Revista Ciclismo

Sobre clicks, crujidos, chirridos y otros ruidos de la bici

Por Carlosr

Sobre clicks, crujidos, chirridos y otros ruidos de la bici

Bicirrelato Sobre clicks, crujidos, chirridos y otros ruidos de la bici – Desde Gijón y en Bicicleta

" data-orig-size="1000,500" sizes="(max-width: 584px) 100vw, 584px" data-image-title="clicks" data-orig-file="https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/clicks.jpg" data-image-meta="{"aperture":"0","credit":"","camera":"","caption":"","created_timestamp":"0","copyright":"","focal_length":"0","iso":"0","shutter_speed":"0","title":"","orientation":"0"}" width="584" data-medium-file="https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/clicks.jpg?w=400" data-permalink="https://gijonenbici.wordpress.com/2020/04/07/sobre-clicks-crujidos-chirridos-y-otros-ruidos-de-la-bici/clicks/" alt="Foto de microfono junto a una rueda ilustración del #bicirrelato "Sobre clicks, crujidos, chirridos y otros ruidos de la bici" - Desde Gijón y en Bicicleta" height="292" srcset="https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/clicks.jpg?w=584&h;=292 584w, https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/clicks.jpg?w=150&h;=75 150w, https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/clicks.jpg?w=400&h;=200 400w, https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/clicks.jpg?w=768&h;=384 768w, https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/clicks.jpg 1000w" class="size-full wp-image-6085 alignright" data-large-file="https://gijonenbici.files.wordpress.com/2020/04/clicks.jpg?w=584" />Cuando el tiempo pase y tú me olvides, silencioso vivirás en mí; porque en la penumbra de mis pensamientos, todos los recuerdos me hablarán de tí
Gustavo Adolfo Bécquer

Marcos podría escribir un tratado sobre las bicicletas y sus sonidos. La primera página la dedicaría al silencio y al sonido embelesador de su cambio Campagnolo. Y para continuar, doscientas páginas no serían suficientes para tratar el tema de los ruidos de la bici, todos esos zumbidos, clicks, crujidos, chirridos y traqueteos indeseables y a veces inevitables.

Es normal no oír a tu propia bici en ciudad con el nivel de ruido circundante. Pero en la carretera, en los largos silencios de los paseos solitarios cualquier susurro se convierte en un alboroto insoportable si te concentras en él. Igual que ocurre con el zipizape cotidiano del vecino incivil que puedes escoger o bien no oír, o mal refocilarte en la miseria de vivir en comunidad y odiar y desear matar y consumir ansiolíticos hasta que uno de los dos abandone el vecindario.

Marcos practica la atención selectiva a los ruidos de su bici. Como todas sus máquinas tienen ya una edad considerable (y una buena cantidad de kilómetros) y él es de esos que usan sus bicis con cuidado pero no se prodigan en atenciones después del uso, los ruidos son compañeros fieles de sus pedaladas. Su buena actitud zenclista siempre le ha ayudado a no oírlos hasta que su intuición le ha dicho que ese último crujido anticipa una avería grave.

Recordaba aquellos años en los que trabajaba en un taller de bicis y no le podía prestar esa “atención selectiva” a los clientes y sus ruidos. Ellos iban a Marcos como si fuese el demiurgo que habría de restaurar el orden en la barahúnda de zumbidos, clicks, crujidos y chirridos que les vuelven locos. Cada ruido no identificado es el síntoma de una amenaza. Marcos recordaba con ternura esas descripciones que los infortunados hacían del timbre, la cadencia, el ritmo, las pausas intuidas y el volumen de su tortura. Exponiendo con mimo científico sus conjeturas sobre el origen, el cuándo o el cómo del ruidito en cuestión. Y, bueno, todo ayudaba pero al final de la interminable perorata era Marcos el que tenía que detectarlo y destruirlo.

Marcos podía nombrar de carrerilla más de 40 orígenes de ruidos en una bicicleta de carretera sin ningún complemento y sabía que la lista se puede triplicar si la maquina venía con portabultos, bolsas varias, timbres, guardabarros, cubrecadenas, etc. etc. Casi siempre, la escucha atenta de las pistas del cliente y su buen ojo y mejor mano conducían los ajustes en la mejor dirección para que la bici fuera, de nuevo, silente compañero de su amante dueño. Casi siempre.

Y cuando no, el ruido del otro se convertía en pesadilla de Marcos. Porque a veces no es la bici la que hace el ruido sino el ciclista. Tú te subes en su bici y enmudece. El cliente la prueba y le chilla. En esos casos, Marcos repetía para sus adentros que no hay nada más silencioso que un cañón cargado e iba ajustando a ciegas al ritmo que el cliente se desesperaba… sabiendo a ciencia cierta que algunos crujidos solo se iban a manifestar cuando su dueño, con su peso, altura y posición en la bici, estuviera sobre el sillín y a los pedales.

Por eso, Marcos siempre recordaba la frase de su mecánico de la adolescencia, el único e irrepetible Pin del Garaje Pin, maestro de los maestros en lidiar con los multiformes y perversos ruidos. Cuando llegaba a su taller con lloros sobre sonidos extraños saliendo de su montura, Pin se encorvaba sobre el potro y, sin mirarle, le decía muy serio “NO, AQUÍ RUIDOS NO”.

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