Revista Cultura y Ocio
Principio y Lenguaje de la Creación
La Geometría es sagrada porque es el lenguaje del Creador. Todo lo que los seres humanos necesitamos saber sobre lo Creado está expresado en Geometría y podemos descifrarlo, no importa en qué etapa de evolución se encuentre la humanidad.
Nuestro mundo, entre el nacimiento y la muerte, es un laberinto aparentemente indescifrable, pero sus secretos están develados para quien lea los símbolos que la naturaleza encierra. En verdad, esa es la causa profunda del laberinto: todos los hombres y mujeres de esta época decadente tienen la chance de descubrir el sentido de sus vidas, de recuperar la memoria de que fueron y serán espíritus inmortales, pero solo algunos lo logran.
Es necesario tener una sensación de nostalgia en el fondo de la conciencia, nostalgia de que alguna vez la vida no fue así como es ahora, para que surja el deseo de buscar las respuestas, para interesarse en buscar los mensajes ocultos en nuestra propia naturaleza. A nadie le será develado nada si no se esfuerza por averiguarlo. El Hombre es mitad terrestre y mitad celeste, por lo tanto todo Hombre puede convertirse en Héroe y conducir a su gente pero, para eso, debe alcanzar la muerte inciática para conocer lo que el común de los hombres no conoce: ¿qué hay después de la muerte?
Por esa razón, es nuestro propósito imitar al Maestro Pitágoras en sus enseñanzas, allá en Crotona y Metaponto en el siglo VI a.C., cuando creaba a su alrededor una comunidad basada en grados sucesivos de iniciación. El enseñaba la tradición, tal como la había recibido y entregaba una auténtica guía para orientar las vidas de quienes buscan en la oscuridad o en la luz, según su situación personal, para comprender a dónde conduce el laberinto de cada uno.
¿Quién no se ha levantado una mañana y se ha encontrado con que las tinieblas de la noche han sido barridas por la luz brillante que emiten los rayos del Sol? En momentos así tenemos la vivencia directa de la energía pura, del “prana” que desciende sobre nuestro planeta, como dicen los hindúes. Del alimento de nuestros centros vitales o “Chakras”. ¿Quién no ha presentido que el Universo entero posee un sentido y que la vida tiene sus causas y sus objetivos?
La condición humana está determinada por la muerte, la inexorable breve duración de la vida humana determina que nuestra existencia sea una lucha eterna por superar la aniquilación, por alcanzar la perennidad perfecta que, naturalmente, ningún hombre puede lograr sin perecer. De ahí que la condición humana consiste justamente en que el hombre intenta ser más que hombre o, al menos, intenta superar su realidad limitada. Es decir que el hombre es ante todo trascendencia, tendencia al “más allá” de sí mismo. Pero, dado que ese impulso a un “más allá” es su finalidad última, nos encontramos con la trágica paradoja de que la esencia humana está definida, por un lado, por su situación témporo-espacial y, por otro lado, por su esfuerzo trascendente. O sea que el hombre está determinado por “lo que es” y por “lo que no es”. La naturaleza humana es dual y contradictoria, el hombre existe por la tensión entre dos planos: el profano y el sagrado. Es la única criatura que nace con la nostalgia de un equilibrio que ha perdido, es la única criatura que advierte su caída en el tiempo, es la única criatura que es consciente de su muerte.
Somos algo más que un cuerpo físico, la muerte transforma nuestra energía, pero no nos aniquila. Es la condición de nuestro laberinto de vida, para obligarnos a elegir, para ser responsables de nuestra evolución y crecimiento. Bueno, todo lo que creemos que no sabemos, pero tenemos guardado en nuestra memoria, está revelado en el mundo por medio de la Geometría Sagrada, el vehículo de la Tradición, el lenguaje de nuestros Antepasados.
EL RELATO DE HESIODO
No es necesario recurrir a tradiciones orientales para conocer la historia de esta Humanidad. Hesíodo mismo nos cuenta, en la introducción a Los Trabajos y los Días, obra didascálica del siglo VIII a C, escrita bajo el pretexto de enseñar a su hermano Perses cómo es la vida, nos ofrece el relato de las Edades del Hombre.
Nos presenta una visión cíclica de la evolución de los hombres, en forma totalmente simétrica a las generaciones de dioses, que nos relató en La Teogonía: Uranidas, Cronidas y Olímpicos. Es decir, que tanto el plano de lo divino como el plano de lo humano han tenido desde el origen un desarrollo cíclico: cada generación se desarrolla hasta alcanzar su culminación y es reemplazada por una nueva.
Es una antropología cíclica y su principal diferencia con la teología cíclica reside en el hecho de que las generaciones de dioses se desarrollan hasta lograr su equilibrio definitivo y, en cambio, las generaciones de hombres avanzan hacia una progresiva decadencia, a medida que se alejan del origen.
Ahora bien, si realizamos un análisis más minucioso, descubrimos inmediatamente que Hesíodo nos presenta una serie de cinco generaciones de hombres, lo cual es muy significativo, puesto que todas las divisiones tradicionales de la evolución del hombre constan de cuatro etapas solamente. (Valgan como ejemplos los cuatro “mundos” de la Cábala, los cuatro Yugas en que se divide un Manvantara hindú, los cuatro elementos: tierra, agua, fuego y aire, etc). El cuatro es el número en que, tradicionalmente se divide lo creado (cuatro son las partes del día, cuatro las estaciones del año, cuatro las edades de la vida humana, cuatro las fases lunares, etc).
Los Hombres Áureos son quienes existieron en el origen, su mundo fue un Edén y alcanzaron la beatitud. Vivieron en los tiempos de Cronos. Hesíodo nos dice que poseían todo lo que necesitaban, la tierra por sí misma producía en abundancia todos los bienes y ellos compartían todo sin disputas. No padecían males ni enfermedades, conservaban siempre su salud y vivían junto con los Dioses.
Al culminar este ciclo debido a que los Hombres Áureos no aceptaron venerar a los Dioses y le disputaron a Zeus el reparto del mundo, se convirtieron en las deidades o genios protectores de los hombres sobre la superficie de la Tierra. Abandonaron el Edén, dejaron de compartirlo con los dioses.
Les siguió la generación de los Hombres Argénteos, quienes, a pesar de que gozaban de una prolongada y feliz infancia, al arribar a la adolescencia caían en la desmesura. Se negaron a rendir culto a los Inmortales y a venerar a sus Bienaventurados Antepasados en los altares sagrados. Fueron absorbidos por la Tierra y se convirtieron en los Bienaventurados de los Infiernos, los genios subterráneos que custodian el mundo de los muertos.
La tercera generación fue la de los Hombres Broncíneos, raza terrible y violenta, que solo pensaba en las obras y desmesuras de la guerra. Sucumbieron luchando entre sí y fueron sepultados por la muerte en el Hades. Fueron arrebatados para siempre de la luz del Sol. Son los “sin nombre”. Los hombres padecen una progresiva pérdida de la vida puramente espiritual, cada vez son más dependientes de la materia.
Y entonces nació la divina generación de los héroes, o semidioses. Ellos perecieron luchando frente a Troya o frente a Tebas. Vivieron en el comienzo de la historia helena, son los fundadores de la raza. Y Zeus les concedió una morada en los confines de la tierra, en las Islas de los Bienaventurados, junto al Océano. Son los héroes afortunados que habitan en condiciones similares a las que gozaban los Hombres Áureos, su existencia después de la Muerte es una nueva Edad de Oro.
Cierra la sucesión de generaciones la de los hombres férreos, que llevará la decadencia hasta sus últimas consecuencias. Esta es la Edad en que vivimos, a la que Zeus pondrá fin el día en que los niños nazcan con los cabellos canos, el día en que todo el orden moral se haya alterado y controvertido. Así entonces, Aidós y Némesis (el Pudor y el Castigo Ejemplar) abandonarán a los hombres y ascenderán hacia los Inmortales, lo que anunciará la conflagración final de los sucesivos ciclos de esta humanidad.
Hesíodo no manifiesta explícitamente si después de la Edad de Hierro recomenzará una nueva Edad de Oro, sin embargo dice que preferiría haber nacido antes o después de esta generación férrea, lo que hace pensar claramente en un resurgimiento futuro de un nuevo ciclo. De todos modos, se destaca del conjunto del relato la visión de la Edad de los Héroes. No está identificada por un metal y no está configurada por hombres inferiores a la edad anterior, es una edad intercalada.
La Generación de los Héroes introduce el tema de las Islas de los Bienaventurados. Es la comarca que no se halla ni en la tierra que habitan los hombres, ni en el Hades adonde descienden después de la muerte, ni en el cielo de los Inmortales. Estas islas se encuentran fuera del ciclo normal de la vida y reproducen las características de la Edad de Oro. Al morir los Héroes ingresan en este espacio y recuperan la perdida beatitud de los orígenes. Desde su existencia humana acceden a una región libre de la culpa y la decadencia de los hombres. Los Héroes, nos dice Hesíodo, son semidioses, es decir, mitad hombres y mitad dioses, en una palabra son Mediadores. Mediadores entre el plano divino y el humano.
El héroe logra superar la condición humana porque es capaz de vencer a la muerte: solo los héroes son capaces de descender al Hades y retornar transfigurados con el conocimiento. Por eso los héroes están capacitados para retornar a su pueblo y guiarlo (El ejemplo de Odiseo).
LA NATURALEZA HUMANA
Por un lado, el relato hesiódico nos ofrece una visión de la evolución de esta humanidad, a través de los tiempos transcurridos. En cambio, por otro lado, sus palabras pueden ser interpretadas como una descripción de la naturaleza del Hombre.
Hesíodo nos dice que existen hombres áureos, hombres argénteos, hombres broncíneos y hombres férreos en todas las épocas. O mejor, que todos los hombres poseen una parte áurea, una parte argéntea, una parte broncínea y una parte férrea. No obstante, desde cualquier punto de la evolución los hombres pueden convertirse en héroes, si saben ser Mediadores entre el Cielo y la Tierra. Es decir, que si el hombre desciende a los Infiernos y retorna con el conocimiento, en una palabra, si un hombre recibe la iniciación ritual al conocimiento tradicional, muere a su vida anterior y se convierte en un héroe que puede guiar a sus compañeros. En síntesis, la Virtud y la Justicia, de las cuales trata largamente Los Trabajos y los Días, pueden conducir al hombre hasta las Islas de los Bienaventurados. Existe una posibilidad de redención dentro de la vida de los hombres, que puede hacer retornar el Paraíso Perdido. Es la Iniciación que ofrecen los Misterios de la Religión Helénica, el conocimiento de la Doctrina Hermética que enseñaba Pitágoras.
EL ORIGEN DEL COSMOS
El vehículo de esta Doctrina Hermética es la Geometría Sagrada, que nos permite comprender todos los procesos de la vida, desde sus orígenes. Por ejemplo, la Teogonía de Hesíodo nos dice: “En el comienzo fue el Caos...” Caos es una palabra griega que no significa “desorden” sino “apertura”, “separación”, “oquedad”, podríamos decir “agujero” a secas. Expresa la idea de que algo entero se abre, se fracciona, se divide en dos partes. Creemos que no existe un modo más preciso para expresar el “Big Bang”, es decir, todo lo que comienza se distingue de su estado indiferenciado anterior por una “oquedad”, que genera un ser nuevo, o mejor dicho, dos seres nuevos.
Cuando Hesíodo dice que “En el comienzo fue el Caos...”, está mostrándonos que antes de la primera manifestación el Todo y la Nada eran idénticos, no había nada manifestado. Al abrirse el Caos algo quedó de un lado y algo quedó al otro lado. Por ejemplo, el Cielo
El número 1 no existe hasta que nacen el 2 y el 3, porque antes de la oquedad inicial sólo existe la indiferenciación, el cero. Esto significa que el primer número de la Naturaleza es el 1-2-3, en verdad obedece a causas geométricas: el espacio nace en el punto, al igual que el tiempo. El punto puede igualarse con la circunferencia si se lo expande en el plano, pero toda circunferencia posee un centro inmóvil. En verdad, el movimiento surge con el segundo punto, porque se establece una recta, con sus direcciones. No obstante, el plano surge con el tercer punto, se forma un triángulo, la primera figura geométrica. Y con el número cuatro surge el volumen. Tenemos el primer cuerpo en el espacio, aparece la pirámide de base triangular o tetraedro:
1 2 3 4
Con la consiguiente correlación:
Spiritus Animus Anima Corpus
Esencial Astral Etérico Físico
Noûs Sternos Psiqué Soma
Los nombres correlativos, en Latín y en Griego, expresan sucesivamente el ego espiritual originario, la memoria individual o herencia genética, la mente o alma humana y el cuerpo físico resultante, que habita en un espacio tridimensional sometido al tiempo. Podríamos decir que, mediante estos pasos, el espíritu ingresa en el mundo témporo-espacial y encarna en un cuerpo humano, al que otorga la vida.
LA TETRACTYS
Siguiendo al maestro Pitágoras (569 aC – 496 aC) expresaríamos estos pasos mediante una pirámide de base cuadrada rebatida: El uno originario se divide en dos y forma el triángulo, es decir que la primera creación da origen a la dualidad. Surge la polaridad, naturaleza profunda de todo lo creado. Así también opera nuestro conocimiento: comprendemos qué cosa es el día, gracias a que lo oponemos a la noche. Y, porque conocemos la noche y el día, comprendemos qué cosa es el tiempo, pero sólo conocemos el tiempo porque lo oponemos a la eternidad, y así sucesivamente.
Es la dualidad lo que nos obliga a formar el cuadrado: dos veces dos lados paralelos entre sí. Todo lo creado desemboca necesariamente en el cuatro: cuatro puntos cardinales, cuatro fases de la Luna, cuatro componentes elementales de la naturaleza: Aire, Fuego, Agua y Tierra, etcétera. Una mesa bien firme tiene cuatro patas. Cuando un matrimonio tiene un hijo, no está completo hasta que llega el segundo hijo y la familia está formada por cuatro personas. La Tetraktys simboliza el proceso de la Creación, es así:
Esto forma lo que se llamó el cuadrado de cuatro:
1 + 2 + 3 + 4 = 10
Los primeros cuatro elementos sumados forman la decena, que es la forma perfecta en que los números recomienzan su serie hasta el infinito. El 10 también se descompone en 5 + 5 = 10, Nada más útil que observar las manos de todos los cuadrúpedos, todos poseen 5 dedos en cada mano, pero cuatro son iguales y uno, el pulgar, es diferente. Nuestra mano humana es prensil gracias al pulgar, que, por ser diferente, da sentido a los otros cuatro dedos. Es el quinto elemento, el éter o aire ardiente, materia de que están formados los espíritus, la quintaesencia de todo lo que existe en el mundo. Observemos que la Tetraktys posee cinco puntos y, sin embargo, está formada por los primeros cuatro números.
Vista desde arriba la Tetraktys toma la forma del “Sello de Salomón” y tiene cinco puntos también:
PENTALFA
Los cinco puntos son el punto de partida del ser humano en su evolución, en su búsqueda del origen. Se forma el famoso Pentalfa o Pentagrama, que fue el símbolo de reconocimiento entre los seguidores de Pitágoras. Acostumbraban colocarlo sobre la puerta de sus casas, para que el viajero, iniciado en las enseñanzas de la Tradición, supiera dónde podía contar con asistencia y refugio entre Hermanos. Los Pitagóricos fueron los Masones de la Antigüedad Grecolatina. El ser humano, con su andar erguido, es la única criatura capaz de asumir, con brazos y piernas abiertas, la forma del Pentalfa:
Las líneas marcan los recorridos de la energía, a través de los Meridianos, en el cuerpo humano. Los cinco elementos de la Tradición Taoista china son: Fuego, Tierra, Metal, Agua y Madera, distribuidos así: En la cabeza el Fuego, en la mano derecha la Madera, en la izquierda la Tierra, en el pie derecho el Agua y en el izquierdo el Metal.
El Triángulo con su vértice hacia arriba es, entonces, el símbolo de la Creación. Por lo tanto, el triángulo inverso, con el vértice hacia abajo, es el símbolo del Conocimiento. Nuestro proceso de conocer actúa en forma inversa a toda creación: a partir de una determinada polaridad entre opuestos, conocemos su naturaleza. Se forma con ambos el rombo, que muestra las etapas de evolución de un ser humano:
EL HEXAGRAMA
Ambos triángulos pueden superponerse, puesto que ambos procesos coexisten (Creación y Conocimiento) y se forma la Crisopea o Gran Obra, símbolo de la Piedra Filosofal buscada por la Alquimia: el Hexagrama
El Hexagrama es el símbolo de la evolución del Hombre en sus distintas etapas, por eso cada vértice de la estrella se lo identifica con un planeta, con un color y con un metal: El Centro del Hexagrama recibe la Luz, origen de toda Creación y todo Conocimiento, por eso se atribuye a Mercurio, Mensajero de los Dioses, el Hermes griego de sandalias aladas que trae a los hombres el conocimiento Hermético. Desde el punto de vista metálico, se trata del único metal líquido, por eso habita dentro del Hexagrama, que lo contiene en su centro, en el cruce de las polaridades de los otros planetas. Cuando la luz atraviesa el prisma se descompone en los seis colores del Arco Iris: Los tres colores primarios en el triángulo de la Creación y los tres colores secundarios en el triángulo del Conocimiento, porque los segundos son el resultado de la combinación de los primeros. En la columna de la derecha se encuentran los planetas masculinos: Saturno y Marte, “los duros”,”los inflexibles”. A la izquierda está la columna de los planetas femeninos: Luna y Venus, “los blandos”, “los cambiantes”. La columna central se sostiene en la estrella del sistema: el Sol. En su centro el vehículo de la Tradición: Mercurio y, en la cúspide, Júpiter, el segundo Sol del sistema, el planeta que abre horizontes y enseña a los hombres su evolución, por eso le corresponde el azul del Cielo.
En verdad, en el Hexagrama está implícito el sistema astrológico: las oposiciones: Luna / Saturno, Venus / Marte y Mercurio / Júpiter se distribuyen en el Zodíaco alrededor del Sol. Este es el Septenario que pone en marcha la vida de los hombres sobre la Tierra.
EL SEPTENARIO
El Septenario surge de la naturaleza de la circunferencia, que es el desarrollo del punto originario. En la circunferencia, el radio cabe seis veces y queda un pequeño resto, lo que se expresa en el número . Esto no fue creado por ningún geómetra, nació así con la Creación Por eso, los planetas fundamentales del sistema son 6 más el Sol, es decir, las seis veces que el radio cabe en su perímetro más el centro de la circunferencia. Por eso el ritmo de la Luna alrededor de la Tierra: cada fase transcurre en siete días, nada es ajeno al sistema Hermético. Su estructura proporcional da sentido a la vida de los hombres, tal como fue creada dentro de su Laberinto. Solo la luz de la Doctrina Hermética puede explicar el destino de los hombres, a través de la Astrología. La Providencia divina ofrece el camino para que los seres humanos empleen su libertad. El elemento fundamental es la Doctrina de los Siete círculos planetarios, que, a veces, se denomina “de los nueve círculos”, porque se coloca en su centro a la Tierra y, por fuera de los círculos planetarios, el círculo de las estrellas fijas.
El mejor modo de develar el sentido oculto de la Doctrina es comenzar por el orden de los planetas en la semana de nuestro Calendario. Este orden es conocido por todos, no es secreto, es el orden exotérico. Aplicando la clave del seis se averigua el orden esotérico, que es el que explica la vida de los hombres tal como ha sido creada:
ORDEN EXOTÉRICO ORDEN ESOTÉRICO
DOMINGO: SOL SOL
LUNES: LUNA VENUS
MARTES: MARTE MERCURIO
MIÉRCOLES: MERCURIO LUNA
JUEVES: JÚPITER SATURNO
VIERNES: VENUS JÚPITER
SÁBADO: SATURNO MARTE
El orden esotérico nos revela la forma en que un espíritu se convierte en un ser humano, muestra el camino que realiza durante el embarazo de su madre, la forma cómo ingresa a su nacimiento en este mundo:
Primero Marte, debe morir a su vida plenamente espiritual, elige una familia en que nacer. Segundo Júpiter, incorpora un plan de evolución mientras esté encarnado, las verdaderas razones espirituales de una vida dentro de la justicia divina. Tercero Saturno, la mente superior o supraconciencia, la verdadera sabiduría que comprende los símbolos y se expresa mediante la Geometría Sagrada. Aquí termina la configuración celeste, después de 3 Lunas ha quedado terminado el feto. Comienza la cuarta Luna, que justamente corresponde a la Luna, la Ianua Coeli o Puerta del Cielo, durante la cual ingresa al Mundo Sublunar y comienza a desarrollarse el embrión. Se decide el sexo de la criatura.
Quinto Mercurio, la conciencia humana, la capacidad de conocer y recibir los mensajes de los dioses, la inteligencia, la capacidad de entender el laberinto de cada vida. Sexto Venus, la razón de la vida, el amor, la fuerza emocional que mueve la vida de los hombres, la capacidad de compartir, de cuidar, de reproducirse, la voluntad. Y Séptimo el Sol, centro del sistema, la configuración completa del embrión (al terminar la séptima Luna está listo para nacer, las tres Lunas restantes son de engorde y fuerza). El Sol es la construcción final del individuo y su destino en esta vida. Las 40 semanas son un embarazo completo, porque son 4X10, un cuadrado perfecto y porque son 7X40= 280 días. En 280 días la criatura está lista para respirar, es decir hacerse cargo de su vida y su destino y, en 28 años, será adulta y el aura lumínica verde de su sangre estará completa (siempre 4 veces 7).
Al aparecer en el siglo XVIII Urano, tenía que aparecer en el XIX Neptuno y en el XX Plutón. Forman el tercer terceto, siempre hay entre cada serie de tres planetas una Luna. Estos son los planetas externos o lejanos, que se acoplan al sistema cuando la vida del final del ciclo lo exige, su círculo intermediario es la Luna Negra o Ianua Caelestis (Puerta Celestial). De ella dependen las capacidades especiales de la supraconciencia. Urano desarrolla todas las ciencias y las tecnologías. Neptuno la música y las capacidades psíquicas y Plutón trae la transfiguración final del mundo (la fisión del átomo, las grandes enfermedades, los cataclismos y las grandes guerras).
Es necesario comprender la Doctrina de los Círculos concéntricos en series de tres. Por eso se puede comparar con los Mundos de la Cábala: M. de la Emanación : Urano, Neptuno y Plutón, M. de la Creación : Saturno, Júpiter y Marte, M. de la Formación : Sol Venus y Mercurio y el M de la Acción en el planeta Tierra. De ese modo, tal como en las octavas de la música: Plutón y Marte son octavas superiores del Sol. Neptuno y Júpiter son octavas superiores de Venus. Urano y Saturno son octavas superiores de Mercurio.
LA MUERTE
Deberíamos comprender que los Círculos, del mismo modo que nos describen los pasos para llegar al nacimiento, nos están mostrando que la muerte también tiene etapas. La muerte del cuerpo físico no es toda la muerte, hay desprendimientos posteriores. El triángulo central: Sol – Venus – Mercurio simboliza el apagado del cuerpo físico (se decreta la muerte cuando cesa la actividad de las ondas mentales, cerebro desconectado), o lo que es lo mismo, se apaga el cuerpo etérico (Venus) por el que circulan los meridianos de energía(mundo emocional). A veces se ha detenido el corazón y, sin embargo, no se ha interrumpido el circuito de energía, son los casos de personas que, aparentemente, han vuelto de la muerte y recuerdan en parte la experiencia.
A veces, hay casos de personas que han muerto repentinamente en accidentes, y por eso les han quedado cosas por hacer, se aparecen en forma de espectros días y meses después de su muerte. Son las llamadas animas (el termino es latino) en pena, que no han podido superar el Mundo Sublunar, a veces ignoran que han muerto por la tarea que les ha quedado pendiente. Provocan apariciones y “casas embrujadas” hasta que descubren y aceptan que están muertos y se elevan. Son los llamados “residuos psíquicos”, que obstruyen la vida de sus parientes o seres cercanos aún encarnados.
Hasta aquí, los pasos de la muerte sublunar que, normalmente son inmediatos, sobre todo en las personas preparadas para morir. Hay pasos posteriores, debe morir el animus, el vehículo del ADN o herencia genética, aquello esencial que identifica personalmente al individuo desencarnado. Es el Cuerpo Astral, puede habitar por un largo período en el Plano Astral, unido a su “Grupo de Almas” (seres queridos) y, según su grado de evolución, puede desaparecer como individuo y elevarse a niveles superiores. El animus (término latino) corresponde a la Luna y marca el límite en que se conserva o se pierde la individualidad perteneciente a esta Humanidad. Es la última etapa de la muerte.
Ya en el Mundo Translunar, el cuerpo causal (Saturno) recoge la memoria akáshica (los registros de toda la historia de un espíritu), determinante de su evolución a través de los múltiples estados del ser.
En última instancia se encuentran el cuerpo búdico(corresponde a Júpiter) o mental superior (el mental inferior corresponde a Mercurio) que conserva y mantiene la unidad del ser, en él no hay rastros de la dualidad. Es el verdadero responsable de la evolución espiritual. Y el séptimo cuerpo es el cuerpo átmico o chispa original. Es la auténtica esencia que cada individuo comparte con su Creador, corresponde a Marte como símbolo de la muerte de la vida manifestada, es esencia pura.
LOS METALES SOBRE EL SER HUMANO
Del mismo modo, el sistema nos permite establecer los efectos de los metales sobre el ser humano, puesto que son los componentes de su cuerpo. En ese sentido, debemos saber que el Plomo (Saturno) da su verdadero peso e importancia a las decisiones que cada individuo ha tomado, el plomo endereza como la Plomada. Por eso rige el esqueleto, los dientes y la piel, que son los órganos donde se registra nuestra historia. Además conduce la bilis a través de la vesícula y mueve las emociones más pesadas.
El estaño (Júpiter) es el vehículo de nuestra mente superior, es responsable de nuestra evolución personal en el curso de la vida. El estaño es moldeable y se une a los otros metales. Por eso rige el hígado y las enzimas del metabolismo. Asimismo dirige las funciones de conexión espiritual de la sangre en el bazo. Nos da la capacidad de movernos desde un punto a otro de nuestro destino.
El hierro (Marte) sostiene nuestro ADN, permite la realización de nuestra síntesis genética, es el vehículo para que la sangre lleve lo necesario a cada rincón del cuerpo. Es el responsable de la testosterona y de la adrenalina. Nos da la resistencia para perdurar en el camino y la musculatura masculina depende del hierro.
El oro (Sol) nos otorga la libertad y da a cada uno un corazón. Del oro dependen los entusiasmos y la inspiración (respiratoria y creativa). El oro nos da la memoria del Padre Creador y de la eternidad. El oro nos hace buscadores de la verdad, la bondad y la belleza y, en consecuencia, de la luz (rige los ojos, sobre todo el derecho).
El cobre (Venus) nos da el oído y todos los efectos del sonido sobre nuestro cuerpo (la voz, la palabra, el canto, la música). Rige la circulación linfática y los ganglios que la conducen. Dirige los riñones y vejiga, así como la purificación mediante el agua. La musculatura femenina depende del cobre.
El mercurio genera toda la información que circula desde el cerebro a lo largo del sistema nervioso. Del mercurio depende la inteligencia y la respiración (pulmones y bronquios), así como las formas de intoxicación (intestinos).
La plata (Luna) sostiene el aparato reproductor femenino y dirige la transformación desde el embrión y el feto hasta alcanzar el bebé ya formado. Rige el diafragma y la alimentación (esófago, estómago, duodeno). También sostiene la visión del ojo izquierdo.
Las glándulas Hipófisis o Pituitaria y el Timo dependen del oro. La Pineal, las Glándulas Mamarias y los Ovarios de la plata. Las Tiroides del cobre. El Páncreas del estaño. Las Adrenales y los Testículos del hierro.
EFECTOS DE LOS COLORES
Todos los fenómenos fisiológicos se ponen en marcha con el verde (sobre todo la sangre). El sistema nervioso se normaliza y evita los dolores mediante el azul. Los órganos o miembros rotos o deteriorados se reconstruyen con el rojo. La vitalidad y el optimismo vuelven con el dorado o el amarillo (a veces el anaranjado también). La luz blanca trae la paz.
Profesor Julio Bernadés