Un artículo de Carles Martinez Agenjo.
La misma pantalla que se inundó de aciertos en 2002 con una película tan espléndida como olvidada que hoy toca reivindicar: Guerreros de Daniel Calparsoro. Destacó por su guión. Preciso y efectivo. Por su flirteo con el terror. Y también por su capacidad para convertir la zona de batalla de Europa del Este en una reivindicación del instinto animal más primario y desquiciado. Lo que parecía un modesto granito de arena ante un género eminentemente americano, como es el bélico, se transformaba en un impactante descenso a los infiernos.
Sin ir más lejos, Miguel Ángel Vivas, director de Inside, la gran película inaugural de este Sitges Film Fest, demostró esta misma capacidad por brillar mediante la invocación de lo salvaje en su debut: Secuestrados (2010). Asimismo, la película, modesta, pero muy cuidada a nivel estético, se incorporaba al terreno del slasher contemporáneos con asalto doméstico incluido –¿o deberíamos llamarlo nuevo gore europeo?– para resituar el plano-secuencia como póquer de una partida donde competía con el rebobinado de los Funny Games de Michael Haneke, el discurso metafísico de Martyrs (Pascal Laugier, 2008) y los silencios de la malsana Los extraños de Bryan Bertino. Quizá la gran formalista de esta extraña familia posmoderna sea À l’intérieur (Alexandre Bustillo, 2007). El torture-porn, subgénero acuñado por Eli Roth y James Wan, que abraza fuerte todas estas propuestas, encontraba aquí una buena combinación. Por un lado, la historia de una chica embarazada acosada por una intrusa vengadora que pretende arrancarle su bebé, brindaba momentos de oscura reflexión, como la imagen de una tez pálida escondida en las profundidades de un oscuro salón o la siniestra fotografía revelada de estas mismas facciones capturadas en la inmensidad de la noche a través de un cristal. Por otro lado, Bustillo cerraba su propuesta con un festín dionisíaco para reivindicar el gore en un campo de batalla gobernado por el absurdo y las salpicaduras como necesario placer inyectado a un público sediento de batidos de splatter.
Remake de À l’intérieur dirigido por Miguel Ángel Vivas y producido y escrito por Jaume Balagueró, Inside parece volver a la condición bicéfala de los Guerreros de Calparsoro, aunque la ecuación de géneros y la reivindicación maligna sean otros. Se trata de una película que combina la intriga, el terror y el absurdo con un broche distinto, en este caso el melodramático, para ofrecer algo más que mero cine de género. El problema, que lo hay y grande, radica precisamente en este intento por subvertir el material de partida. Vivas ha recortado los trazos oníricos y más brutales de los infiernos de Bustillo y ha optado por un thriller unidireccional con un desenlace que se aleja de la monstruosidad pesadillesca del film original para darle la mano al humanismo redentor y a la épica hollywoodiense más trillada: un intento fallido de insuflar profundidad a una historia ya contada.
Sí, Inside está filmada con ritmo, un reparto solvente y buena factura técnica. Pero seamos críticos. Con todo el recorrido que les queda por delante, a Vivas y a Balagueró hay que exigirles mucho más.