Revista Cultura y Ocio
Jaime se había levantado tarde y todavía estaba acabando de desayunar sus tres magdalenas empapadas dentro de un café con leche mientras le daba vueltas en su cabeza a esa sensación que tenía de haberse perdido muchas cosas en la vida. Era junio y hacía calor y Jaime se fijó en que dos plantas que tenía en el salón, una calatea y una hermosa drácena, se estaban secando. A continuación, se sentó delante del ordenador para comenzar a escribir su aplazada novela. Era junio, hacía calor y a Jaime le gustaba escribir.
Cualquier novelista sabe que la primera frase es fundamental, pues es la que desencadena la ávida expectativa y la primera que abraza al lector(¡Qué importante es la primera frase de una novela!, solía decir Vargas Llosa), así que Jaime tenía ya perfectamente armada esa su primera frase: "Sino fuera porque detrás del universo no hay sentido ni dirección, solamente azar y caos, el mundo sería un cálido ángulo de 360º " Pero era junio, hacía calor y aunque a Jaime le gustaba escribir... tenía un problema. Jaime, desde niño, habia tenido problemas a la hora de diferenciar el uso entre "sino/si no". Nunca estaba seguro realmente qué "sino/si no" hacía la función de conjunción adversativa y cuál servía para introducir una oración condicional. Y éste, se decía en voz baja Jaime, lo queramos o no, es un gran problema para alguien que está pensando en escribir una novela. Bajó al bar para reflexionar sobre su recién truncada carrera de escritor de novelas de éxito por culpa de su incapacidad a la hora de distinguir entre conjunciones adversativas y condicionales cuando se encontró con Tony, un viejo conocido, con el que solía tomar café y hablar de música. Hablaron de Wes Montgomery, de Joe Pass, del timbre inimitable de las Gibson de los 60 y del hastío que les provocaban los nuevos virtuosos y sus interminables escalas jónicas, dóricas y frigias. En cierto momento de la conversación, Tony le dijo que tenía 22 guitarras eléctricas en su casa y que ya no sabía dónde meterlas y que su favorita era la más barata de todas ellas, una Höfner Galaxie. - Ésas son muchas guitarras, Tony- comentó Jaime.
Se despidieron y Jaime se acercó hasta la frutería para comprar unos kiwis, pues últimamente andaba un poco estreñido y llevaba dos días tomando té verde y kiwis en ayunas a ver si eso le ayudaba un poco a la hora de la evacuación. Al salir de la frutería ayudó a una vecina(que conocía del barrio y le caía simpática) a la que se le había roto una bolsa de plástico, esparciendo dos docenas de naranjas de zumo por la acera, y se ofreció para acercarle la bolsa a la casa donde ella vivía, un bajo pintado de color salmón con rejas verdes en las ventanas que estaba a 50 metros de allí... más o menos. La vecina, una señora menuda y muy encorvada de unos ochenta y cinco años, le contó que hacía muchos años en aquel pequeño bajo color salmón de apenas sesenta metros cuadrados habían vivido 22 personas, pues su marido, ya fallecido, y ella habían tenido veinte hijos y habían tenido que poner literas hasta en el pasillo... pero que ahora estaba ella sola, pues ya todos se habían marchado a hacer su vida y además estaban perfectamente de salud y la mayoría con trabajo, a Dios gracias. Dejó a la vecina y a sus naranjas de zumo en la casa y se acordó, de repente, de sus dos plantas secándose en el salón. Calatea y drácena. Entró a echar un vistazo en la librería de segunda mano del barrio y encontró en la sección de Jardinería-Horticultura-Ciencia Ficción un libro, a 4,50 euros, titulado: "El gran libro de las plantas de interior: trucos y consejos para el cuidado de tus plantas".
Pagó el libro y volvió a su casa. Se sentó en el sofá mientras enfriaba otro té verde y abrió el manual de plantas de interior. En la página 22 encontró una pequeña hoja cuadriculada de bloc de anillas con algo escrito en bolígrafo rojo. Lo leyó:
"Una forma sencilla de saber cuándo debe escribirse si no es cuando se puede intercalar entre si y no algún elemento sin que se pierda el sentido en el texto: «Si (el juez) no hubiera intervenido», «No aprobará si (él) no estudia», «Si (tú) no quieres no iré».Sino es, también, un sustantivo que significa ‘destino o fuerza desconocida que actúa sobre las personas y determina el desarrollo de los acontecimientos’. Era junio, hacía calor y Jaime se sentó delante del ordenador para rehacer la frase inicial de su novela de éxito: " Si no fuera porque detrás del universo hay cierto extraño orden secreto, cierto invisible hilo narrativo, y no sólo azar y caos, el mundo no sería el cálido ángulo de 360º que es".
Y escribió sin parar hasta que el día se plegó en el horizonte.
Saludos de Jim.