En la recta final del año siempre se multiplica por mucho mi carga de trabajo. Sin embargo, este próximo fin de semana hace tiempo que la agenda está reservada para un encuentro con viejos amigos, de corazón, con los que compartí aula en el IESE - Universidad de Navarra. Todos los años tratamos de encontrar un puñado de horas para sentarnos en torno a una mesa, ponernos al día, contarnos nuestros progresos, nuestros fracasos, nuestras inquietudes... y sobre todo pasarlo bien recordando lo bueno que hemos vivido juntos.
Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto cuando en un momento del viaje discutieron y uno le dio una bofetada al otro. El ofendido, sin decir nada, con su bastón escribió en la arena: "Hoy, mi mejor amigo me dio una bofetada en el rostro". Y siguieron caminando.
Unas horas más adelante llegaron a un oasis donde decidieron darse un baño y descansar. Mientras estaban disfrutando del baño, el que había sido abofeteado comenzó a ahogarse siendo salvado por su amigo. Tras recuperarse en la orilla, tomó su navaja y escribió sobre una piedra: "Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida".
El amigo, intrigado le preguntó:
- ¿Por qué después de hacerte daño escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?
El otro amigo sonriendo respondió:
- Cuando un amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, porque el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo. Pero cuando nos pase algo formidable, deberemos grabarlo en piedra, donde ningún viento podrá borrarlo.
Es posible que estemos acostumbrados a escribir en piedra los grandes momentos, pero ¿de verdad escribimos en arena las ofensas que perdonamos para que el viento haga que las olvidemos? ¿o perdonamos sin olvidar?.