno Camino de Santiago. Una frase muy simple, pero que encierra una apuesta vital de hondo calado. La vida no va de hacer, hacer y hacer. Tampoco va de llegar a ciertas metas, a ciertos cargos ni alcanzar ciertos logros, sean los que sean. Va de Ser, de vivir el momento presente, de estar en lo que se está con plena consciencia. Y eso sólo se consigue rebajando las prisas, frecuentando el silencio, y buscando la tranquilidad de vivir intensamente las pequeñas cosas de la vida.
Este pasado año ha sido frenético para nosotros. El lanzamiento de nuestro libro, las entrevistas, las apariciones en prensa e incluso un reportaje difundido a nivel internacional nos ha lanzado a un estrellato tan sorprendente como no buscado. Eso se unía a nuestras ya ajetreadas vidas cotidianas: trabajos, hijos, tareas domésticas, actividades extraescolares, voluntariados, reivindicaciones educativas... Lo hemos aceptado con cierta resignación, como forma de compartir esa búsqueda por un mundo diferente para vivir, y porque era la forma de conectar con otras almas también en búsqueda. Y ese encuentro con el otro ha sido precioso. Pero nos hemos visto arrastrados en un "hacer, hacer y hacer" contradictorio con esa vida por la que apostamos. Sentíamos que valía la pena, y que el momento lo exigía. Pero era imposible no ir a contrarreloj, con prisas continuas y en un ruido constante de tareas y quehaceres.
Por supuesto que creemos que hay que seguir remando en esa dirección. Por supuesto que es preciso alentar el encuentro de las almas. Pero percibimos con fuerza que toca pasar a otra fase dando un paso atrás, aunque sea durante unos meses. Necesitamos recobrar esa tranquilidad, y el SER por encima del HACER. Necesitamos rebajar un poco las prisas y decir NO a algunas de las cosas que nos proponen. Necesitamos esas sobremesas relajadas, esas lecturas compartidas, esas miradas sin fin. Y ya hemos renunciado a responsabilidades que teníamos con algunas entidades, y pospuesto compromisos en la promoción de nuestro libro. A fin de cuentas, no nos obsesiona vender, sino compartir una forma de vida que demanda una coherencia. Lo que se venda será maravilloso porque supondrá conectar con nuevos seres, y en el camino impulsaremos económicamente bellos proyectos solidarios y de transformación. Seguiremos con ello de otra forma. Pero ése no es el objetivo. De hecho, no hay objetivo. Sólo hay camino. Y a ese camino nos debemos y es a donde queremos retornar.Recuperaremos tiempo para el encuentro y la relación, que es lo que da sentido al libro, a las entrevistas y a toda esa parafernalia mediática. Recuperaremos el equilibrio perdido y el contacto "tú a tú". Porque lo que hay que preservar es la relación con tantas y tantas personas que nos han contactado, no una presencia permanente en los medios o en los eventos sociales. Sabemos que hay muchas personas que se alegran con nuestros éxitos porque suponen un éxito de otra forma de actuar. Y somos conscientes que muchos anhelan vernos en las noticias en lugar de tanta crispación y enfrentamiento. Pero sabemos bien que lo esencial es invisible a la tele. Y que ese "mundo diferente para vivir" tiene mucho más que ver con lo sutil que con las portadas.Hay una bonita canción que dice: "...Estoy perdiendo el tiempo en vivir deprisa. Mi vida pasa como el viento, pero jamás sentí la brisa". Nosotros queremos sentir la brisa. Y también los abrazos, los aromas, los atardeceres y las miradas. No perdamos el tiempo en vivir deprisa.