
Ha sido un acierto del director escoces apostar por un estilo que siempre se ha considerado el rey de los género y, aunque de terror tiene poco, tal y como se comentó en su gala de presentación: "Slow West posee una épica poética que se adecua a la perfección con el carácter del Festival".
John Maclean es guionista y director de una película del oeste que no se centra en el aspecto salvaje de muchos de los films de este género, sino que más bien pone el foco en la lentitud en la que se desarrolló la historia del oeste: con enormes espacios, largos intervalos de tiempo y desplazamientos.

Como él mismo afirma: "sigue la línea de películas de Sergio Leone y Sam Peckinpah, centrándose en la violencia para transmitir un mensaje de reflexión”. Y es que en varias ocasiones se cuestiona la forma en que se colonizó a los nativos americanos. En palabras de uno de sus protagonistas, Jay,: “el declive de los indios fue con la violencia y el sufrimiento”. Y este lento oeste en el que nos sumerge el director, lo disfrutamos con un variado abanico de personajes y situaciones, a veces cómicas o incluso corrosivas, y otras muy, muy dramáticas.
1870. Jay Cavendish (Kodi Smit-McPhee) es un chico aristócrata enamorado de una campesina, Rose Ross (Caren Pistorius). Debido a un infortunio tienen que separarse y el chico emprende un viaje al encuentro de su amor utópico y perdido. Su destino: el bosque llamado "El fantasma plateado", inmerso en el profundo oeste.

1870. Silas Selleck (Michael Fassbender) es el lado opuesto de su acompañante; un mercenario que formaba parte de una peligrosa banda de forajidos, de esas compuestas por hombres fuera de la ley donde los más duros son los más difíciles de caer. Se ofrece al joven como escolta hasta su destino a cambio de unos dólares.

Es cierto que el guión no es el más común para este tipo de películas y que alguno de los personajes no se enmarcan lo suficiente, se perfilan sin profundizar, pero a menudo la crítica exige nuevas interpretaciones, nuevas mezclas de género, eso que llaman creatividad, y esta película es un gran ejemplo de ello.
Cuenta además con una magnífica, variada e interesante banda sonora. Cada vez que Jay tiene recuerdos de su amada, las imágenes se acompañan siempre por la siguiente melodía: Jay’s theme y nos deleitan con flashbacks de un pasado mejor, anhelado y que quizás no se repetirá. Sus recuerdos se suceden de la misma manera que a menudo nos obcecamos en mantener aquello que hace tiempo que había acabado, que nos resistimos a soltar.

La parsimonia de su avance por el oeste y por su viaje personal nos hace deleitarnos en el momento y cuestionarnos cuánto sufrimiento y equivocaciones son necesarias para conseguir el cambio esperado. Jay y Silas lo tienen claro: hay que seguir hasta el final... Sin duda alguna, no os la podéis perder. Una joya de un director en bruto que ya ha llegado a nuestras carteleras.
Sergi Sanmartí (@Horadelsdaus)