Cuando uno imagina una película producida por la Universal, una de las grandes majors de la industria cinematográfica, protagonizada por dos actores de la talla de Rooney Mara o Casey Affleck (reciente ganador del Oscar a mejor actor), probablemente lo último que le vendría a la cabeza es un film como A Ghost Story. Obra en al que noción de autoría y experimentación están por encima de la intención comercial que debería tener una película de estas proporciones.
Lo primero que sorprende de A Ghost Story es su formato. En vez de rendirse a los formatos panorámicos como el 99% de las películas apuesta por un formato cuadrado. Incluso va un poco más lejos incluyendo un borde redondo en las esquinas del cuadro. Este elemento que en un primer momento puede parecer una simple decisión formal y estilística, va acorde con la sensación de estar ante diapositivas del tiempo que va desarrollando el film. David Lowery firma el guión y la dirección de una película que reflexiona sobre la inconsistencia de la humanidad y su fugacidad, de la afrontación del olvido y de lo intrascendente que es la vida y lo que nos rodea. Todo ello y aunque parezca imposible, desde una forma positiva y esperanzadora. Consigue desarrollar temas tan esenciales e incluso metafísicos partiendo de un tratamiento sencillo, simple e incluso en ocasiones ingenuo.
Los protagonistas de A Ghost Story son un matrimonio formado por Rooney Mara y Casey Affleck que acaban de mudarse a una nueva casa. Cada uno de ellos vive el traslado de forma diferente hasta que parece que consiguen asentarse y desarrollar una vida normal. Normalidad que se ve truncada en el momento en el que el personaje de Affleck muere en un accidente de coche. El cadáver, tras ser reconocido por su mujer, vuelve a la vida en forma de fantasma. Un fantasma que se representa literalmente cubierto con una sabana blanca. El marido-fantasma observa día y noche lo que sucede en la casa y como su mujer va rehaciéndose de la pérdida. Todo sin poder ser visto ni escuchado, siendo un espectro ignorado que como mucho puede hacerse notar manipulando pequeños objetos o el sistema eléctrico.
A Ghost Story podría dividirse en dos partes diferenciadas. En primer lugar la que concierne al matrimonio, desde la mudanza hasta los momentos de superación del duelo con el fantasma de fondo. Esta primera parte está concebida de una forma poco convencional. Las rutinas, tanto del día a día del matrimonio como de la fase de duelo, están retratadas la mayor parte de las veces con largos planos secuencia que enmarcan a los personajes suspendidos en el tiempo. Esto hace que todas las pequeñas cosas, aparentemente irrelevantes, sean mucho más expresivas y cobren un mayor valor. Como el largo plano en el que Mara se como un pastel entre lágrimas poco tiempo después del fallecimiento de su marido. La segunda parte comienza en el momento en el que el fantasma se queda solo. Su mujer se ha marchado de la casa y nuevos inquilinos se van sucediendo a través de los años. Este viaje a través del tiempo está explicado de una forma mucho más dinámica, capturando pequeños momentos de vida de forma aleatoria, pareciéndose en ocasiones a El árbol de la vida de Terence Malick. La segunda parte vuelve a mostrarnos el duelo pero desde la perspectiva del fantasma, de como tiene que superar la pérdida de su mujer.
A Ghost Story es probablemente una de las mejores películas de autor bajo el sello de una marca tan grande como la Universal de los últimos años. Es atrevida, tanto narrativa como formalmente. Y como todo atrevimiento puede complacer o disgustar al público. Aun así nadie podrá quitarle el privilegio de ser única e irrepetible.
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