Revista En Femenino
He estado haciendo un repaso a algunos de los posts que he escrito en Im-perfectas durante estos años. Es curioso que nunca haya reflexionado, más que de forma sucinta, velada, incluso accidental, sobre la falta de tiempo y las prisas continuas, que son uno de los males indudables de este siglo XXI, al menos en los países desarrollados.
Cuando tienes hijos la sensación de tener poco tiempo en general es apremiante. Me hace gracia esa gente que dice que hay tiempo para todo. Aunque parezca una hipérbole lo que voy a decir, no lo hay. Lo que sí existe, porque cada uno se la marca, es una escala de prioridades para repartir las horas, se tenga o no descendencia, si bien en el primer caso los minutos libres son pocos. Fuera de mi tiempo del trabajo, todo lo relativo a las niñas es más importante, incluso más urgente que el resto. Pasar tiempo con ellas, ayudarlas, atenderlas, dedicarles tiempo sin más. Incluso sin estar con ellas físicamente ir en búsqueda de ese material que necesitan o del regalo para una amiguita que les ha invitado a un cumple, aunque eso implique buscar en más de un sitio, de tienda en tienda. Eso me resta tiempo -y no siento que me lo robe, 'solo' me lo quita- para muchas otras parcelas de mi vida, pero creo que la gente que me quiere y a la que quiero, las personas que me acompañan, lo ha entendido muy bien. Incluso aunque no tengan hijos, lo que solo habla de su generosidad y su saber ponerse en mis zapatos.
Hace poco viajé por trabajo. Algo breve, ir y volver en el día. Nunca lo hago. Fue una jornada laboral intensa como lo son bastantes otras, pero diferente (estuve en la playa, vi el mar, que es algo que siempre me hace bien). En el trayecto de vuelta quería que el tren corriera porque estaba pensando en un montón de cosas por hacer a la vuelta para las que no me parecía disponer de tiempo suficiente. Tareas para esa misma tarde.
El tiempo vuela, se me escurre, como a todos, entre obligaciones y rutinas y sazonado de ocio principalmente los fines de semana. Una de las rutinas son los polémicos deberes, demonizados hasta la saciedad. Indudablemente quitan tiempo para disfrutar en familia. Si hay tarea o un examen la tarde de ocio ya no será tal. Porque hay que repasar y los minutos corren, y luego vienen las duchas y preparar cenas. Conforme se sube de curso en Primaria el dolce far niente de las tardes de infantil es solo un espejismo. Dan ganas de gritarle al reloj “atrásate, si es que no puedes pararte”. Sería en vano.
Benjamin Franklin, uno de los padres de los Estados Unidos reflexionaba “¿Amas la vida? Entonces no malgastes el tiempo, porque ese es el material de que está hecha la vida”. No solo es que no lo malgaste, es que me parece exprimirlo. Me gustaría poder multiplicar este recurso siempre escaso. De niña no lo percibía, pero cuanto más crezco –más años voy viviendo–más entiendo y siento que es un verdadero lujoque siempre me resulta insuficiente y limitado.