
Carl Jung y el Premio Nobel de Física Wolfgang Pauli postularon una unión profunda entre la materia y la mente, sugiriendo que ambas surgen de un único todo o una fuente común, algo asimilable al Principio de Indeterminación de Heisenberg, según el cual la materia y la energía proceden de una fuente común. Todo esto sugiere un universo donde lo físico y lo psicológico no están separados por una gran barrera.
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“Gira la vida en torno nuestro, presentando sucesivamente sus facetas innumerables. De pronto una de éstas envía a nuestro ser no sabemos bien qué reflejo alentador, y algo que, apenas sospechado, iba en nosotros, cobra repentina robustez. El germen de una idea, un sentimiento indeciso crecen en tal sazón rápidamente, hasta su completo desarrollo, afirmando e imponiendo su fisonomía dentro de nuestro ánimo. Una lectura, una persona, un hecho sobrevenido prestan de súbito tal misteriosa corroboración a nuestras íntimas germinaciones. Dijérase que esa circunstancia exterior y esta posibilidad en mí latente poseyeran una previa, radical fraternidad y una misma calidad de sangre pulsara en ambas, de suerte que mutuamente potencian su energía sin modificar lo más mínimo el sentido, la curvatura en que coinciden” (Ortega y Gasset(1)).
[1] Ortega y Gasset: “Azorín, primores de lo vulgar”, en “El Espectador”, Vol. 2, O. C. Tº 2, p. 166.
