Revista Opinión

Sobre dioses, tumbas, jueces

Publicado el 23 mayo 2013 por Romanas
Sobre dioses, tumbas, jueces Ustedes perdonen que insista tanto en el tema pero es que es mi especialidad. Resulta que he pasado la mitad de mi vida entre ellos, llegando incluso a hacer con algunos, muy pocos, una buena amistad.  O sea que aun siendo de muy pocas luces, casi ninguna, algo he aprendido sobre ellos entre otras cosas porque suele ser gente muy diáfana, casi transparente, en su comportamiento. En principio, un juez es una persona como las demás, un hombre, o una mujer, como v. o como yo, pero, ojo, eso sólo es en principio. Una de las leyes biológicas que dice que la función crea el órgano.  Y yo añado, si es que hay que añadirlo, que no sólo lo crea sino que lo conforma rigurosamente.  Me parece que ya he contado por aquí cómo un juez, un buen juez, se equivocó radicalmente en un asunto de mi hija, una equivocación que implicó la pérdida de un millón de pesetas para ella. Cuando fui a verle a su despacho, me dijo:  -Usted es un hombre de gran experiencia, don José, hoy su hija ha salido perjudicada pero mañana puede estar al otro lado de la balanza, ¿no querrá usted que yo ponga el millón de pesetas de mi bolsillo?  Lo que yo le contesté no es susceptible de exponerlo aquí ni en ningún otro sitio, el caso es que me echó de su despecho casi a patadas, con toda razón.  Si lo cuento es porque estoy tratando de explicar que un hombre, o una mujer, que puede arruinar a otros para siempre o mandarlos a la cárcel por treinta años, no sólo está hecho de una madera especial sino que su mente funciona de acuerdo con unos parámetros que los que no somos jueces no seremos nunca capaces de comprender.  Todo el mundo, decente, claro, ha sentido lo de Garzón como si hubiera sido alguien de su propia familia.  Pero Garzón no es, no ha sido nunca, porque no lo podía ser, un angelito.  Garzón fue con Felipe González de número 2 por Madrid, en unas elecciones generales, detrás de aquél. Y se equivocó: pensó que, si ganaban, como ganaron, él iba a ser el número dos, después del ínclito Felipe, y ni siquiera fue nombrado ministro de justicia, ni de interior, sólo secretario de Estado de algo que ahora no recuerdo, si sería poco importante.  Y no lo soportó, se fue dando el que seguramente es el mayor portazo que se ha dado  en la historia de este país, comenzó a trabajar y no paró hasta meter en la cárcel al ministro de interior de González y a su subsecretario.  No me digan que no es una buena venganza, pero al propio tiempo es una canallada casi perfecta.  Si Garzón tenía en los cajones de la mesa de su despacho en el Juzgado de la Audiencia Nacional lo elementos de juicio necesarios y suficientes para cargarse al ministerio de interior de González en pleno, nunca debió de aceptar la propuesta de éste para ir en las listas por Madrid del Psoe.  Pero la aceptó y no sólo eso sino que, cuando se sintió despechado,  volvió a su juzgado y comenzó la labor de demolición de un partido político más eficaz que yo conozco y esto estaba prohibido por la ley, concretamente la ORGANICA DEL PODER JUDICIAL, que en su articulado obliga a los jueces a abstenerse de conocer de los asuntos en los que concurra la circunstancia de amistad íntima o enemistad manifiesta.  Que Garzón, menospreciado públicamente por González, le odiaba casi tanto como llegó a odiarle Julio Anguita, es tan evidente que no voy a perder un sólo instante en demostrarlo.  Pero no sólo no se abstuvo, con lo fácil que le hubiera sido exponérselo al Presidente de la Audiencia que hubiera nombrado a otro de sus compañeros para que tramitara el asunto, sino que inició una de las instrucciones más duras que se conocen en la historia de la jurisdicción española, con los resultados que todos sabemos, Barrionuevo, ministro, y su subsecretario cuyo nombre no recuerdo, acabaron pudriéndose en la cárcel con gran regocijo de los populares.  Pero éste hombre que fue el héroe de los populares, y de Pedro J., que incluso creo que inventó para él el sobrenombre de El Juez Campeador, cometió el error de creer que lo que había hecho con el Psoe podía también hacerse con el PP.  Craso error. El Psoe era la única pseudo izquierda plausible en uno de los países más reaccionarios del mundo, en el que, durante 40 años había reinado hasta lo más profundo de la esencia del pueblo uno de los fascismos más duros que ha dado la humanidad y que, como todas las ideas deleznables de hombre, ser desfalleciente para el De Aquino, lobo para el hombre, según Hobbes, una puñetera mierda, para mí,  le había calado hasta el tuétano sólo Dios sabe para cuantos años.   Tocar siquiera a uno de los hombres del fascismo español, tanto más si se intentaba con el propulsor del mismo, significaba y significa una sentencia mortal para su autor. Por eso yo lo anuncié apenas inició sus primeros escarceos en este sentido, creo que escribí un post que titulé Réquiem por Garzón.  Por lo mismo, anticipo ahora la condena de tres ilustres magistrados españoles, Bermúdez, Ruz y este Silva no sé cuantos, de pila, Elpidio, que se han atrevido a intentar llevarse por delante a gente que ha sido o es alguien en el PP.  Toda la magistratura española, con las inevitables excepciones en un colectivo de casi 5.000 jueces, es franquista y, como ya tengo dicho y redicho, PP=a FF, es decir, Francisco Franco, de manera que lo que le va a ocurrir a estos 3 jueces es la crónica de una muerte anunciada.  Yo no digo que los van a echar de la carrera ya, como a unos garzones cualquiera, no, porque eso sería demasiado descarado y ellos mismos saben que implicaría su propio desprestigio mundial, pero que lo tienen ya todo hecho en la carrera judicial, lo sabe ya hasta en Madagascar y si alguno de ellos, como al tal Elpidio, se le pueda meter mano sin mediar escándalo supremo, se le meterá.  Al tiempo.

Volver a la Portada de Logo Paperblog