Revista Diario

Síndrome de abstinencia

Por Belen
Síndrome de abstinencia Leía esta mañana bien temprano que el hijo de mi amiga Patricia tiene mamitis aguda. El peque tiene cuatro tiernos años y su única obsesión es mamá. ¿Y qué hay de malo? Pues nada, que puede haber de malo en que tu hijo te quiera tanto que te absorba toda la energía habida y por haber. A esa edad es como si regresara una necesidad férrea de contar con la principal figura de referencia: la madre. Necesitan seguridad, confianza, y todo ello es porque en ese momento hay un desarrollo brutal a todo nivel: físico, psicológico, emocional. 
Esto lo veo yo ahora desde la distancia. El paso del tiempo te da pespectiva. Porque cuando a una le chupan las fuerzas como seguro que le está pasando ahora a Patri ves poco o nada. Luego sí, luego te das cuenta del por qué, el cómo, el cuándo. 
Y yo que me he quejado tanto de la dependencia de Rayo, de su mamitis, de su no sin mi madre, ahora me da por quejarme de su independencia. ¿Qué os parece? Aunque parece que ha pasado una eternidad, no hace tanto no tenía intimidad ni para ir al baño, si me metía en la ducha, me visitaba para comprobar que todo iba bien -igual pensaba que podía escaparme por el desagüe-, le costaba irse con su padre sólo al parque, me echaba de menos si se iba con los abuelos. Todo eso pasó, todo eso ya no ocurre. Y yo, aunque parezca sorprendente, tengo síndrome de abstinencia
Rayo ya no me necesita como antes, ha desarrollado una magnífica relación con su padre, lo cual nos permite una crianza mucho más repartida y saludable para todos. Esto ha hecho que ese amor tan concentrado e intenso que me profesaba tiempo atrás ahora quede más equilibrado. Pero también significa que ahora yo tengo huecos vacíos y eso pasa factura. Ya no me llama sólo a mi en la noche, ya no me necesita sólo a mi si está malito, ya no hace falta que le bañe yo y solo yo, ya no pasa nada si yo no le doy el último beso de buenas noches..... ya no tiene mamitis. Pero yo me he acostumbrado, a pesar de las quejas, a esa necesidad, a esa unión, a ese sentir que aún conservábamos alguna especie de cordón umbilical. Ese cordón ahora se cortó. Estoy contenta, porque él poco a poco y a su ritmo ha ido desarrollando una independencia muy sana, es un niño con mucha seguridad y confianza en sí mimo. Y todo ello sabemos que es gracias a que su padre y yo hemos respetado sus tiempos. Pero oye, a las madres se nos queda cara de bobas cuando vemos que el primer beso de la mañana ya no te lo da a ti, o que al venir a nuestro cuarto, no se mete por tu lado de la cama sino por el de papá. Así somos nosotras, inconformistas.... quejas antes y quejas ahoras..... ;) 
Ahora me toca acostumbrarme a la nueva etapa, debo asumir que este niño ha crecido, que nos esperan cambios y novedades y que mi papel como madre ha cambiado. Cambia él, cambio yo... él marca el ritmo y yo le sigo, así funciona esto, ¿no?

Volver a la Portada de Logo Paperblog