El estreno dentro de la programación del Festival de Sitges de un destacado documental que analiza el subgénero del horror folk, así como la restauración de uno de los clásicos europeos, El Viyi (Konstantin Ershov, Georgiy Kropachyov, 1967), que esta semana ha estrenado la plataforma Filmin, nos sirven para adentrarnos en algunas de las películas que abordan esta vertiente terrorífica relacionada con el paganismo, la brujería, la transformación del hombre y las huellas del pasado en el presente.
SEVEN CHANCES
El documental al que hacemos referencia es Woodlands dark and days bewitched: A history of horror folk (Kier-La Janisse, 2021), que tiene un título casi tan largo como su duración, más de tres horas, pero es uno de los mejores documentales de este año. Se trata de un inteligente y documentado recorrido por el género del terror rural o el terror popular, del que se consideran sus orígenes en la Inglaterra de los años sesenta, y que tiene tres títulos fundamentales que sientan las bases de las películas que llegarán posteriormente: The conqueror worm (Cuando las brujas arden) (Michael Reeves, 1968), La garra de Satán (Piers Haggard, 1971) y El hombre de mimbre (Robin Hardy, 1973). Precisamente la idea de hacer un documental sobre el horror folk surgió como contenido extra para una reedición en DVD de La garra de Satán, pero lo que en principio iba a durar solo media hora se convirtió en un espléndido trabajo que analiza muchas de las claves de este género del terror. Lo más interesante de la película es que está contada, no desde el anecdotario habitual de muchos documentales sobre el género, sino de una forma analítica y crítica, examinando de dónde proviene y cuáles son sus conexiones con las sociedades que representa. No es lo mismo el horror folk surgido en Inglaterra a partir de las tradiciones paganas celtas que el que se desarrolla en los Estados Unidos con una mayor conexión con el colonialismo y la esclavitud. A pesar de sus tres horas y cuarto, hay suficiente material de interés y un trabajo de montaje excelente a cargo de Winnie Cheung y Benjamin Shearn, que utilizan transiciones de animación creadas por Ashley Thorpe para dejar que se posen las ideas planteadas. Este documental es una incursión fascinante, lejos de ser estrictamente académica, de las ramificaciones sociales y culturales del género.La directora divide su película en seis partes, lo que le permite estructurar adecuadamente este recorrido: las dos primeras están dedicadas al horror folk británico, y es la más interesante, porque se detiene en conceptos importantes como la psicogeografía, los efectos que el entorno geográfico tiene sobre las personas, y que aplicada al género de terror establece cómo las huellas del pasado en un ambiente campestre, donde se han librado batallas o se construyeron templos paganos, acaban influyendo en los nuevos habitantes de esas tierras. Hay, por tanto, una conexión entre la tradición y las nuevas sociedades modernas, que uno de los expertos entrevistados define con una frase que se ha convertido en fundamento del horror folk en Inglaterra: "We don't go back" (No retrocedemos). En este primer análisis de las películas y, sobre todo, los programas de ficción creados para la televisión inglesa, se menciona a uno de los nombres fundamentales, Nigel Kneale, guionista de la serie Quatermass (Piers Haggard, 1979), que mezcló por primera vez los conceptos del horror folk con la ciencia-ficción.
La tercera parte del documental está dedicada al género en los Estados Unidos, que no surge del orgullo de un pasado histórico, como en Inglaterra, sino de la vergüenza del colonialismo y la esclavitud. Pero al mismo tiempo se apoya en la brujería como una práctica que se consideraba moderna en los años sesenta y la formación de comunidades alternativas formadas por hippies que regresaban a la naturaleza, una de las bases narrativas de películas recientes como Midsommar (Ari Aster, 2019). El documental analiza la importancia del ocultismo y las prácticas ancestrales que llevaron los esclavos africanos en la historia colonial, la apropiación de la religión cristiana de elementos paganos, pero también el paralelismo de muchas de estas nuevas religiones alternativas con el cristianismo. También surge de este sentimiento de aprensión hacia la culpa por la opresión histórica la idea de las construcciones sobre cementerios indígenas (aunque se nos aclara que el concepto de cementerio en la cultura india no existe, y sino que es una invención cultural), como en la novela de Stephen King Cementerio de animales (1983). Es lo que el periodista Jesse Wente define como "el miedo del colonialismo a ser colonizado".
La directora Kier-La Janisse intenta también hacer un recorrido por las otras formas de horror folk que surgieron más allá de los países anglosajones, y que se conectan con diferentes conceptos, como el genocidio en las producciones de los países del Este de Europa, la representación de los fantasmas como parte de la propia naturaleza que proviene del sintoísmo en la tradición japonesa, o las prácticas de vudú en la cultura brasileña. En esta parte se menciona El Viyi (Konstantin Ershov, Georgiy Kropachyov, 1967), considerada la primera película de terror de la era soviética, y centrada en la confrontación entre el paganismo y el cristianismo a través de la brujería. Basada en un relato de Nikolai Gogol, es la más notable de todas las que se hicieron en su época, y aunque tiene un comienzo algo tibio que introduce elementos cómicos, cuando establece las tres noches en las que el protagonista debe rezar junto al cadáver de una joven bruja muerta, desemboca en un terror más inquietante. La plataforma Filmin ha estrenado esta misma semana la versión restaurada, que Eureka Entertainment editó en blu-ray el pasado mes de marzo. Este recorrido internacional, seguramente por falta de tiempo, cae sin embargo en el error que la directora consigue evitar en la primera mitad del documental, porque se acerca más a la tradicional retahíla de películas más o menos representativas del género que al análisis más sosegado que desarrolla anteriormente. Hay muchas ideas interesantes desplegadas en Woodlands dark..., como la eugenesia, el sistema de clases, el miedo al poder femenino que representa la brujería o la hauntología, la idea del pasado no resuelto, del presente visitado por el espectro de posibles futuros perdidos. Todas ellas forman parte de este análisis que incluye más de doscientas películas que adoptan elementos de nuestra sociedad, como la incertidumbre actual que ha provocado el renacimiento del género, a la que se dedica la última parte de uno de los documentales más interesantes de este año, ganador del Premio del Público en Fantasia Film Festival y el Premio del Público en la Sección Midnighters del SXSW Film Festival.
COMPETICIÓN OFICIAL
Una de las mejores muestras de horror folk presentadas en el Festival de Sundance, aquí mezclado con el coronavirus (sin mencionarlo expresamente), es In the Earth (Ben Wheatley, 2020), la última película de un director singular. En medio de la tercera ola de una epidemia que solo se menciona, la película incorpora todo ese proceso de desinfección, protocolos sanitarios y cuarentenas que ya conocemos perfectamente. Es el inicio antes de un viaje por el bosque que llevará a Martin (Joel Fry) hacia la búsqueda de una científica, la Dr. Olivia Wendell (Hayley Squires) que ha dejado de dar señales de vida desde su estación de investigación. El recorrido a través de este bosque, lleno de sonidos inquietantes y mala visibilidad, provoca las primeras incursiones en el género del terror invisible, que después se volverá una experiencia casi psicodélica. Ben Wheatley escribió el guión de esta película durante el confinamiento en el mes de marzo de 2020, y consiguió comenzar a rodar durante el verano. Hay, como no podía ser menos, historias sobre extrañas criaturas que habitan el entorno, los "espíritus del bosque", pero la mayor amenaza acaba siendo la de los propios seres humanos. En medio de su búsqueda, Martin y su guía Alma (Ellora Torchia) se encuentran con un ocupante ilegal llamado Zach (Reece Shearsmith, que compone un personaje carismático no muy alejado de sus espléndidas caracterizaciones en la serie Inside nº 9 (BBC, 2014-), escrita y protagonizada por él junto a Steve Pemberton).
La película se transforma en la segunda mitad, reforzando la senda del horror folk para adentrarse directamente en una especie de fantasía psicodélica que retoma algunos de los temas que el director había tratado en A field in England (Ben Wheatley, 2013), especialmente los relacionados con la alquimia. Las primeras imágenes nos muestran un monolito que tiene un agujero a través del cual se ve el bosque, una especie de referencia a 2001. Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) que plantea cuál es el punto de vista que se adopta en la historia, una mirada que no es limpia, sino que se refleja a través de este círculo simbólico. En realidad, lo que el director nos quiere contar está más presente en la segunda mitad que en la primera, la influencia de las tecnologías en la naturaleza, la resistencia de lo orgánico frente a lo científico, la huella del hombre en el planeta. Es una reflexión sobre el aislamiento que se manifiesta a través de imágenes estroboscópicas que contienen más violencia que si se mostraran actos violentos explícitos. Y que se refleja a través de un diseño de sonido absorbente y una composición musical de Clint Mansell espléndida, que tiene ecos de John Carpenter. De hecho, como comentamos en nuestra reseña de la banda sonora en Las mejores bandas sonoras de 2021: Abril-Junio, algunos de los sonidos que se consiguen provienen de un sistema denominado MIDI Sprout, que consiste en la detección de ligeras variaciones eléctricas en una planta o un árbol mediante la colocación de unos electrodos, que son transformadas en ondas sonoras musicales. El viaje que propone Ben Wheatley no es fácil y resulta casi experimental, pero el resultado es inquietante, reflexivo y fascinante.
En el documental dedicado al horror folk se menciona la tradición asiática que considera que los espíritus no son entidades relacionadas solo con el hombre, sino que se encuentran en toda la naturaleza: "En el hogar, en los árboles, en el campo..." comenta la chamán Nim (Sawanee Utoomma) en la entrevista con la que comienza la película The medium (Banjong Pisanthanakun, 2021). Rodada como si de tratara asimismo de un documental, aunque rompiendo todas las reglas del denominado mockumentary, la película nos introduce en la cultura animista de Tailandia, a través de un personaje que está poseído por el espíritu de Bayan, que se transmite de forma generacional entre las mujeres de su familia. Pero su hermana, que estaba destinada como la poseída después de la madre de ambas, decidió rechazar al espíritu, que pasó al cuerpo de Nim. Sin embargo, esto parece haber provocado cierta inquietud entre las fuerzas del submundo, lo que se reproduce a través del extraño comportamiento que comienza a tener Mink (Narilya Gulmongkolpech), que se convertirá en la auténtica protagonista de la película.
Escrita por el coreano Na Hong Ji, director de notables thrillers como The chaser (2008), The yellow sea (2010) o El extraño (2016), esta película contiene todos los elementos del terror popular asentado en esa forma de brujería que se traduce como chamanismo en las regiones asiáticas. La propuesta de falso documental, que se sostiene de forma irregular debido a la poca credibilidad de los actores, va construyendo poco a poco una atmósfera inquietante que prácticamente dura una hora, para adentrarse en el terror puro a partir de la segunda hora de película. Esta primera parte se siente algo errática, en parte por el trabajo de dirección, que esconde sus flaquezas tras su condición de mockumentary, pero que sostiene con poco acierto una escalada del suspense. En cierta manera, se puede considerar una película más cercana al cine de Na Hong Ji porque tiene todas las características de sus historias, habitualmente de cocción lenta, pero mucho más acertada en la construcción del dispositivo narrativo que será catalizador de la acción posterior.
La segunda parte es mucho más interesante, aunque para ello se rompan todas las reglas del mockumentary, especialmente cierto grado de verosimilitud en la puesta en escena, y visualmente sea un compendio de otros muchos títulos de similares características. A veces utiliza la fórmula de la cámara de vigilancia de Paranormal activity (Oren Peli, 2007), otras se adentra en el suspense obsesivo de El proyecto de la bruja de Blair (Daniel Myrick, Eduardo Sánchez, 1999), y en ocasiones nos recuerda a los resortes de la oscuridad utilizados por [REC] (Jaume Balagueró, Paco Plaza, 2007). En realidad, pueden ser referencias que están más en la mente de los espectadores occidentales que en la del director, pero la sensación de lo ya visto impregna muchas de sus secuencias. Desde este punto de vista, aunque se trata de un guión escrito por coreanos, es una película de terror tailandés puro, mucho más primitivo y visceral. Aunque se cuenta que en Corea del Sur, donde se estrenó el pasado mes de julio, ha provocado auténtico pavor en algunos espectadores (se dice que en algunas salas la proyectan con las luces encendidas), la ruptura completa de las reglas narrativas del falso documental, como la utilización excesiva de una música que subraya cada escena, y cierta tendencia al histrionismo, delimita la eficacia de su pretendida atmósfera terrorífica.
Tras escribir los guiones de películas con cierta resonancia como Tú eres el siguiente (Adam Wingard, 2011), The guest (Adam Wingard, 2014) o el reboot Blair witch (Adam Wingard, 2016), Simon Barrett debuta en la dirección con Seance (Simon Barrett, 2021), una historia de terror tradicional que transcurre en un internado, pero que también está conectada con la brujería. La palabra séance proviene del francés, y significa sesión, pero en inglés se utiliza para describir las sesiones de espiritismo. Y ese es precisamente el origen de una historia protagonizada por un grupo de estudiantes del internado para niñas Fairfield Academy, en el que recientemente ha ocurrido una extraña muerte que ha provocado cierto sentimiento de trauma. La llegada de una nueva estudiante, Camille (Suki Waterhouse) provoca un nuevo despertar de la atmósfera que acabó con el fallecimiento de una alumna, con la que intentan conectar a través de una sesión de espiritismo utilizando una ouija bastante artesanal.
La película de bajo presupuesto utiliza bien los recursos sin tratar de acercarse al terror tradicional de internado, pero con numerosas autorreferencias a otras historias escritas por Simon Barrett, como Tú eres el siguiente, con la utilización de máscaras como recurso para crear inquietud. En realidad, se trata de una incursión en ciertos lugares comunes que parece más un ensayo de dirección que una película con una personalidad propia. Y que se mueve también a través de cierta tonalidad cercana al giallo, con influencias que el director asume a través de películas de referencia como ¿Qué habéis hecho con Solange? (Massimo Dallamano, 1972), del que fuera director de fotografía de clásicos como Por un puñado de dólares (Sergio Leone, 1964). Simon Barrett también menciona la influencia del terror Británico de Síntomas (1974), dirigida por el español José Ramón Larraz, que protagonizó Angela Pleasence, hija de Donald Pleasence, y que fue una de las películas perdidas más buscadas por el british Film Institute, hasta que sus negativos aparecieron misteriosamente en 2014. Pero el resultado es poco alentador, y a pesar de algunos momentos bien conseguidos de atmósfera oscura, la película es una muestra mediocre de ciertos tópicos del género, pero sobre todo de una cierta incapacidad para transformar la palabra en imágenes.
PANORAMA FANTÁSTICO
Se puede decir que Witch hunt (Elle Callahan, 2021), convierte en obvia la condición de las brujas como metáfora de la persecución al diferente, a los desplazados. La película comienza con dos definiciones de "caza de brujas", la literal que se refiere a la persecución de quienes practican la brujería, pero también la de la persecución debida a prejuicios políticos y sociales. Sentadas estas bases, la acción se desarrolla en Nueva Inglaterra, cerca de la frontera con México, un país que acoge a brujas refugiadas que son perseguidas en los Estados Unidos. Es una sociedad ficticia en la que se asume la existencia de la magia, que sin embargo es considerada negativa y por tanto se controlan los actos de brujería; una especie de apartheid que desplaza a las jóvenes con genes mágicos. La protagonista es Claire (Gideon Adlon), una adolescente que vive con su madre Martha (Elizabeth Mitchell), que se dedica a esconder en su casa a jóvenes brujas que están siendo perseguidas.
El problema principal es que esta distopía creada por la directora y guionista convierte en evidente lo que funciona perfectamente como metáfora, a veces con recursos que establecen un paralelismo bastante burdo con determinadas realidades actuales, como los autobuses que transportan mujeres, invariablemente blancas, a la frontera con México, donde serán acogidas. Este discurso político de la obviedad se desarrolla a través de una historia que pretende mostrar la madurez de la protagonista frente a su propia intolerancia, pero lo hace también con una narración en la que hay demasiados comportamientos inverosímiles. Por supuesto, se hace patente también la representación del poder que otorga la brujería a las mujeres como una amenaza para una sociedad eminentemente patriarcal, y hay una referencia a la película Thelma & Louise (Ridley Scott, 1991), como representación de esa sororidad. Pero es todo tan manifiesto y tan poco sutil que, unido a unos efectos visuales sorprendentemente pésimos para lo simples que son, acaban conformando un intento torpe de hacer una película de terror con pretensiones socio-políticas.
En cierta manera también se puede considerar Hunter hunter (Shawn Linden, 2020) como una muestra de horror folk, aunque en realidad no es exactamente una película de terror, pero contiene algunos de los elementos que caracterizan al género. Los protagonistas son una familia que ha decidido vivir en el bosque de una forma tradicional, dejando atrás las comodidades de la vida moderna. La caza se convierte así en la principal fuente de alimento y de negocio para esta familia, que se dedica a vender pieles en el pueblo cercano. Si algún espectador es aprensivo con la representación de la muerte de animales, es mejor evitar esta película, porque el director muestra varias de ellas, así como una clase magistral de cómo despellejarlos. Cuando Joe (Devon Sawa) descubre las huellas de un lobo que ha amenazado en otras ocasiones a su familia, la preocupación comienza a apoderarse de él, mientras su esposa Anne (una excelente Camille Sullivan) y su hija Renee (Summer H. Howell), que habitualmente acompaña a su padre a cazar, permanecen en la casa. Pero de alguna manera comenzamos a entender que la mayor amenaza no se encuentra precisamente en los animales salvajes.
La propuesta de Shawn Linden está lograda desde el punto de vista de la creación de una atmósfera de suspense que ocurre en mitad del bosque, sabe utilizar los sonidos y las sombras como elementos de terror, y a partir del primer punto de giro tenemos la impresión de que va a ir por un camino más cercano al género tradicional. Es lo más logrado de una película que lentamente va adoptando otro tipo de desarrollo narrativo que convertirá a Anne en líder de su familia, más allá del concepto de debilidad que tiene su marido de ella. Pero Hunter hunter provoca cierta frustración porque consigue mantener la tensión en la primera mitad y logra un final absolutamente impactante, pero el recorrido que hace entre uno y otro es demasiado irregular como para justificar el desenlace.
ESPECIAL FANTÁSTICO
Una de las películas más representativas del horror folk es En compañía de lobos (Neil Jordan, 1984), una reinterpretación del cuento de Caperucita roja más cercana a la versión brutal de Charles Perrault (1697) que a la más inocente de los hermanos Grimm (1812), y conectándola con la licantropía. Esta representación de la transformación de un hombre hacia su lado más primitivo (también hay una lectura referente a la sexualidad frente a la virginidad), representa en buena medida la confrontación entre la civilización y la naturaleza, que unos años antes también había reinterpretado en clave de humor Un hombre lobo americano en Londres (John Landis, 1981), que se presenta en versión 4K en el ciclo "La bestia interior" que el Festival de Sitges dedica a la licantropía. El hombre lobo es uno de los personajes más conectados con el horror folk, es el hombre transformado, el que adopta una imagen de modernidad pero conserva su lado primitivo que finalmente hace su aparición. En la línea humorística de esta última se encuentra Un hombre lobo entre nosotros (Josh Ruben, 2021), que se ha programado en los primeros días del festival para estrenarse el sábado en Amazon Prime Video. Esta comedia de misterio está basada en el juego multijugador de Ubisoft Werewolves within, una especie de Cluedo que consiste en averiguar quién es el hombre lobo entre los jugadores, y que se puede jugar también con Realidad Virtual. Básicamente, la película funciona como un whodunit a la manera de Puñales por la espalda (Rian Johnson, 2019), con una serie de personajes atrapados en un pequeño pueblo debido a una tormenta de nieve, y en el que no solo la presencia de un posible hombre lobo altera los ánimos de los vecinos.
La película comienza con una escena que hace referencia a Tiburón (Steven Spielberg, 1975) y con la imagen de una construcción que parece el hotel Overlook de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980), así que desde el comienzo el director Josh Ruben propone su mirada cinéfila en la representación de películas que sirven como referencia. Gran admirador de Steven Spielberg, el director afirma que Aracnofobia (Frank Marshall, 1990) fue la principal influencia de esta película, pero que también quería darle un tono cercano a Fargo (Joe Coen, Ethan Coen, 1994). Al juego del misterio se añade por tanto para los espectadores aficionados al cine fantástico, el juego de las referencias. El protagonista, como en la película de Marshall, es un forastero que acaba de llegar al pueblo para instalarse, aquí el nuevo guardabosques Finn Wheeler (Sam Richardson), que es recibido por un heterogéneo grupo de vecinos que tiene relaciones poco amistosas. Son personajes cercanos a la caricatura que muestran diferentes aspectos de una sociedad que está marcada por la mentira y los secretos, pero que convive en cierta armonía, ahora amenazada por un oleoducto que pretende construirse cerca.
Aunque en un tono algo histriónico, el director imprime un ritmo constante a la narración, y en cierta manera el guión de la comediante Misha Wolff introduce más giros de guión de los que puede soportar la película. Pero eso también la hace doblemente entretenida, repleta de humor negro cuando la estabilidad inicial deja paso al estallido de los conflictos latentes. Se trata de una película de bajo presupuesto, por lo que la transformación licántropa se parece más a la de Teen wolf (De pelo en pecho) (Rod Daniel, 1985) que a la de En compañía de lobos (Neil Jordan, 1984), pero también le imprime el encanto de esta referencia a las comedias ligeras de los años ochenta.
Un hombre lobo entre nosotros se estrenó el 9 de octubre Prime Video. Hunter hunter (Cazador contra cazador) se estrena el 19 de octubre en Movistar+.La garra de Satán, The yellow sea y En compañía de lobos se pueden ver en Filmin y Prime Video.
El hombre de mimbre, El Viyi y El extraño se pueden ver en Filmin. Midsommar se puede ver en Prime Video. El proyecto de la bruja de Blair y Blair witch se pueden ver en Starzplay.[REC] se puede ver en Disney+, Filmin, HBO, Netflix y Prime Video.Tú eres el siguiente se puede ver en Filmin y HBO. The guest se puede ver en Filmin, Movistar+ y Prime Video. Thelma & Louise se puede ver en Movistar+.Puñales por la espalda se puede ver en Netflix. Tiburón se puede ver en Filmin, Movistar+, Netflix y Prime Video.Fargo se puede ver en Filmin y Movistar+.