Mayte Guillén Salesa.
Me dirijo a su periódico en representación de mi hermana de 30 años, con un 83% de discapacidad y Grado III. Ella no tiene voz porque su habla silenciosa y tropezada solo la entendemos algunos. Su mundo somos su familia y nuestro mundo gira en torno a ella. Tampoco tiene voto porque su incapacitación así lo determina. En 2007 solicitamos la dependencia. Desde entonces se han publicado normas inconexas. Hemos recibido la visita de un trabajador social en casa en dos ocasiones, pero solo damos pasos en círculos sin avanzar, con trabas administrativas y sin rastro de ayudas. Así que, como decía al principio, solo me queda llegar a la conclusión de que mi hermana no solo no tiene voz ni voto, sino que además no tiene derechos.Quizá deberíamos replantearnos qué hacer con sus obligaciones, especialmente las fiscales; pero, claro, ella no es una sicav, ni es consejera delegada de entidad bancaria, ni se relaciona con las islas Caimán, ni tiene dinero que aflorar… “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. (...)”. Artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos
http://elpais.com/elpais/2013/09/23/opinion/1379956495_589685.html
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Revista Solidaridad
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