En Cataluña, aunque ustedes no lo crean, hay analogías con el nacionalismo alemán
pesar de mi condición de sociólogo siento una gran pasión por la historia contemporánea. Me gusta, la verdad sea dicha, ver documentales en blanco y negro de los tiempos franquistas y, sobre todo, analizar los porqués de los totalitarismos europeos. Al fin y al cabo, tales fenómenos históricos son hechos sociales, imprescindibles para entender nuestras estructuras presentes. Dicho esto, el otro día visioné un documental sobre la estética fascista. En él, diversos politólogos – especialistas en comunicación – e historiadores analizaban los medios utilizados por Adolf para meterse – valga la expresión – a las masas en su bolsillo. Me sorprendió cómo la oratoria de Hitler consiguió que una sociedad, analfabeta y hambrienta, percibiera en el exterior de sus fronteras al enemigo de sus problemas. Tanto es así que el mayor "sanguinario" del siglo XX consiguió salirse con la suya; ganar las elecciones; romper las reglas de juego e instaurar el autoritarismo. Lo que vino después no hace falta ni mencionarlo.
Un día después del citado documental se celebró en Cataluña el día de la Diada (en catalán: Diada d l'Onze de Setembre). Por la mañana, mientras acudía al trabajo escuché, como de costumbre, las noticias en el coche. Por muy bien que un locutor describa un acontecimiento, una imagen vale más que mil palabras. De tal manera que cuando llegué a casa, a eso de las nueve, encendí la televisión para ponerle color a las palabras de Menéndez. (presentador de Las Mañanas en RNE). A través de la Cuatro visioné la imagen del día: una Barcelona repleta hasta la médula de miles de manifestantes con banderas "catalanas" clamando la independencia. Desde una panorámica aérea se vislumbraba una “V" humana entre la Gran Vía y la Diagonal. La "V", en códigos catalanes, de Via, Voluntat, Votar i Vitorìa. Mientras veía la imagen se me cruzaron por mi mente las imágenes de la estética fascista. Ya lo sé que no tiene nada que ver "el tocino con la gasolina" pero, lo cierto y verdad, es que sendos escenarios estaban escritos con el mismo guión. El guión nacionalista.
Tanto en la Cataluña de Mas como en la Alemania de Hitler existen paralelismos o, al menos, elementos causales que le sirven al sociólogo para entender las claves de la Consulta. La búsqueda de la identidad nacional, o mejor dicho, "la protección de lo alemán", mediante la exaltación de sus distintivos culturales, sirvió al dirigente nazi para construir un discurso populista basado en promesas electoralistas. Promesas, les decía, a una sociedad hambrienta y analfabeta cuyo único móvil electoral era el voto emocional.
Así, de ese modo, Adolf les dijo a las masas lo que querían oír; les prometió comida; trabajo y les subió la autoestima. Se la subió, les decía, mediante un discurso basado en la "superioridad aria" y el odio a los judíos: una minoría no nacional; impura e inferior. Así las cosas, Hitler articuló para los suyos un sentimiento nacionalista de amor a la patria y repulsa a los otros que le llevó a lo más alto de las tribunas alemanas.En Cataluña, aunque ustedes no lo crean, hay analogías con el nacionalismo alemán. En primer lugar existe un sentimiento catalán, o dicho de otro modo, un etnocentrismo basado en la superioridad de sus singularidades culturales con respecto a "las inferioridades" exteriores. Dicho sentimiento de "superioridad regional" ha sido construido por sus recursos industriales y privilegios institucionales. Privilegios, todos ellos, ganados mediante las alianzas con la izquierda y la derecha durante las minorías parlamentarias. Otro factor que alimenta el licor separatista es, sin duda alguna, la lengua. Para ellos – para los catalanes – al igual que en los tiempos alemanes, la lengua se convierte en un tótem ciudadano para minusvalorar la diversidad dialéctica de resto territorial. Tanto es así que el President ha hecho, en alguna ocasión, burlas demagógicas contra el acento andaluz; lo mismo que hizo Hitler, en sus prolegómenos electorales, contra los humildes judíos. Hace dos años, Duran i Lleida criticó el PER y se mofó, valga la expresión, de la "cultura de bares" que existe en Andalucía. Son, precisamente, estas etiquetas demagógicas, vertidas por los líderes nacionalistas, las que invitan al rebaño a pedir la independencia como salvación a sus problemas. Lo mismo que clamaron los alemanes ante las demagogias de Hitler.
A pesar de que la Consulta prevista para el día 9 de noviembre es ilegal, por no cumplir con las exigencias constitucionales, lo cierto y verdad, es que en Cataluña hay un sentimiento nacionalista. Un sentimiento a falta de cuantificar por el obstáculo legal, pero al fin y al cabo, un fervor separatista. Ahora bien, si se celebrase el plebiscito – que es muy probable que se celebre – lo que se pone sobre la mesa ya no es la "legalidad" y las consecuencias "penales" del mismo, sino el mensaje emocional que salga de las urnas. Es, precisamente, este "mensaje emocional" el que invitará a Mas a continuar con su artillería separatista o a abandonar su Cataluña por la puerta de atrás. En caso de que la consulta gane por aplastante mayoría – lo dudo, por el alto índice de inmigración interna residente en Cataluña – el siguiente paso será tensar más la cuerda, para que la voluntad civil se convierta en realidad. Tensar más la cuerda significará agudizar el sentimiento nacionalista mediante la repulsa de todo aquello que proceda de sus fronteras exteriores. Lo mismo que hicieron los alemanes con los judíos cuando creyeron que eran superiores.
Artículos relacionados:
La cuestión catalana