Revista Cine
Tengo (Tenemos) que tener cuidado con las señales. Más aún considerando que convivimos con ellas a diario, que día a día atravieso (atravesamos) el mar de significados reparando en algunos, y especialmente en aquellos que representan un algo específico para mi vida (nuestra vida), una reminiscencia del pasado o del futuro. Asociación libre, o no tanto. Un color para una persona, una palabra para un recuerdo, un número para la suerte.
Puedo (Podemos) llegar a sentirme (sentirnos) igual que un muñequito en las manos de unos entes superiores, de unos dioses ociosos que cuando quieren divertirse simplemente me (nos) hacen topar con esas señales que poco a poco terminan por construir un entramado perfecto de situaciones y significados. Demasiado orquestado como para ser casualidad. ¿O será que esos dioses viven adentro nuestro? ¿O, más bien, será uno mismo el que se comporta como una suerte de dios, imprimiendo significados donde antes no había? ¿O será mi conciencia (nuestra conciencia) que es incapaz de dejar de ver los hechos mágicos como tales?
Quizás seamos cada uno de nosotros un ente definitorio para historias ajenas, en las que cada mundo sucumbe ante el capricho involuntario de su propia explicación. Creados en un principio gracias a una serie de casualidades, yo y mis creaciones, los nuevos sentidos que inventé para, por ejemplo, el color azul o el número siete se despegan de mí, de su creador, y comienzan a independizarse, a tomar vida propia. Se vuelven capaces de interponerse en el camino que esté tomando y de torcerme el rumbo con tan sólo aparecer o ser aparecidos. De la misma manera en que yo, creación ajena, soy capaz de torcerle el rumbo al mundo que me creó. Dando vida o tomándola, interpretando o siendo interpretado, comprendiendo o siendo comprendido: escribiendo esto soy escrito.
Título Original: Synecdoche, New YorkDirección y guión: Charlie KaufmanElenco: Philip Seymour Hoffman, Catherine Keener, Michelle Williams, Samantha Morton, Tom Noonan, Sadie Goldstein