Cuando empleamos la fuerza de la dualidad para intentar escapar de las prisiones de nuestra cotidianidad aumentamos por reacción la fuerza de los barrotes. En cambio cuando trascendemos la dualidad con el poder de nuestro corazón los barrotes ceden ante su ímpetu, como la cáscara del huevo cede ante la vida que cobijó: la naturaleza del corazón es la libertad y no hay prisión que pueda encerrarlo.
Querido lector, no luches contra los barrotes, despliega simplemente las alas de tu libertad y vuela ... allá a donde tu corazón anhele. La auténtica libertad no se conquista luchando, sino ejerciéndola en cada uno de nuestros pasos. Ser libre es ser tú mismo, sin máscaras, sin victimismos, sin juícios, sin responsabilidades que no son tuyas ... en definitiva, sin vestimentas que oculten tus alas.
(Dedicado a Bel Siquier, que me ha proporcionado gentilmente la imagen)