Por Sandra Vicente
Apenas habían pasado seis meses de la Marcha sobre Roma (1922) cuando Benito Mussolini impuso un decreto por el cual la celebración del 1 de mayo quedaba prohibida. En su lugar, Il Duce decretó que la nueva jornada festiva —que no reivindicativa— de los trabajadores pasaba a ser el 21 de abril, el mismo día en que se conmemora la fundación de Roma.
De esta manera, la dictadura tapaba con nacionalismo la celebración de los derechos laborales en Italia. Fue una respuesta rápida a la fuerte organización sindical en el país, que fue perseguida sistemáticamente por los Camisas Negras para evitar que repitieran hazañas del pasado. Como la del Biennio Rosso (191-1920), durante el que se generaron consejos de fábrica que tomaron casi todas las industrias del país.
“El fascismo teme a la organización de los trabajadores. Antes, el obrero era una figura importantísima en la lucha contra la extrema derecha”, asegura Andrea Malpassi, responsable de política europea de la Confederazione Generalie Italiana del Lavoro (CGIL), el sindicato más importante del país.
Malpassi recuerda la década de los 20 del siglo pasado, cuando Europa se enfrentó por última vez al auge del fascismo. Ve muchas similitudes con aquella época, pero también muchas diferencias: “Han sacado el trabajo de la agenda y ya no es un actor político importante, como sí lo fue hace 100 años. No nos identificamos como trabajadores, hemos perdido el sentimiento de clase y lo estamos pagando caro”, asegura este sindicalista, en referencia a los dos años de gobierno de extrema derecha en Italia, de la mano de Giorgia Meloni.
Han sacado el trabajo de la agenda y ya no es un actor político importante, como lo fue hace 100 años. No nos identificamos como trabajadores, hemos perdido el sentimiento de clase y lo estamos pagando caro (Andrea Malpassi — Responsable de política europea de la CGIL)
Desde la CGIL aseguran que si el trabajo se hubiera puesto en el centro y los trabajadores estuvieran más informados de sus derechos y mejor asistidos, la extrema derecha no habría llegado a gobernar Italia. Ni estaría amenazando en otros países de Europa, donde se espera que ganen poder tras las elecciones europeas del 9 de junio.
En otras zonas de la UE, como España, la visión es la misma. “Representamos lo que odian: lo colectivo, la diversidad, la defensa del débil frente al capital”, asume Cristina Faciabén, secretaria de Internacional, Cooperación y Migraciones de CCOO. “Nunca se está preparado para el fascismo, pero somos conscientes de la amenaza porque tenemos compañeros que ya lo han vivido”.
Faciabén se refiere a miembros del sindicato italiano CGIL, pero también al CTA-T de Argentina, al CUT de Brasil y al CUT de Chile. Estos cinco sindicatos se unieron en REDES, una organización internacional que busca “elaborar una estrategia conjunta frente al fascismo desde el mundo laboral”.
La importancia del voto obrero
“Lo que estamos haciendo con España para frenar al fascismo en estas elecciones europeas es histórico”, asegura Malpassi, orgulloso de la colaboración con CCOO. Ambos sindicatos son conscientes de que la extrema derecha de cada país es muy diferente, pero tiene puntos en común. “Mientras Meloni es una populista que se aferra a las clases populares y a la pobreza, Vox es mucho más elitista”, analiza el sindicalista italiano. “Pero al final, todos son neoliberales de libro que se benefician del descontento y la abstención”, remacha Faciabén.
Una de las iniciativas conjuntas que han llevado a cabo estos dos sindicatos de cara a los comicios es una campaña de incitación al voto que se está desarrollando en la zona de Lombardía y en Catalunya. “Meloni ganó las elecciones gracias a la abstención”, asegura Malpassi, que recuerda que en las últimas elecciones ni la mitad de italianos fue a votar. “La extrema derecha arrasó, pero obtuvo un 20% de votos menos que cuando Berlusconi ganó los comicios”, explica.
Desde España también se identifica un “descontento generalizado” por la política y una desafección todavía mayor cuando se trata de las elecciones europeas. “Pero tenemos que hacer entender que muchas cosas del comer dependen de lo que se decida en Bruselas”, apunta Faciabén. Especifican que “incitar al voto” no significa invitar a votar a un partido en concreto, pero sí insisten en recordar que el fascismo “nunca es una buena opción para las personas trabajadoras”.
A pesar de eso, se muestran convencidos de que entre sus afiliados hay votantes de Vox y de Hermanos de Italia. Por ello, ambos sindicatos también realizan cursos de sensibilización entre sus afiliados para detectar y frenar discursos de extrema derecha en el lugar de trabajo. El primero que realizó CCOO fue en la fábrica de Mahou en Guadalajara, donde se organizaron charlas, pero también se trabajó con juegos de rol e, incluso, programaron el monólogo feminista No sólo duelen los golpes, de Pamela Valenciano.
“En el lugar de trabajo raramente salen a la superficie los discursos fascistas, se trata más de atajar comentarios discriminatorios que pueden salir en las típicas conversaciones de máquina de café”, reflexiona Álvaro Mora, presidente del comité de empresa de la fábrica de Mahou. Pone como ejemplo que, si bien no hay comentarios abiertamente racistas entre sus compañeros, sí considera que a las personas que están subcontratadas —la mayoría de ellas migrantes— se las trata peor.
Mora tiene claro que “hay que seguir con la labor de contención para frenar la deriva fascista”. Y cree que una de las claves para ello es recuperar el sentimiento de clase. “El sistema lo que hace es darnos migajas. Y en cuanto mejoran las condiciones, la gente enseguida tira de coche, de marcas y reniega de la clase obrera. Pero no se dan cuenta de que, por mucho Audi, no son uno de ellos”, apunta.
Lo que tenemos hoy fue conseguido con años de huelgas y protestas. Ni la empresa ni el sistema regalan nada. Debemos mantenernos unidos como clase, porque lo que pretende el fascismo es alienarnos (Álvaro Mora — Presidente del comité de empresa de la fábrica de Mahou en Guadalajara)
Gran parte de las formaciones y charlas que estos sindicatos dan en los lugares de trabajo se basan en repasar la importancia del sindicalismo. “Explicamos que lo que tenemos hoy, aunque nos parezca una mierda, fue conseguido con años de huelgas y protestas. Que ni la empresa ni el sistema regalan nada”, sentencia el sindicalista.
“Nos hemos individualizado y debemos volver a lo colectivo. Lo primero es identificarnos con nuestros compañeros de oficio o de clase. Porque si no somos capaces ni de eso, no podemos esperar solidaridad con otros colectivos oprimidos a los que el fascismo también quiere destruir”, añade Malpassi desde Italia.
Ambos sindicatos advierten que, ya sea desde el populismo de Meloni o el elitismo de Abascal, la extrema derecha busca seducir al electorado prometiendo mejoras sociales, pero en ningún caso, avisan, serán para las clases populares. Y Malpassi pone un ejemplo claro: desde que Hermanos de Italia llegó al poder, no hay diálogo social con los sindicatos
Fuente: El diario
08/06/2024