La jornada de huelga convocada ayer en el sector público vasco por ELA, LAB, STEE y ESK no ha tenido el éxito que cabría esperar ante la gravedad de las medidas antisociales dictadas por el presidente Zapatero. No voy a entrar en la guerra de cifras que, como ocurre siempre en estos casos, enfrenta a la Administración y a las centrales sindicales, pero parece obvio constatar que la movilización y la contestación ciudadana no se corresponden con el alcance del decreto-ley aprobado por el Gobierno del PSOE.
Es posible que el hastío, la impotencia y la frustración estén haciendo mella en una sociedad cada vez más descreída y desconfiada, que ha perdido, en parte, su espíritu de lucha; son muchas las razones que pueden ayudar a entender esta actitud, entre ellas el individualismo, la división sindical o la falta de unidad de la izquierda, pero aún así creo que sobran las razones para salir a la calle y exigir una nueva política económica, basada en la superación del capitalismo y en la aplicación de una fiscalidad más justa, progresiva y equitativa.