Revista América Latina

Siria.

Publicado el 09 septiembre 2013 por Jmartoranoster

*Luisa Ortega Díaz.

$AltImagen.data La agresión de Estados Unidos contra los pueblos del mundo parece no tener límites. El genocidio de pueblos inocentes es el método preferido por este país para imponer sus ilegítimos intereses. Sobre la muerte, la ruina y el dolor de millones de seres humanos pretenden sostener su delirante dominio sobre el planeta tierra. En los últimos años, Afganistán, Irak y Libia son prueba de ello. Hoy la preocupación mundial nuevamente es un plan invasor de Estados Unidos y, esta vez, el objetivo es Siria. El propósito de esta nación es dominar todos los espacios geográficos que cuentan con grandes reservas energéticas. Además de condenar firmemente el inminente genocidio del pueblo sirio, debo denunciar la muerte del Derecho Internacional. La ONU ha sido incapaz de garantizar la paz y la libre autodeterminación de los pueblos. Los falsos positivos sobre la utilización de armas químicas que Estados Unidos ha creado para amañar expedientes contra los gobiernos que se propone derrocar mediante el despliegue de su inmenso poderío militar, no soportan una mínima consideración jurídica. Sin embargo, el Consejo de Seguridad de la ONU no tiene nada que decir. El silencio de la Corte Penal Internacional también es denigrante. Este órgano jurisdiccional tan sólo persigue a los líderes de los pueblos del mundo que no se subordinan a EEUU. La detención durante 14 horas del Presidente Evo Morales en un aeropuerto de Suecia, el allanamiento de su aeronave y las numerosas comunicaciones enviadas por el Departamento de Estado a diversos países prohibiéndoles el otorgamiento del derecho de asilo a Snowden, demuestran que el Derecho Internacional es letra muerta. Ante este peligro, se hace imperativo llamar a la comunidad internacional a la reflexión y que, en consecuencia, se establezca una comisión de diálogo orientada a coadyuvar al retorno de la normalidad en Siria, tal como lo planteó el Estado venezolano que se ha sumado junto al Papa Francisco y el premio Nobel de la Paz argentino, Adolfo Pérez Esquivel, a esta invocación por el bienestar de los pueblos. *Fiscal General de la República.

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