Cuando pierdes la calma, pierdes tiempo, energía, salud, quizá hasta la vida. Un estudio de 15 años realizado por la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Michigan descubrió que la ira manejada de manera inefectiva estaba ligada con un riesgo dos y media veces mayor de muerte de todas las causas.
Los hallazgos se aplican a ambos sexos y todos los grupos de edad y niveles educativos, independientemente de si los individuos fumaban o tenían otros factores de riesgo comunes para sufrir enfermedades cardiacas.
La cuestión clave, dicen los investigadores, no es la cantidad o grado de su ira, sino cómo le hace frente a ella.
La ira mal manejada puede ser una de las características relacionadas con el estrés de muchos infartos repentinos y enfermedades que ponen en peligro la vida. Un enojo mal dirigido también perjudica a nuestros hijos y nietos.
Un reciente estudio, realizado por investigadores del Instituto Nacional de Salud Mental, confirmó que los hijos pequeños son especialmente susceptibles a los problemas psicológicos de los intercambios furiosos que ven o escuchan en la casa.
Esta “ira de fondo” por acaloradas discusiones claramente angustiaba a los niños estudiados, haciendo que se quedaran “congelados” en el lugar” lloraran, se taparan los oídos o los ojos, o huyeran de la escena.
Sus reacciones sugieren que la ira de fondo puede tener un efecto acumulativo, quizá aún más nocivo que la violencia de la televisión.
Tres respuestas estándar a la ira
• Guardarse la ira: suprimir sus sentimientos de enojo por completo (pero ardiendo por dentro);
• Externar la ira, ventilando explosivamente su enfado (gritando, despotricando, desvariando, externando inmediatamente sus sentimientos):
• Arreglárselas de manera reflexiva, esperar hasta que la cólera se haya calmado para discutir racionalmente el conflicto con la otra persona o arreglar las cosas por sí solo.
Los científicos han descubierto que el arreglárselas de manera reflexiva es generalmente la respuesta más efectiva. La razón es que con frecuencia es la única manera de restaurar un sentido de control sobre la situación y ayudar a resolverlo.
Aquellos que mantienen la calma -quienes reconocen su ira pero no son abiertamente hostiles, física o verbalmente- se sienten mejor más rápido, resuelven sus problemas con más facilidad y, por lo general, gozan de una mejor salud.
Mientras que para algunas personas el ventilar la ira sí alivia la tensión, también puede desatar conflictos adicionales con los demás, y contribuir a sentimientos de culpa, lo cual se convierte en una agregada fuente de estrés.
Cada vez que empieces a sentir una oleada de ira, pregúntate, ¿Sirve de algo mi enojo? ¿Apoya mi integridad y me ayuda a lograr mis objetivos, perjudica a otros, desperdicia mi tiempo o me derrota? Recuerda, los acontecimientos de la vida no nos enojan, sino nuestros propios “pensamientos ardientes”.
Otra manera de desviar la hostilidad y la ira es desarrollar un corazón más confiado, dice el Dr. Redford Williams, profesor de psiquiatría, profesor asociado de medicina y director del Centro de Investigación de Medicina Conductista en el Centro Médico de la Universidad Duke.
Cuando empieces a sentirte enojado, haz una pausa por un momento para razonar, riete lentamente de tí mismo, perdona a los demás, ponte en el lugar de la otra persona y encuentra otras maneras de evitar que las cosas exploten fuera de toda proporción.
Si el enojo está dirigido a ti de manera personal, en la mayoría de los casos el enfoque más saludable es decir claramente, “Mira estás enojado, y yo me estoy enojando, y no estamos llegando a ningún lado. ¿Por qué no lo consultamos con la almohada y hablamos en la mañana?”.
Fuente: Robert Cooper y Redford Williams