El «éxito» de la farmacéutica Pfizer con una posible vacuna para la Covid-19 es portada en todos los grandes medios de comunicación. Independientemente de que la noticia sea buena, llama la atención cómo se ha desatado la euforia SIN PUBLICAR PRUEBAS CIENTÍFICAS de lo que afirman los responsables de dicha compañía privada.
La empresa estadounidense no ha ofrecido ningún estudio (o al menos parte del que están haciendo) sobre las bondades de su tratamiento. Sólo tenemos la palabra… de una farmacéutica sospechosa. Pfizer y Biontech han anunciado que su vacuna contra el Covid-19 es eficaz en más del 90%.
Está basada en ARNm, BNT162b2 contra el SARS-COV-2 y siempre según la compañía, ha demostrado su eficacia contra el coronavirus en participantes sin evidencia previa de infección. Son datos obtenidos a partir del primer análisis de eficacia provisional realizado el 8 de noviembre.
El ensayo ha sido evaluado 43.538 participantes y el análisis ha evaluado 94 casos confirmados de Covid-19 en participantes del ensayo. Y esto es casi todo lo que sabemos porque Pfizer no ha publicado nada sobre esas evidencias de eficacia.
Está haciendo la investigación, toma datos que le vienen bien y los da a conocer pero sin mostrar ni indicios de prueba.
El presidente y director ejecutivo de Pfizer, Albert Bourla, ha incidido en que el primer análisis intermedio de su estudio global de fase 3
proporciona evidencia de que una vacuna puede prevenir eficazmente el Covid-19″.
Sí y lo tenemos que creer porque él lo dice, insisto, NO HAY PRUEBAS CIENTÍFICAS de que eso sea cierto. Claro la noticia, en un mundo en buena medida parado por el miedo al virus, ha sido muy bien acogida; es lo que queríamos oír, una vacuna, la «solución» al problema mundial.
Esta es una victoria para la innovación, la ciencia y un esfuerzo de colaboración global“, ha comentado Bourla.
Pero hay riesgos. La propia casa lo indica en el apartado Aviso de divulgación de nota de prensa:
riesgos y las incertidumbres incluyen, entre otras cosas, las incertidumbres inherentes a la investigación y el desarrollo, incluida la capacidad de cumplir con los criterios de valoración clínicos anticipados«.
Lo cierto es que no hay Ciencia sin método científico y sin la publicación de sus resultados para que otros científicos e investigadores puedan comprobar esos datos y adquirir conocimiento con ellos. Y aquí está el problema. Las farmacéuticas alegan que hacen un esfuerzo muy grande en investigar como para que al publicar sus resultados otras empresas copien sus productos y que por ello no los dan a conocer.
Es una trampa para tener todo el control de la investigación y utilizar sólo los datos que les convengan, sin tener que dar explicaciones sobre los datos que no les interesen. Más claro: Tenemos que fiarnos de Pfizer porque sólo sus gerentes tienen la información sobre cómo va la investigación de la vacuna y puede que nos digan la verdad o puede que por intereses económicos nos cuenten sólo lo que sea bueno para ellos.
Esto es usar la ciencia para hacer marketing. Y lo hacen de manera legal porque esta actitud anticientífica está protegida por la figura jurídica del «secreto comercial». Los datos de sus ensayos las farmacéuticas no se los entregan al completo ni a las agencias reguladoras de fármacos (estas además, aprueban los medicamentos revisando la info de los laboratorios, no hacen pruebas para contrastarla).
Y esto en un contexto de pandemia mundial provocará que la aprobación de las vacunas para la Covid se haga más rápido, con la pérdida de rigor que ello conlleva… y los riesgos que asumirá la población.
Esto es un fraude científico pues la sociedad se queda sin conocer toda la verdad sobre cada fármaco y los investigadores independientes no pueden usar esos datos para continuar investigando. Esta es la clave para entender el carácter comercial de la ciencia para determinadas empresas.
El progreso científico se basa en la posibilidad de reproducir los resultados de otros investigadores. Pero esto, en muchos casos, es imposible por la falta de información. La falta de transparencia pone así en peligro la propia investigación y su credibilidad.
El presidente de Pfizer ha explicado que continuarán recopilando más datos a medida que el ensayo continúe. Se están registrando para un análisis final planificado cuando se hayan acumulado un total de 164 casos confirmados de Covid-19. El ensayo clínico de fase 3 al que se refieren en Pfizer comenzó el 27 de julio y ha inscrito a 43.538 participantes hasta la fecha, 38.955 de los cuales han recibido una segunda dosis de la vacuna candidata el 8 de noviembre de 2020.
Son buenas cifras para obtener resultados fiables, el problema como cuento es que sólo en Pfizer conocen «la verdad» de su investigación y desarrollo de la vacuna que nos ocupa. Llama la atención que tengamos además que creer sin pruebas a una empresa tan sospechosa como Pfizer, con un historial de irregularidades, multas administrativas, enfrentamientos con la Justicia, etc. Llama la atención que el mundo espere su «salvación» de manos de este tipo de empresas.
Que la ciencia sólo es marketing para la casa lo prueba que hace unos años no quiso investigar si uno de sus fármacos, Enbrel, era apropiado para el Alzheimer; su patente expiraba y no lo haría suficientemente rentable.
En la multinacional farmacéutica hubo despidos en la sede de España por sobornos a médicos y el tratamiento que protagonizó este episodio corrupto fue Enbrel cuando era un fármaco superventas.
Pfizer es una compañía que no tiene problemas en publicitar de manera encubierta su floja vacuna del neumococo Prevenar. Atención porque si sabemos que es una vacuna muy poco eficaz es por una revisión independiente del fármaco que han hicieron los farmacéuticos y especialistas sanitarios de la Oficina de Evaluación de Medicamentos de Extremadura (Evalmed). ¿Ocurrirá algo similar pasado el tiempo con su vacuna de la Covid?
La Agencia de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés) destapó también las malas prácticas de Pfizer en China. En concreto, la compañía habría utilizado ingredientes caducados para fabricar sus tratamientos en el país oriental.
El descubrimiento se hizo durante la inspección de una planta de fabricación. La FDA trataba de determinar si los medicamentos que salían de esa fábrica eran aptos para vender en Estados Unidos. La Agencia también detectó que Pfizer tenía una doble contabilidad para ocultar los fallos de calidad.
En el Reino Unido las autoridades de Competencia fallaron que Pfizer y otra compañía, Flynn Pharma, cobraron precios injustos y excesivos por la fenitoína sódica violando las leyes británicas y europeas de la competencia.
Habría que recordarle al nuevo presidente Biden que cuando era la compañía farmacéutica número uno del ranking mundial, Pfizer hizo lobby contra el presidente de EE.UU. Barack Obama.
El motivo fue un programa del gobierno estadounidense para que los médicos seleccionen los fármacos que recetan a sus pacientes con criterios más racionales (y menos comerciales).
Los propios accionistas e inversores de Pfizer han denunciado al laboratorio por falsear datos de seguridad en un ensayo clínico, lo que provocó fuertes inversiones en la empresa que les hizo perder dinero. Seguro que en esta ocasión la farmacéutica no hará lo mismo con su vacuna de la Covid.
En fin, podríamos seguir contando quién se erige como benefactora de la humanidad hoy al anunciar el «éxito» de su tratamiento para el coronavirus pero los datos hablan por sí solos.