Revista Música

Sobre conciertos y cosas de la edad (por Arantxa)

Publicado el 11 junio 2012 por Imperfectas
Sobre conciertos y cosas de la edad (por Arantxa)
Mañana (por hoy) cumple 21 años mi hermana pequeña. La recuerdo perfectamente de bebé. Hoy es una mujer que estudia, lo compagina con las prácticas de la carrera y probablemente se nos vaya al extranjero este verano. No es esto lo que me ha hecho sentir un poco más mayor (que también), sino el hecho de que el viernes la ginecóloga me comentó en la revisión que este año, aparte de la ecografía de mama voy a empezar a hacerme mamografía. “¿Eso no es para mujeres mayores de 45?”, objeté yo. Y ella me explicó que, al menos en la sanidad privada, ya es una prueba que se hace a partir de los 40 años y que como mi madre tuvo un cáncer de mama (felizmente superado) es mi caso debo empezar ya. Tengo 36 largas primaveras y supongo que no hay mucha diferencia entre empezar ahora o con 40. La historia clínica manda y punto.


Por la noche estuve de concierto de Pereza, grupo denostado por parte de la crítica y los snobs, pero a El Desconcierto y a mi nos gustan mucho y allí estábamos. Eso sí, nada más entrar al recinto sudaba como un pollo. No se puede ir a una plaza de toros cubierta con pantalones pitillo en estas fechas. Tentada estuve de quitármelos, de como me sudaban las piernas, pero es impropio del decoro y de las treintena. Total, estábamos rodeados de gente, y yo iba de negro en medio de la oscuridad, hasta la ropa interior. La camiseta era larga más bien, no se hubiera notado mucho, pero a determinada edad no se deben hacer según que cosas. Y pensar que en el último concierto que dio Héroes del Silencio en Madrid, al que fui con mi hermana Rebeca, el Palacio de los Deportes ardía (junio del 96). Casi todas las tías optaban por quitarse la camiseta o remangárselas debajo del sujetador. Y tan fresquitas que estábamos. Os prometo que no he mirado la fecha en buscador alguno, los que me conocen saben que tengo buena memoria, que para las fechas soy implacable, y además como para no acordarme de la fecha en cuestión: suspendí el práctico del carne de conducir, pero era el último concierto que los maños daban en la capital porque el grupo dejaba de ser tal, así que el disgusto por haberme saltado aquel ceda el paso no iba a dejarme sin concierto.Volviendo al del viernes, me veía rodeada de niñas y niños que apenas sobrepasaban las dos décadas de existencia. El Desconcierto y yo éramos de los más madurito entre el público asistente. Pero eso no es óbice para que lo pasara genial, bailara, cantara como la que más y se me olvidara el tema de la mamografía. En un momento recordé con completa nitidez el último concierto de Mecano en Las Ventas, Madrid, en septiembre del 92, también antes de romper como grupo. Han pasado casi veinte años. Y veinte años es mucho, a pesar de lo que cantaba Gardel. Entonces sí, éramos de las más jovencitas entre el público asistente, mi hermana Rebe, nuestra amiga Laura y yo. Recuerdo que estábamos detrás de unos chicos que amablemente nos cedieron el sitio, porque eran unos bigardos que no debían bajar del 1’90 y como dijo uno de ellos “las chavalitas no ven con nosotros delante”. Porque eso éramos, unas chavalinas.No puedo controlar el vértigo que, en ocasiones, me provoca el paso del tiempo. Más que el día del cumpleaños, que no me sofoca especialmente, me dan fogonazos de nostalgia de tanto en tanto y me invade una sensación agridulce de la que me hablaba una persona muy cercana hace unos días.Curiosamente, mientras escribo esta entrada (son las 23.10 horas) suena Amistades Peligrosas en una casa del bloque de enfrente. Estoy con la ventana abierta y sí, “basta ya de tanta tontería” y de ponerse ñoña, que me espera una lavadora con siete kilos de ropa de mis hijas por tender. Os dejo con la canción con la que Mecano cerró el concierto del que os hablaba. Entonces veía a la gente llorar, incluso a algún tío hecho y derecho, y lo atribuía a la inminente separación del grupo. Fuera de eso no lo entendía, no me tocaba, no se me ponía la carne de gallina. Era una cría, claro. Pero veinte años después la vida te hace entender, si no esta historia de un amor que no muere, seguro que otras muchas de las que hablan otras tantas canciones de esas que emocionan de verdad. 



Volver a la Portada de Logo Paperblog