Me quedo contigo. No porque tenga clarísimo que eres lo mejor para mí, ni que siempre me harás feliz, ni siquiera porque me folles mejor que nadie y siempre me hagas reír. Me quedo contigo porque no sé vivir sin ti. Porque pensar en no volver a ver tu sonrisa me destroza cualquier ilusión que pueda tener en la vida. Nada me llena más que escuchar tu carcajada al romper las barreras del espacio tiempo y ver cómo tu mirada se aniña con el brillo de la infancia.
Sé que no va a ser sencillo, que tu extraña mente turbulenta se atribula fácilmente con pequeños granos de arena que se convierten en montañas dentro de tu alma, que siempre te preocupas de más por todo y todos, que temes hacer daño, aunque siempre has amado más de lo que te han amado, que, a veces, las emociones te abruman de tal manera, que encierras tu ser dentro de tu caparazón y nadie puede acceder a él. Sé que a veces pierdes el culo por serlo todo porque crees que no eres suficiente. Sé que no va a ser fácil, porque eres todo corazón. No te digo que no tengas inteligencia. Joder, la tienes, y mucha más que yo. Sabes ver en el comportamiento de la gente cosas que a mí, por mi racionalidad, se me escapan. Aprecias matices en las miradas, en los gestos, que son invisibles para el resto. Eres capaz de tirar del hilo en una palabra y acabar desenterrando un poema de cincuenta y seis versos que alguien no quiso que leyeras… Quizás sea precisamente tu capacidad para desvelar aquello que no se ve lo que imposibilite tu felicidad…
Por eso, cariño mío, te prometo la más diáfana de las transparencias para que nunca jamás tengas que estar alerta. Prometo que siempre seré yo, para que no tengas que pensar si me conoces o no. Prometo poner mi racionalidad a tu disposición cuando sea necesario para que no tengas que elucubrar y la dejaré aparcada en doble fila cuando lo único que necesites sea calor, comprensión y una mano amiga. Para mí, ten claro que no eres suficiente, siempre has sido y serás sobresaliente. Te prometo que, cuando no pueda evitar que te hundas, yo tomaré el control. Juro que si te encierras en tu cascarón, resquebrajaré las paredes con el terremoto de las risas y si, aun así, no puedo sacarte, me encerraré contigo para pasar las tardes de tormenta viendo pelis de miedo bajo las mantas. También te diré, y espero que me escuches, que los demás pueden cuidarse solos, que no es tu labor protegerlos a todos y que lo primero en tu vida tienes que ser tú. Ya lo eres para mí, ¿por qué te cuesta tanto cuidar menos de los demás y más de ti?
Y te prometo, no, te doy mi palabra de que, con todos los granos de tus montañas, haremos castillos de arena, sonrientes, a la orilla de la playa.
Te quiero y necesito pedirte perdón si alguna vez no he estado a la altura y has sentido que te había abandonado. No era mi intención darte de lado, pero, aunque tu dolor me abrumara tanto que me sintiera perdida y no fuera completamente yo, nunca he dejado de ser la mitad de ti.
Por eso te digo a ti, sí, a ti, la de los ángeles y demonios, la de los versos inconclusos y la frustrada poesía erótica, la de la fotografía en blanco y negro que contempla tristemente el mundo a través del musgo y la miel de mis ojos, que, sin temor a equivocarme, te elijo. Joder, me elijo, y puedo jurarme que nunca permitiré que me dividan de nuevo y que siempre permaneceré conmigo.
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