Cuando me dicen que no deje de luchar, no sé muy bien qué quieren decirme, no sé que significa esa expresión. Lo sabría si fuese un soldado en el frente, o un boxeador en el ring, o un karateka en el tatami, pero solo soy un enfermo en su casa, así que me suena más a frase hecha que a otra cosa. Claro que es muy fácil de decir porque es como si estuvieses dando ánimos “vamos, que tú puedes, no dejes de luchar, a por ellos que tú eres más fuerte…”. Pero a la hora de la verdad, para mi, no significa gran cosa.
Porque la batalla se está librando en mi interior. Yo solo padezco las consecuencias de la que tienen ahí liada ahí abajo y me limito a intentar echarle munición a mi cuerpo para que luche contra mi enemigo. Según parece no es una munición muy eficaz porque el enemigo cada vez se hace más fuerte y está a punto de invadir otros órganos, pero es lo único que puedo hacer. También puedo tener paciencia, pero tampoco me sirve de nada.
La verdad es que para ser una guerra tan importante son muy pocas las cosas que puedo hacer por mí mismo y eso es realmente frustrante.
Me gustaría poder llevar una participación más activa, tomar más decisiones, diseñar alguna estrategia o aplicar un golpe táctico que nos devuelva alguna ventaja perdida, pero no, no me dejan, me tienen ahí arrinconado. Mi misión es la de no protestar y ser obediente, o sea, la parte más pasiva y aburrida de todas, así que eso haré, qué remedio. Tal vez a eso se refieren con seguir en la lucha ¿no? seguir obedeciendo, cumpliendo mi papel y no desesperarme antes de tiempo.
Yo a lo mío. O sea, a nada, a tratar de reirme lo más posible y estar el mayor número de horas tranquilamente, disfrutando de mi chica. Con eso creo que voy bien y no me salgo del guión. Ya que es lo que se espera de mí, es lo que les daré. Si descubro más cosas las iré aplicando pero por ahora creo que serán suficientes.