A causa del fervor revolucionario en Francia en 1789 se quiso idear un sistema más racional para las medidas no solo de longitud sino más generalistas. Hasta la invención del metro, existían en Francia unas doscientas cincuenta mil unidades de peso y medida diferentes, una cifra increíble. No obstante, la unidad de longitud más utilizada era el pied, que, se suponía, media lo mismo que el pie del rey, y que tenia otros usos: por ejemplo, el “punto” de imprenta era un 1/144 de pie. En un contexto revolucionario quizá no había nada mas incendiario que esto, aunque en este caso los acontecimientos de 1789 únicamente precipitaron una reforma de la que se había estado hablando desde 1775, cuando el primer ministro Turgot, pidió a Concorcet que diseñara un plan para un sistema de pesos y medidas científico basado en el péndulo de un segundo. La idea de que la unidad básica de longitud debía ser la distancia que recorre un péndulo cuando oscila durante un segundo (ésta era la idea de Talleyrand) se remontaba a Galileo. Sin embargo, esto conllevaba demasiados problemas, principalmente vinculados al hecho de que la Tierra no es una esfera perfecta ya que se achata en los polos y se abultaba en el ecuador. Incluso Newton había sido consciente de que la gravedad terrestre varia ligeramente con la latitud, y no de forma sistemática, por lo que la oscilación de un péndulo es más errática de lo que se podría pensar. La siguiente propuesta fue basar la unidad en algún hecho de la naturaleza, y se optó por recurrir a la circunferencia de la Tierra, que, se considero, era algo que afectaba a todos por igual.
Una comisión calculó que una medida igual a la circunferencia del planeta dividida por cuarenta millones daría un valor muy cercano a la aune parisina, una conocida medida de tres pies, muy cómoda a escala humana. Esta solución resultaría popular, más aún cuando podía servir de base a un sistema de medidas mucho más racional: un gramo sería el peso de un centímetro cúbico de agua de lluvia pesado en el vacío a la temperatura de mayos densidad (4° C); un franco equivaldría a 0,1 gramos de oro, y seria divisible en cien céntimos. Todo esto terminaría imponiéndose, excepto en la medición del tiempo: el uso del nuevo calendario que llamaba a los doce meses de treinta días según la naturaleza (brumario: el mes de la niebla; termidor: el mes del calor; ventoso: el mes de los vientos) nunca se popularizó; así como tampoco lo hizo la idea de dividir los días en diez horas de cien minutos cada una. La gente nunca llego a acostumbrarse a la idea de que el mediodía era las cinco en punto y la medianoche a la diez en punto, y el sistema terminó siendo ignorado.
En 1799 se proclama el Sistema Métrico en los Archivos de la República con la presentación de los patrones del metro y el kilogramo. En 1889 el sistema se adoptó internacionalmente aunque no todo los países lo aceptaron: ver mapa. A destacar del mapa que los EEUU aún no se hayan adherido al sistema métrico. Clic para ampliar.
Países según su fecha de adopción del sistema métrico
Fuentes: Peter Watson. La historia de las ideas. Critica, 2007 y Wikipedia
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