Revista Opinión
Dos períodos podemos establecer para facilitar el estudio del franquismo, uno desde sus comienzos hasta mediados de los años cincuenta tras la labor de Ruiz Giménez. El siguiente, desde mediados de los cincuenta hasta la Ley General de Educación en 1970, de Villar Palasí, preludiada en febrero de 1969 con el ‘Libro Blanco sobre la Educación’, cuya publicación causó enorme impacto en todos los ámbitos. La aplicación de la nueva ley abrirá una frontera de cambios en los años finales del franquismo.
En los primeros años, tras la guerra, la carga de esfuerzos se produjo en la represión y depuración de los no franquistas. El nuevo estado no hace dejación total de funciones en la enseñanza, aunque alguna interpretación sugiera al dejar amplio lugar para la Iglesia, por ejemplo en la construcción de instalaciones escolares; sus impulsores asumirán que no se tratará de un cambio para mantener la misma senda, en su terminología, pretenden construir una nueva sociedad, una revolución, contrapuesta a la republicana, -el primer número del BOE publica una ley el 1 de octubre de 1936 en cuyo preámbulo ya titula ‘La estructuración del nuevo Estado español’. Organizan el sistema educativo, instalaciones, educación, adoctrinamiento, preparación de las élites gobernantes, encargando gran parte del esfuerzo a la Iglesia, considerándola brazo del Estado, soporte, eslabón ideológico y material de la nueva España, como demostrarán miles de veces obispos, clérigos y monjas, en su faceta represiva y controladora.
‘Mal se comprende un nuevo estado sin una escuela nueva’. La Ley de 20 de septiembre de 1938, promulgada en la zona rebelde, sobre reforma de la Enseñanza Media, hasta entonces secundaria, impulsada por García Valdecasas, Pemartín y el Ministro de Educación Sainz Rodríguez, será pistoletazo de salida. En el preámbulo marca postura contra el mimetismo extranjerizante y la rusofilia, se inspira en principios tales como la primacía de lo espiritual y la tradición, el elitismo mitigado; establece la libertad empresarial educativa y formula en su preámbulo, como objetivo, la formación intelectual y moral de las clases directoras. Todo ello, como sus movimientos y pensamientos apoyados en firme base patriótica y religiosa. A esa ley seguirían otras: Ordenación de la Universidad 1943, Protección escolar 1944, Educación primaria 1945, Enseñanza media y profesional, bachiller laboral 1949, estudios económicos y comerciales 1953, Ley de ordenación de la Enseñanza Media 1953, Formación profesional industrial 1955, Enseñanzas técnicas 1957, Ley de unificación de planes 1967…
Se desmantelaron las instituciones republicanas, se prohibió la coeducación infantil y el bilingüismo, se potenció la escuela privada, entendida especialmente como de instituciones religiosas, contenidas durante la República, sin exigencia de titulación académica para el profesorado, siendo suficiente un certificado de aptitud expedido por sus superiores. La matrícula infantil, en primaria, descendió cerca de 2,5 millones de niños/as en 1941. Entre 1939-1951 se construyeron unas 6.000 escuelas, disminuyendo el número de maestros y rebajando su cualificación al suprimir el título de bachiller para ingresar en las Escuelas Normales. La tasa de escolarización entre 6/14 años será del 50%. Estíbaliz Ruiz de Azúa ‘Un primer balance de la educación en España en el siglo XX’
Sainz Rodríguez y posteriormente Ibáñez Martín serán ministros destacados del ramo, y en 1945 se publica la Ley de Educación Primaria. Los estudiantes totales de Educación Secundaria (Bachiller general+ Bachiller técnico+ Enseñanzas profesionales) en 1950 serán 352.462 de los más de cinco millones de jóvenes entre 10/19 años, lo cual representa solamente un 7%, ello después de transcurrida una década tras finalizar la guerra. En 1951 es nombrado Ministro de Educación Joaquín Ruiz Jiménez, promulgará la Ley de Ordenación de las Enseñanzas Medias en 1953 que establecerá un Bachiller elemental de 4 años y un Bachiller superior de 2, con un curso de preuniversitario para quienes opten a la Universidad, con pretensión, no lograda, de recoger un sentido de escolarización obligatoria hasta los 14 años, edad de finalización del bachiller elemental.
La tasa de escolarización de enseñanza media, sobre totalidad de los jóvenes en 1940, fue un 4.2%; en 1950 de un 7%, y en 1960 de un 13%. En cuanto a la discriminación sexista, los alumnos de bachiller serán aproximadamente 2/3 de hombres, por un tercio de mujeres, en las décadas de 1940, 1950 y 1960. (Datos tomados fundamentalmente de: ‘El proceso de universalización de la enseñanza secundaria en España en la segunda mitad del siglo XX: Una aproximación estadística’. Alejandro Tiana Ferrer. UNED. Bordón 65-4. 2013). El cuadro ‘2.2 Distribución de la población que cursa estudios’ en 1950,1960 y 1970, con datos procedentes de los censos de población, simplifica aquella realidad. En 1950 y 1960 alrededor de un 82% de la población no cursa estudios, en 1970 son más de un 76,7%; en los tres muestreos, el porcentaje de mujeres que no cursan estudios es superior al de los hombres.