La situación en que se encuentran las comarcas libradas del poder de los árabes al comenzar la Reconquista, es, en cierto sentido, bastante rara, al mismo tiempo que lamentable, considerada desde otro punto de vista. Se trata de unos territorios que se bailan en insurrección, desde luego legítima e inspirada en altos móviles, pero en insurrección constante, y esto explica cuanto de anómalo podamos encontrar en la organización de los mismos y la situación de verdadera decadencia, iniciada en los comienzos de la Reconquista.
En cuanto a la situación de las personas, se observa una mezcla grande de elementos completamente diversos, y hasta heterogéneos, cada uno de los cuales presenta su tendencia especial, que en ocasiones se armoniza con la de los demás, y que en otras aparece como totalmente opuesta a las mismas.
La Reconquista occidental empieza, como es sabido, en las montañas de Asturias y Cantabria, esto es, en la región donde siempre fue más viva la protesta y más fuerte la resistencia contra toda dominación extranjera. De aquí que los iniciadores de la lucha pertenecieran, si no a las razas aborígenes de nuestro suelo, sí a la de los celtas, unos de sus pobladores más primitivos; pero no fueron ellos solos los que comenzaron tan gran obra, sino que a su lado pelearon hispanos, venidos de diversos territorios, y hasta elementos de origen visigodo. En los primeros momentos aparecen perfectamente marcados los caracteres de los diversos elementos que a la Reconquista contribuyen, pero bien pronto esas diferencias desaparecen, lográndose en poco tiempo la aspiración no realizada durante tantos años.
Al lado de esos elementos fusionados, aparecen otros varios, según va avanzando la obra de la Reconquista, porque, según ésta camina, acuden al territorio, libre ya de invasores, cristianos, ya de los que se quedaron en las localidades donde vivían al ser conquistadas por los árabes, ya de los diversos Estados que por entonces se iniciaran, y aun en ocasiones, de países extranjeros. Y conviene notar que ese elemento extranjero venido en auxilio de los cristianos, representa un retroceso, y no un adelanto, lo cual hace deducir que, si fue preciso para la prosecución de la obra iniciada, fue a la vez perjudicial para el adelanto de la cultura.
Matías Barrio y Mier (Verdeña, 1844 – Madrid, 1909)
De la serie, "Historia General del Derecho Español".
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