Uno de los muchos chistes, chascarrillos y memes que durante esta larga temporada han llegado a mi smartphone decía: “¡A ver si nos están engordando para luego…!“. Sin llegar a lo que se excusa decir, sí que es verdad que uno se pregunta si esto no será ya más un encierro con todas las letras que una cuarentena previsora y profiláctica. Miedo me da pensar hasta cuándo los adultos no imprescindibles estaremos confinados, naturalmente por nuestra propia seguridad, según nos dicen en la homilía de la jornada. Mi miedo aumenta proporcionalmente cuando observo, estupefacto, las dificultades que dentro del ejecutivo se han producido a la hora de consensuar los lugares a los que se podrá acudir con los pequeños de la casa a partir del próximo domingo y la manera como los niños saldrán a la calle tras llevar más de cuarenta días sin tomar el sol. ¡Por favor, si en cuestiones tan ‘problemáticas’ tardan tanto en ponerse de acuerdo qué será cuando llegue lo ‘fácil’, o sea, nosotros, los maduritos!
Sin embargo estoy tranquilo pues he escuchado de boca de un responsable político que se van a equivocar muchas veces más y que rectificarán o no, según vean, muchas más. Tras oírselo decir me he ido a echar la siesta mucho más feliz convencido de que ya hay otros que yerran y errarán por mí. Gracias a esto, desde lo de los niños presto mucha menor atención a las prédicas consuetudinarias con lo que he notado ya en mí una notable mejoría; ya sólo aguardo a que falten cinco o diez minutos para el día en que entre en vigor la medida anunciada varias jornadas atrás dado que el pensamiento de los firmantes de la misma puede variar, quebrar o mudarse en su contrario hasta ese momento. Y es normal y hasta loable, ¿no?
No haré, pues, pronóstico alguno sobre nada de lo que en la denominada desescalada me dejarán hacer o no. Tras tantos días sin hacer vida social, sin pasear, sin moverme bajo el sol, temo que me pasará como a los pobres niños que, encerrados bajo siete llaves durante 40 largos días, no sólo no se han enfadado con las autoridades pertinentes sino que han saludado con gozo infinito la magnanimidad de los alcaides de lo que desde marzo es España. A esto se le ha llamado desde siempre Síndrome de Estocolmo. Vuelvo por ello al meme del inicio pero adaptado: ¿A ver si me están jorobando mucho para que luego agradezca las pequeñas aperturas que me concedan? Por mi bien, naturalmente.