Estaba terminando un artículo sobre el contrabando y el estraperlo en la posguerra para publicarlo en mi blog Crónicas de la Historia, cuando me llegó la noticia de que la autovía A-43 quedaba eliminada de los planes del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, y que finalmente no sería construida.
En el ya lejano año 2000 participé en un foro convocado por la Diputación de Ciudad Real, donde expuse el proyecto del Parque Minero de Almadén, que la Fundación Almadén, con la ayuda económica de diversas instituciones, se proponía llevar a cabo. Al final de mi exposición se abrió el turno de preguntas y la única que me hicieron fue que cuándo creía yo que estaría construida la autovía entre Puertollano y Mérida, un trayecto de unos 200 kilómetros. Conociendo la lentitud con la que dicho Ministerio desarrolla este tipo de proyectos y dando por hecho el compromiso real de llevarlo a cabo, tal y como por entonces afirmaban todos nuestros representantes políticos, le contesté inocentemente que unos diez o doce años.Ahora, veintiún años después de aquello, los habitantes de la comarca de Almadén estamos peor que antes, ya que hemos sabido que el citado Ministerio ha optado por no construir la autovía y mejorar, a cambio, la carretera nacional 430, que transcurre entre Ciudad Real y Mérida, y que pasa a unos cincuenta kilómetros al norte de Almadén. Al parecer, la principal razón en la que se basa la decisión ministerial es el poco tránsito que tendría la citada autovía que, partiendo de Puertollano, pasaría por Almadén y la Siberia extremeña, para alcanzar posteriormente la feraz Vega del Guadiana, donde están situadas las importantes localidades de Villanueva de la Serena y Don Benito. Incluso dejando aparte la poca sensibilidad mostrada por la llamada España vacía o vaciada de los técnicos del Ministerio, el término Siberia extremeña es bien significativo, refutaré a continuación el informe ministerial con dos antecedentes históricos, uno de finales del siglo XVIII y otro de finales del XX.
A finales del XVIII, las quejas de los carreteros que llevaban anualmente entre diez y veinte mil quintales castellanos de azogue, según los años, de Almadén a Sevilla fueron en aumento debido al mal estado de los caminos, especialmente entre Almadén e Hinojosa del Duque (Córdoba), población situada a unos 55 kilómetros al suroeste de Almadén. El superintendente de la mina y gobernador de Almadén, Gaspar Soler, transmitió en diciembre de 1777 el problema a su superior, Joseph de Gálvez, ministro de Indias y superintendente general de Azogues, quien con el objetivo de ver por sí mismo el estado del camino, viajó a Almadén a mediados de 1778 y decidió la construcción de un nuevo camino a Sevilla, con lo que el viejo pasó al olvido. A tal efecto se aplicaron 120.000 reales anuales del arbitrio sobre la sal, cantidad que sería enviada mensualmente por la Tesorería de Rentas de Córdoba.
Todavía en el último cuarto del siglo XX, el viajero que iba de Almadén a Madrid debía circular más de cincuenta kilómetros por una carretera estrecha, llena de curvas y con muchos baches y badenes, que conducía a Ciudad Real por Fontanosas y Abenójar. Muchos de nosotros pensábamos que había algún motivo oculto para mantener durante décadas esta situación de aislamiento de Almadén, cuando en España ya empezaban a proliferar las autovías. Esta hipótesis no era descabellada, pues siempre se ha sospechado que el Estado ha intentado mantener lo más aislado posible a Almadén y que incluso a mediados del siglo XX la situación continuaba igual, como lo demuestra el hecho de que los responsables del establecimiento minero se ufanaran de que habían conseguido que Almadén no participara en ninguna de las duras luchas sindicales mantenidas por los mineros asturianos y de otras cuencas en la década de 1960. Lo más incomprensible del asunto carreteril es que dos centurias antes el camino de Madrid no pasaba por Fontanosas sino por Saceruela, evitando así tener que atravesar diversas sierras y circulando por un terreno mucho más llano. Por fin, un poco antes de terminar el siglo XX, se construyó el nuevo acceso, con lo que la carretera de Fontanosas dejó de usarse casi por completo.
Todo esto viene a colación de que a la gente, antes y ahora, le gusta viajar por buenos caminos, carreteras y autovías, y que si una zona no los tiene, darán un rodeo para evitarla. Por ejemplo, muchos viajeros que van de Valencia a Badajoz o viceversa pasan por Madrid, porque así hacen todo el recorrido por autovía, aunque recorran unos cien kilómetros más. La alternativa que pasa por Ciudad Real es más corta, pero tendrían que circular por carretera un tramo de unos doscientos kilómetros. Para que quede claro, la cuestión que planteamos es que, sin duda, los citados viajeros dejarían de ir por Madrid si dispusieran de una autovía que les diera el mismo servicio con la ventaja de hacer unos cien kilómetros menos. Por este objetivo es por el que los vecinos de esta comarca estamos dispuestos a luchar, como lo hicimos las dos veces que las autoridades académicas intentaron clausurar la Escuela Universitaria Politécnica de Almadén, hoy Escuela de Ingeniería Minera e Industrial de Almadén, el único centro universitario en cien kilómetros a la redonda. Aunque solo fuera por vertebrar España, idea tan en boga en años recientes pero que lamentablemente se olvida por completo cuando se trata de ponerla en práctica, la autovía A-43 debiera ser construida cuanto antes. ¡Ah!, se me olvidaba, señora ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana le pido que venga a conocer el tema de primera mano, como hizo el ministro Gálvez hace casi dos siglos y medio, cuando el camino de Andalucía era “intransitable en el temporal de aguas y ríos que han de vadear y con riesgo de vuelcos y destrucción de carretas”.
Ángel Hernández Sobrino
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