Hay días en los que de pronto te das cuenta de que te estas haciendo mayor y te niegas a afrontarlo. A veces eres consciente cuando no te importa pagar un taxi para volver a casa, otras, porque empiezas a quedar a tomar el aperitivo en vez de a tomar copas a muerte, y otras, porque las camisetas ya no entran en tu repertorio de modelito habitual.Y te rebelas. Te armas de valor, e intentas cambiar, porque comienzas a dudar si quizás no ha sido una decisión tuya y esa nueva forma de vivir, de ser, ha sido adoptada por las circunstancias. Y recuerdas dichos populares, y te repites eso de que el hábito no hace al monje, y que unos tacones no te hacen ser más mayor, ni ser más responsable. Y ese mismo día, al llegar a casa, te empeñas en romper esa imagen nueva, y te quitas los tacones, y te calzas esas botas que te compraste en otoño con tachuelas para los días de lluvia. Te cambias la americana por una camisa de flores, y te pintas los labios de color rosa fucsia. Porque nunca quisiste ceñirte a un color. Y el negro, aunque hace más delgada y elegante, no es de tus colores preferidos.Y es que por mucho que haya pasado el cuarto de siglo, sigo siendo una niña perdida, y como dice mi abuela, un poco rebelde. Quizás por ello, de vez en cuando brote un poco el síndrome de Peter Pan, y quiera mantenerme así muchos años.Y es que, aunque se empeñen, nadie crece a base de firmar contratos. Y uno no se convierte en persona mayor, por salir del colegio, dejar o terminar la carrera, o encontrar un trabajo tras ser becario. Uno crece a base de aprender de errores, de caerse y levantarse, de afrontar situaciones complicadas, y no por un cambio en tu situación laboral o por tener un uniforme nuevo.Ser un niño no hay que confundirlo con ser irresponsable, o saber determinadas cosas de la vida, sino con ser un poco "inocentón", seguir creyéndote las bromas de este amigo que siempre te toma el pelo, seguir creyendo en la magia, en que otro mundo es posible, y en que en nuestras manos está la clave. Consiste en saltar en los charcos, en poner esa canción que acabas de descubrir, y marcarte una auténtica coreografía enfrente del espejo, en cantar tu último hit moñas a pleno pulmón en el baño con el pelo empapado y el cepillo como micrófono, consiste, en saltarse de vez en cuando las reglas de protocolo para despeinarte, porque como bien me dijo una amiga hace tiempo, las cosas que más felices nos hacen, nos obligan a despeinarnos.A si que, aprovecha que es domingo. Que hoy no hay obligaciones que cumplir, ni reglas que seguir, ni siquiera protocolos establecidos. Despéinate. Vístete y píntate de color. Sé más tú que nunca.Hoy no hay nada escrito.