La película de Hong Kong en sección oficial dirigida por Fruit Chan es un buen manual de cómo destrozar una buena idea. A través de un montaje absolutamente vertiginoso, los primeros minutos de The Midnight After nos muestran la vida de varias personas instantes antes de que cojan un minibus. Una vez subidos en él, después de cruzar un túnel, se quedan absolutamente solos: no queda ni rastro de la humanidad en Hong Kong y puede que en todo el mundo. Está idea atractiva se ve destrozada a medida que avanza la película. Parece que los guionistas hayan añadido forzosamente al guion un cocteil de ideas sin demasiado sentido. El resultado de la obra es un gran número de efectos sin que se explique de forma clara sus causas.
Hay un tramo de The Midnight After que se hace inmensamente largo en el que los supervivientes deliberan en un bar (con numerito musical de David Bowie incluido). Las opiniones que exponen están vacías de significado, la acción se estanca y la película adopta un tono cruel que, además de pretender hacer gracia y no conseguirlo, no viene nada a cuento. Llega un momento en el que el espectador renuncia entender nada y el futuro de los personajes le da absolutamente igual. El final tampoco compensa la obra, es ambiguo y absurdo, y el espectador tendrá la sensación de haber perdido dos horas viendo una obra que ni convence, ni entretiene.