Durante varios días, el acoso sufrido por los miembros de Ciudadanos en la manifestación del Orgullo Gay de 2019, ha supuesto un nuevo motivo de polémica de la que nos gusta tanto en este país. El motivo esgrimido por organizadores y manifestantes del Orgullo respecto a los ataques a Ciudadanos es su negociación con Vox. Es comprensible que el colectivo LGTBI esté intranquilo respecto al auge del partido de extrema derecha, otra cosa es que el acoso al que fueron sometidos los miembros del partido naranja sea pretenda justificarse.
El artículo 21 de la Constitución Española consagra el derecho de reunión y manifestación. Por lo tanto si el colectivo LGTBI pretende defender sus derechos atacando los derechos de los demás es, cuanto menos, contradictorio. No debería olvidarse que Ciudadanos estaba en la manifestación para apoyar a dicho colectivo. Además nadie reprochó a Unidas Podemos que su líder haya presentado durante años programas televisivos en una televisión financiada por Irán, donde cuelgan a los homosexuales en grúas. Puesto que este evento recibe dinero público debería haber un poco más de equidad y coherencia.
El intento de ocupar espacios públicos, fiestas o eventos multitudinarios no es nada nuevo. En realidad la derecha también ha intentado hacer lo mismo en varias ocasiones con la fiesta del 12 de octubre, cuando se silbaba al presidente Zapatero al llegar al desfile. En el País Vasco, las fiestas patronales de pueblos y capitales han sido copadas con mucha frecuencia por colectivos cercanos al entorno etarra.
En España, donde todo se politiza, es posible que veamos en los próximos años episodios como el del Orgullo de este año. Tanto derecha como izquierda quiere ocupar el mayor número de eventos multitudinarios y actos reivindicativos, sea del tipo que sea.
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