
"Cuando Cynthia despertó, la casa estaba tan silenciosa que pensó que debía de ser sábado.
Ojalá hubiera sido así.
Si alguna vez había necesitado que fuera sábado, que fuera cualquier día menos un día de escuela, era ése precisamente. Tenía el estómago revuelto y la cabeza le pesaba como un bloque de cemento: le costaba un gran esfuerzo mantenerla sobre los hombros."
Cuando me regalaron este libro me sonaba haberlo visto hacía un tiempo por todas partes, pero lo cierto es que no le había prestado una especial atención. No sería hasta las vacaciones que me animé a leerlo buscando esas lecturas que me permiten desconectarme del mundo unas horas, y justo eso fue lo que pasó.
Por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Sin una palabra.
Conocemos a Cynthia Archer cuando tiene quince años. Un día cualquiera se despierta tras una noche movida y descubre que sus padres y su hermano han desaparecido. Sin rastro. Una experiencia así es algo difícil de superar y aunque Cynthia hace una vida normal y tiene una familia con una hija, veinticinco años después aparecerá en un programa de televisión contando su historia para pedir ayuda. Sin embargo, las consecuencias de esa aparición televisiva pueden hacerla arrepentirse de haber hecho público su caso.
Lo primero que sorprende de este libro es el narrador, ya que esta figura recae sobre el marido de Cynthia, otorgándonos así una perspectiva de la historia externa pero extremadamente cercana. Y lo segundo el comienzo; parte del momento en que la familia de ella desaparece, consiguiendo de esta forma que el lector comience en el mismo punto de partida que la protagonista, la incertidumbre.
El libro, contado de una forma muy rápida, está pensado para tener al lector pegado a sus páginas mediante un argumento que, si bien no es excesivamente original en su resolución, si que va dando pequeñas sorpresas que nos mantienen entretenidos a lo largo de su desarrollo. Con descripciones muy medidas para que la narración mantenga el ritmo, una acción continua y los finales de los capítulos pensados para empujar a leer el siguiente, estamos ante un libro que dura apenas un par de días en las manos de cualquier lector. Y cuando digo cualquier lector es justo eso, estamos ante un libro que no se hace duro, con una intriga muy bien sostenida y un argumento que termina cerrando de forma hermética. No necesita muchas páginas para que sintamos esa necesidad de saber qué sucedió con la familia de la protagonista y sigamos las pistas que van apareciendo como si fuera algo personal.
Muchas veces lo que buscamos en los libros es una historia que nos mantenga enganchados, con una buena dosis de intriga y que nos resulte fácil de leer, que mantenga una calidad. Sin una palabra aporta todo eso y nos lleva siguiendo las pistas de lo que sucedió hace veinticinco años en la vida de una adolescente convertida ya en mujer, consiguiendo despertarnos la necesidad de saber qué pasará en el siguiente capítulo. Cada vez. Así que no os diré que es una obra maestra, pero si que cumple lo que promete: una lectura que deja muy buen sabor de boca.
Y vosotros, ¿también buscáis de vez en cuando este tipo de novelas?
Gracias
