Revista Opinión

Sobre dudas y certezas

Publicado el 26 agosto 2011 por Miguelmerino

Érase un hombre (vale igual mujer), a una duda pegado, aunque no mereciera un soneto de Quevedo, si acaso, una rima de Bécquer. Érase una duda que lanzada, se clavaba en el costado del guerrero, pero manaba tristeza de la herida. Hay quien, al contrario que Krahe, allá él por no hacer caso del maestro, prefiere caminar con una duda, teniendo un buen axioma.

  •  ¿No era usted fiel seguidor del volteriano apotegma: “La duda es un estado inquietante. La certeza, un estado ridículo.”? 
  • Tanto es así, que en esta ocasión dudo de la certeza del apotegma. 
  • Traje a la medida, llamaría yo a esa figura. 
  • Sí, pero hecho por el sastre del Campillo, que cosía de balde y ponía el hilo. 

Algunas certezas, aunque sean pocas, hacen falta para poder anclarse a algo o alguien. Luego, si resulta que el ancla estaba agarrada a un banco de arena, pues habrá que lanzarla de nuevo, pero en otro sitio. Lo que no tiene mucho sentido, ni se le intuye mayor ventaja, es no lanzar nunca el ancla y andar siempre a la deriva. 

  • Lo malo es creerte anclado y que te lleve el viento. La cara de tonto puede ser de abrir telediarios. 
  • No le digo yo que no, pero prefiero correr el albur, a renunciar definitivamente. 

Érase un hombre (vale igual mujer), a un asombro asomado, que quizás mereciera, en castigo, un soneto mordaz de Quevedo y de Bécquer, una caricatura firmada por Sem. Érase un hombre que quería escribir, y en queriendo, no encontró otro tema mejor, tampoco peor, y tomó recado de escribir y escribió. 

Escrito queda.


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