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Noviembre nos devuelve a nuestra orquesta tras el paréntesis operístico, retomado por la OvFi, y con un programa variado, poco escuchado, incluyendo un estreno del propio director invitado y la participación como solista del trompeta de la casa aunque con un instrumento para muchos desconocido. Primero tuvimos conferencia de la gerente Ana Mateo que compartió con "El camino hacia el concierto" la enorme trastienda y camino a recorrer, con un equipo poco reconocido e igualmente necesario antes de llegar al punto final, y que este segundo de abono nos traía al catalán Miquel Ortega en su triple vertiente de compositor, clavecinista y director, lo que redundó en una respuesta homogénea y entregada por parte de nuestra OSPA.
El bestiario que comenzó como ballet de encargo, como sucede en la mayoría de obras para danza, acaba conformando una suite que se estrenaba en Asturias (el jueves dentro del programa "Avanti" en Piedras Blancas) de la mano del propio compositor.
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Lúgubre arranca el segundo con el toque de gong, misterioso, melodía en el registro agudo del oboe, de nuevo la trompeta con sordina, toques de pandereta, flauta y los pizzicati de la cuerda donde el protagonismo en dinámicas medias, comedidas, va alternando hasta llegar a cambios de tempo para lograr una densa atmósfera en la cuerda con rellenos del tutti siempre en mezzo forte y estructura compositiva muy clásica, vueltas al inicio incluso en las sonoridades que huyen de tentaciones rompedoras y finalizan en un retardando parejo al descenso melódico de agudos a graves hasta los contrabajos antes del final seco y fortísimo.
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Para el cuarto nos picó la pulga del cabaret al que hacía referencia más arriba, instrumentación muy de musical en Broadway, marimba y temple-block marcando ritmos para la melodía del clarinete como si Fred Astaire y Ginger Rogers bailasen otro "Cheek to cheek", mejilla con mejilla, cuerda de película, trompeta de jazz bien traída y melódicamente pegadiza con mucha calidad y elegancia para un final seco y fuerte, por otra parte previsible.
El cierre de la suite resultó un tango sinfónico tan argentino como Piazzolla, con solo de violín porteño (aunque ruso en estado puro), llevando el ritmo el resto de la cuerda compartiendo y dialogando acentos, dialogando con maderas y dúo "por dos cabezas" entre los solistas primero y segundo nacarados, de discurso cálido, meloso, con el güiro remarcando los pasos, la melodía engrandeciéndose en toda la cuerda y la madera para un "crescendus interruptus" que devuelve dúo a flauta y clarinete, Myra-Andreas antes de apropiárselo Vasiliev-Ordieres, arietes de arco traspasados a Ferriol-Romero en juego vertiginosamente acelerado para frenarse en una "paradinha" aumentativa rematada a puerta.
Un placer de suite agradecida de principio a fin en un bestiario diminuto en sustantivo y enormemente adjetivado.
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El Allegro presentó un sonido dulce y potente con agilidades claras y fraseos precisos, con la cuerda siempre en su sitio en cada momento y el apoyo necesario, cadencia primera breve y lograda en todo, segura además de matizada. El Largo resultó delicioso, de esencia italiana, corroborando la colocación del solista detrás y no delante para estar más arropado por la cuerda siempre reconfortante, movimiento difícil por las notas largas soltándose, como es de esperar, en la cadencia correspondiente. El Vivace siempre exigente, más "operístico" por respiraciones, ornamentos y la orquesta ajustada al solista y el apoyo del clave directorial que siempre mimó el canto, nuevamente desde la trayectoria de un Ortega que domina la música escénica como pocos. La última cadencia resultó virtuosa por saltos, registros extremos sin perder el carácter "cantabile" y dejándose gustar. Bien todos los ritardandi, preparatorios o conclusivos y todas las dinámicas nada exageradas en cada uno de los movimientos, destacando el perfecto entendimiento entre todos y una dirección siempre precisa, clara y respetuosa con un estilo musical agradecido siempre para intérpretes y público. Podemos seguir presumiendo de tener unos solistas capaces de ofrecernos obras como la de Neruda con una profesionalidad y musicalidad dignas de los mejores especialistas, sin movernos de la OSPA.
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